Madrid, EFE.- La destrucción del monte a causa de los incendios en muchas zonas de España está dejando a los agricultores y ganaderos sin parcelas ni pastos, un efecto devastador para esas economías ancladas en el territorio que ven en riesgo su supervivencia.
“Esto es la ruina, no sé si tendré que vender las ovejas en los próximos años si no podemos entrar al monte quemado o si no nos dan una solución”, apunta a Efe el ganadero José Miguel Garrido tras haber alejado su ganado del reciente incendio de Bejís (Castellón), en el este español, donde finalmente ardieron cerca de 20.000 hectáreas.
Este socio de la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-Asaja) ve con preocupación su futuro mientras sigue recolocando a las cerca de 850 ovejas y 150 cabras que ha podido salvar, a pesar de perder otras por el camino.
Con ayuda de sus hijos y su padre, tuvo que atravesar de noche el monte y localidades que habían sido desalojadas por la cercanía del fuego, que devoró los pastos con los que nutrir a su ganado de extensivo.
Garrido teme no poder acceder a fuentes de agua y que el monte se cierre como otros años, dando lugar al crecimiento de pequeños pinos que impiden el pastoreo.
TERRITORIO ARRASADO
El de Bejís ha sido uno de los últimos incendios que han asolado España, donde más de 220.000 hectáreas de superficie forestal han resultado arrasadas en el segundo peor año del siglo.
El Consejo de Ministros aprobó ayer la declaración de zonas catastróficas en quince comunidades autónomas que han sufrido unos 120 incendios.
Entre ellos figura el que se originó en julio en Ateca (Zaragoza), en el noreste de España, que calcinó más de 10.000 hectáreas y no dejó libre “ni un palmo de pasto comunal”, en palabras del ganadero José Manuel Casado.
Este productor de la vecina localidad de Moros, responsable del sector Ovino de la Unión de Agricultores y Ganaderos de Aragón (UAGA-COAG), detalla que los rastrojos se han visto “muy afectados” y solo han quedado algunas praderas sembradas, si bien muchos otros cultivos han sufrido el calor del fuego, además de la sequía.
Casado recuerda cómo las llamas llegaron a las paredes de su nave sin traspasarlas, por lo que los animales permanecieron rodeados de fuego hasta que cesó la amenaza.
“Es muy difícil llevar los animales a otro sitio porque hay poca disponibilidad de comida, a pesar de los ofrecimientos de los compañeros. A veces vale más suplementar en el corral que alcanzar otros pastos si no hay instalaciones”, añade.
El ganadero advierte de que a largo plazo será “durísimo”: la reforestación se producirá en primavera pero antes llegarán las lluvias a una zona de pendientes y cerros elevados donde son previsibles los arrastres de tierra a falta de matas.
“El ganado ovino vive de los recursos que genera el territorio, cualquier impacto que reciba el territorio lo recibe el ganado”, sostiene Casado, que pide más liquidez tras un incendio que será “la puntilla” para muchas explotaciones dirigidas por personas de más de 60 años que se han quedado “sin fuerzas ni edad para empezar de nuevo”.
Los productores con frutales de regadío también han visto cómo sus manzanos, perales o ciruelos se quemaban y tendrán que esperar varios años antes de volver a cosechar, con la consiguiente falta de ingresos.
EL RIESGO DE PERDERLO TODO
Los productores españoles piden un plan de lucha contra los incendios que prevea más actuaciones en los montes durante todo el año y facilidades para el pastoreo, capaz de rebajar la carga de combustible.
A corto plazo, gobiernos regionales como el de Castilla y León están distribuyendo piensos y agua a las ganaderías afectadas.
En la provincia de Zamora, con casi 60.000 hectáreas carbonizadas, el productor de la organización UPA José Manuel Ballesteros ha perdido unas cien hectáreas de paja que acababa de cosechar y, sin pastos para su ganadería de 2.500 ovejas en extensivo, ha migrado a un pueblo cercano para abastecerse de rastrojos el resto del verano.
Procedente del municipio de Tábara, Bastelleros asegura que “no paran de entrar ovejas al matadero”, pero él se resiste a desaparecer, aunque depende de las lluvias y la regeneración del monte para “sobrevivir de una forma u otra”.
Incluso cuando tuvo que salir del pueblo, no dejó de pensar en su ganado. “Automáticamente mi cabeza decía que, si no nos pasaba nada -y eso que lo pasamos muy mal porque era brutal cómo venía el fuego que nos comía-, tendría que buscar otra zona para alimentar a los animales, que requieren de pastoreo y a los que no puedo encerrar todo el año”, señala.
En la zona también preocupa la fauna salvaje que ha sobrevivido: lobos, ciervos y jabalíes están desubicados y, en su búsqueda de agua y comida, están arrasando cultivos y causando accidentes de tráfico.