Puerto Príncipe.– El sistema sanitario corre peligro en Haití por la marcha de decenas de médicos a otros países debido sobre todo a la violencia, una situación de la que también huyen otros profesionales cualificados, con el consiguiente impacto negativo en el día a día de los haitianos.
Es un revés más para el deficiente sistema sanitario de Haití, que podría verse obligado a tener que traer del extranjero profesionales para cubrir esos huecos, lo que conllevaría una factura muy alta en el país más pobre de América.
Según datos del Banco Mundial, Haití tiene un sistema sanitario deficiente, con 0,2 médicos, y 0,4 enfermeras y comadronas por cada 1.000 habitantes.
Y a esa deficiencia se suma la violencia: desde 2018 y hasta hoy, decenas de médicos han sido secuestrados por las bandas armadas que controlan buena parte de Puerto Príncipe, al parecer no por ser objetivo de los violentos, sino para que traten a los miembros de las pandillas heridos en ataques o en enfrentamientos con la Policía.
Los enfermos, los grandes afectados
En el Hospital de la Universidad Estatal de Haití (HUEH), el mayor centro de asistencia sanitaria del país, Evenson Molière cuida a su hermana mayor, aquejada de un problema pulmonar tras el parto y que está tumbada en una cama improvisada con una gran bombona de oxígeno al lado.
La situación es «catastrófica comparada con lo que viví cuando tuve a otra hermana en el hospital. Si no hubiera habido médicos, no sé dónde estaría ahora mi hermana», afirma a EFE este joven de 26 años y vecino de Canapé-Vert, un barrio controlado por grupos de autodefensa para hacer frente a los ataques de las bandas que ganan terreno cada día.
«Es malo que los médicos abandonen el país. ¿Qué nos depara el futuro? Si sumamos a la crisis política la crisis sanitaria estaremos todos muertos», dice Evenson y acusa en parte de ello a los políticos: «Es una irresponsabilidad por parte de los gobernantes».
El HUEH -el hospital de los pobres y los indigentes ubicado en pleno centro de Puerto Príncipe, también conocido como Hôpital Général- está mal equipado. Cada año sus empleados se ponen en huelga en demanda de mejoras laborales y aumentos salariales. Además, el nuevo edificio pensado para albergar este centro sanitario lleva más de 11 años en construcción.
El doctor Jude Milcé, director ejecutivo del HUEH y profesor en la Facultad de Medicina y Farmacia de Puerto Príncipe, reconoce a EFE que la marcha de médicos ya se nota. «Hay falta de disponibilidad y ciertos servicios no se pueden ofrecer a la población», lamenta, una situación que puede «hacer aún más deficiente el sistema».
Pero, subraya, el que los médicos y otros profesionales sanitarios se vayan al extranjero no es un fenómeno nuevo, aunque sí se ha agravado en los últimos tiempos.
«Los licenciados en Medicina no se quedan en Haití desde los años sesenta. Primero emigraron a África, luego a Canadá y después a Estados Unidos», declara Milcé, quien explica que esto se produce por múltiples razones (familiares, económicas, políticas). Ahora a ello se suma la violencia.
Otros profesionales también huyen de la violencia
Pero no solo el ámbito sanitario se ve afectado por esta oleada migratoria, sino que todos los sectores sufren de una u otra forma esta realidad.
Las universidades, las escuelas y los centros de educación profesional se quejan de que sus profesores abandonan las aulas.
Tanto el sector público como el privado se ven afectados por esta situación, de la que no escapa ni la Policía Nacional.
Ello se produce en un país donde barrios enteros se vacían día a día a causa de la violencia. Haití se ha convertido en un infierno por culpa de entre 200 y 300 bandas armadas que aterrorizan a la población.
Las bandas secuestran, matan, roban y violan con total impunidad, mientras la Policía Nacional y las autoridades se muestran totalmente impotentes para frenar esta situación, que empuja a cientos de miles de haitianos a buscar una vida mejor en otros lugares.
En este contexto de inseguridad, surgieron programas para conceder el Estatus de Protección Temporal a los haitianos en Estados Unidos y, años más tarde, el plan Humanitarian Parole para acogerlos, a los que se suman otras iniciativas en Canadá y América Latina que han facilitado las salidas del país en los últimos años.