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Debido a la alta temperatura de los océanos, los peces se vuelven más depredadores

Los primeros naturalistas sugirieron que la intensidad de la depredación animal aumenta hacia el calor de los trópicos, lo que afecta los procesos ecológicos y evolutivos fundamentales según la latitud, sin embargo faltaba evidencia científica para comprobar la afirmación.

Ahora un nuevo estudio confirmó que un océano más cálido es más hambriento, al menos en lo que respecta a los depredadores de peces. En esta investigación publicada en Science, los científicos del Centro de Investigación Ambiental Smithsonian (SERC), en California, Estados Unidos, descubrieron impactos extremos de depredadores en el Atlántico y el Pacífico en temperaturas más altas.

Los efectos se producen en cascada para transformar la vida en el océano, lo que podría alterar los equilibrios que han existido durante milenios. “Se han tardado miles de años en llegar a este estado y, de repente, estamos aumentando la temperatura a un ritmo mucho mayor -explicó Gail Ashton, autora principal del informe y bióloga marina del SERC-. Y realmente no sabemos las implicancias de ese aumento de temperatura”.

Las temperaturas más altas tienden a aumentar el metabolismo de los animales. “Las aguas más cálidas tienden a favorecer a los animales que se encuentran en lo alto de la cadena alimentaria, que se vuelvan más activos y necesitan más alimentos, y son sus presas las que pagan por esa mayor actividad -añadió el coautor Emmett Duffy, director de la red del Observatorio Marino Global de la Tierra del Centro Smithsonian-. Esto sugiere que el calentamiento de los mares podría provocar grandes cambios en la vida de los hábitats sensibles de los fondos marinos”.

El nuevo estudio tomó una de las muestras más grandes hasta la fecha. Un equipo internacional dirigido por el Smithsonian y la Universidad de Temple, en Pensilvania, EEUU, coordinó a especialistas en 36 puntos de interpes, a lo largo de las costas del Atlántico y el Pacífico de las Américas.

Los puntos se extendieron desde Alaska en el norte hasta Tierra de Fuego en la punta de América del Sur. En cada uno, los investigadores realizaron los mismos tres experimentos con depredadores y presas. Para el primero, rastrearon la actividad general de los depredadores usando paletas de calamar.

Diseñadas por Duffy y el equipo de MarineGEO, las paletas de calamar se parecen a las de las cafeterías. Los científicos colocaron un trozo de calamar seco, un cebo estándar que se puede usar en cualquier lugar, en una estaca y lo dejaron bajo el agua para atraer a los peces.

Después de una hora, los científicos verificaron cuántas paletas de calamar se habían devorado. Los resultados confirmaron sus sospechas: en los sitios más cálidos, la depredación fue más intensa; en aguas más frías (menos de 20°C), la depredación se redujo a casi cero.

“Este umbral de temperatura representa un punto de inflexión ecológico en estos ecosistemas marinos costeros, por encima del cual aumenta la intensidad de la depredación -informó Amy Freestone, coautora y profesora asociada de biología en la Universidad de Temple-. Con el cambio climático, más aguas costeras superarán este punto de inflexión, o se calentarán aún más, cambiando fundamentalmente el funcionamiento de estos ecosistemas”.

¿Qué significará un océano más cálido y hambriento para la red alimentaria? Para responder esta pregunta los investigadores recurrieron a sus dos últimos experimentos. Observaron a los peces invertebrados submarinos estacionarios con los que les gusta darse un festín, como tunicados y briozoos, para ver cómo los depredadores afectarían su crecimiento y abundancia.

En un experimento, observaron a la presa colonizar y crecer en paneles de plástico bajo el agua durante tres meses. Algunos tenían jaulas protectoras que mantenían alejados a los depredadores, mientras que otros quedaron abiertos y vulnerables. En el experimento final, colocaron jaulas protectoras alrededor de todas las presas bajo el agua durante 10 semanas y luego sacaron a la mitad de las comunidades de presas durante dos semanas más.

En aguas más calientes, los apetitos más voraces de los depredadores dejaron marcas descomunales en la comunidad de presas. El total de presas se hundió en los trópicos cuando quedaron desprotegidas. Pero en las zonas más frías, dejar a las presas expuestas o protegidas casi no hizo ninguna diferencia, lo que sugiere que los depredadores no representan una gran amenaza allí.

“Sabíamos por trabajos anteriores en Panamá que la depredación en el neotrópico puede ser intensa -explicó Mark Torchin, coautor y ecólogo marino del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales en Panamá.

Sin embargo, trabajar con nuestros colegas en las Américas nos permitió probar la generalidad de esto y evaluar cómo cambian los efectos de la depredación en ambientes más fríos”.

Los tipos de organismos presa también cambiaron con el acceso de los depredadores. A los depredadores les gustaba comer tunicados solitarios en forma de botella (“ascidias”), por lo que esas presas sufrieron grandes pérdidas en los trópicos cuando quedaron desprotegidas.

Mientras tanto, los briozoos incrustantes (“animales de musgo”) florecieron en el espacio recién liberado mientras los peces los dejaban en paz. Los tunicados solitarios filtran el agua y ofrecen rincones y grietas para que se asienten otros organismos, dos funciones importantes que los briozoos no hacen tan bien.

Pero ofrecen solo un ejemplo de cómo un aumento en la actividad de los depredadores podría alterar los ecosistemas a medida que se calientan los ecosistemas más fríos.

“A medida que cambia la depredación, algunas especies serán ganadoras y otras perdedoras -anunció el coautor Greg Ruiz, jefe del Laboratorio de Investigación de Invasiones Marinas de SERC. Algunos serán defendidos; otros serán vulnerables. Pero no sabemos exactamente cómo se desarrollará eso”.

Mientras tanto, lo que sucederá en el Ecuador, donde las temperaturas pueden aumentar incluso más de lo que los científicos pueden ver hoy, sigue siendo un misterio aún mayor. “Realmente no sabemos qué podría pasar en los trópicos, porque no tenemos datos de esas temperaturas más cálidas aún”, concluyó Ashton.

Por: Infobae

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