Jerusalén.- Israel y los territorios ocupados palestinos vivieron este 2023 un histórico año de violencia y muerte: el grupo islamista Hamás perpetró el peor ataque contra judíos desde el Holocausto, la Franja de Gaza sufre la guerra más mortífera de su historia, y la ola de violencia en Cisjordania ocupada es la más grave desde la Segunda Intifada.
La mañana del 7 de octubre marcó un antes y un después en la historia del conflicto palestino-israelí, con el masivo ataque de Hamás que incluyó el lanzamiento de 3.000 cohetes y la simultánea infiltración de igual número de milicianos, quienes masacraron a unas 1.200 personas y secuestraron a otras 250 en las poblaciones israelíes cercanas a la Franja de Gaza.
“Tomaron a decenas de niños, los ataron, los quemaron y los ejecutaron. Decapitaron soldados, acribillaron a jóvenes que asistieron a un festival” y secuestraron a ancianas y bebés, describió aún conmocionado el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, en los primeros días que siguieron al ataque.
“Nunca hemos visto tal salvajismo en la historia del Estado” judío, que se creó en 1948, ni “desde el Holocausto” en la Segunda Guerra Mundial, subrayó.
Los kibutz aledaños a Gaza se convirtieron en una zona de desastre, casas y autos quemados, cadáveres desperdigados. Mientras, en numerosas ciudades de Israel siguen sonando las sirenas antiaéreas que advierten de lanzamientos de cohetes, incluso en Tel Aviv y Jerusalén.
Así, unas 200.000 personas están desplazadas en Israel, incluyendo habitantes del extremo norte del país, a raíz de los constantes ataques desde el sur de Líbano y Siria por parte de milicias que se solidarizaron con Hamás.
En total, 110 rehenes han sido rescatados con vida de Gaza, 86 israelíes y 24 de otras nacionalidades. Quedan 129 dentro de la Franja, pero se estima que 21 de ellos han muerto. Los cuerpos de otros ocho rehenes que murieron en el enclave palestino han sido recuperados, incluyendo tres asesinados erróneamente por tropas israelíes.
Gaza apocalíptica
Israel contraatacó inmediatamente después del golpe de Hamás con una contundente ofensiva por aire, mar y tierra sobre Gaza, donde ya suman más de 19.600 muertos (setenta por ciento de mujeres, niños y ancianos), más de 52.500 heridos, unos 7.500 desaparecidos bajo los escombros y 1,9 millones de desplazados, el 85% de la población del enclave.
Se trata de la guerra más mortífera en la historia de Gaza: el número de niños muertos ahí -incluyendo bebés prematuros- supera la cifra anual de niños asesinados en las zonas de conflicto en todo el mundo desde 2019, según la ONG Save the Children.
También fueron asesinados más de 300 miembros del personal médico y 57 periodistas dentro de la Franja.
Hasta el 17 de diciembre, 64 periodistas habían muerto en la guerra, entre ellos cuatro israelíes y tres libaneses, según el Comité de Protección de Periodistas, que califica el periodo como “el más mortífero” para el gremio desde que la organización empezó a documentar en 1992.
Extensas regiones de la Franja quedaron en ruinas, familias con niños, ancianos o discapacitados se desplazan -incluso a pie- de un lugar a otro bajo el estruendo de los bombardeos sin poder hallar un lugar seguro, ni siquiera en zonas etiquetadas como “humanitarias”.
Además, muchos de ellos sobreviven hacinados y a la intemperie en pleno invierno, en medio de una crisis humanitaria sin precedentes por la escasez de agua potable, alimento, medicinas, electricidad y combustible.
Los hospitales, atacados directamente por las tropas israelíes, han colapsado: las mujeres paren bajo el fuego, los heridos son atendidos en el suelo a falta de camas y sin anestesia, más de 325.000 personas se han infectado de alguno de los brotes epidémicos.
La ayuda humanitaria entra a cuentagotas y de manera insuficiente, mientras la presión internacional por un cese el fuego queda en letra muerta a pesar de una resolución de la Asamblea de la ONU en ese sentido.
“Continuaremos hasta el final. No hay duda en absoluto. Lo digo ante la presión internacional. Nada nos detendrá hasta la victoria, hasta la destrucción de Hamás”, aseveró Netanyahu recientemente.
Cisjordania, un polvorín
Cisjordania ocupada vive su mayor espiral de violencia desde 2002, el año más letal de la Segunda Intifada: el Ejército israelí realiza diariamente violentas redadas que terminan en enfrentamientos con las milicias locales, y se han incrementado los ataques cruzados por parte de palestinos y colonos judíos. Estos últimos han arrasado aldeas completas.
Sólo en 2023 murieron 509 palestinos en eventos violentos. Más de la mitad, 301, desde el inicio de la guerra en Gaza, entre ellos más de 70 menores.
A esto se suman más de 3.450 palestinos heridos y más de 2.400 detenidos, muchos de ellos sin cargo ni juicio.
En tanto, el gobierno de Netanyahu y sus aliados ultraortodoxos y ultranacionalistas ha impulsado una política de mayor ocupación y colonización en Cisjordania, con un discurso abiertamente racista y antiárabe que rechaza la solución al conflicto de dos Estados, por la que tanto aboga la comunidad internacional, incluyendo EEUU, su principal aliado.
Las diferencias se han acentuado entre el gobierno israelí y el estadounidense, que le ha apoyado militarmente y ha pedido que sea la Autoridad Nacional Palestina, que gobierna partes reducidas de Cisjordania y enfrenta una crisis política, la que tome el control de Gaza en el periodo posguerra.
EFE