Comer rápido es una práctica común en el mundo acelerado de hoy. Si bien puede ahorrarnos unos minutos durante las comidas, también aumenta el riesgo de varios problemas de salud, como la obesidad y la diabetes tipo 2. Si la pérdida de peso es nuestro objetivo, comer rápido puede estar obstaculizando el progreso. Comer más despacio, por otro lado, puede proporcionarnos poderosos beneficios: aumentar los niveles de hormonas de saciedad, ayudar a hacernos sentir más satisfechos y disminuir nuestro consumo de calorías. También mejora la digestión y el disfrute de los alimentos.
Cuando comemos rápido, es mucho más fácil comer mucha más comida de la que nuestro cuerpo realmente necesita. Con el tiempo, la ingesta excesiva de calorías puede provocar un aumento de peso. “Comer rápido engordaría si uno come más de lo que necesita, porque podemos comer rápido nuestra porción, luego dejar de comer y no existiría tal problema. El tema es que cuando uno come rápido tiene el riesgo de comer más porque la señal del sistema digestivo al cerebro tarda 20 minutos. Si yo como en 10 minutos probablemente siga sintiendo hambre, entonces voy a comer más. Pero no es que hay algo que haga que el comer rápido engorde sino que tiene que ver con la cantidad de comida y desde cuando tengo el registro de saciedad, que es a partir de los 20 minutos”, detalló en diálogo con este medio la licenciada en Nutrición Agustina Murcho (MN 7888/ MP 3196).
La obesidad es uno de los mayores problemas de salud a nivel mundial y una enfermedad compleja que no es causada simplemente por una mala alimentación, inactividad o falta de fuerza de voluntad. De hecho, están en juego complicados factores ambientales y de estilo de vida. Comer rápido se ha estudiado como un factor de riesgo potencial para tener sobrepeso y obesidad. Una revisión reciente de 23 estudios encontró que los comedores rápidos tenían aproximadamente el doble de probabilidades de ser obesos, en comparación con los comedores lentos.
Asimismo, los resultados de un estudio, presentado en las Sesiones Científicas de la Asociación Americana del Corazón en 2017, sugirieron que engullir la comida puede dañar gravemente la salud cardiometabólica. La investigación que dirigió el doctor Takayuki Yamaji, cardiólogo de la Universidad de Hiroshima en Japón, examinó a más de 1000 participantes durante un período de 5 años y se centró en la relación entre la velocidad de comer y la incidencia de síndrome metabólico que es el nombre colectivo dado a cinco factores de riesgo de enfermedades cardiometabólicas graves, como enfermedades cardíacas, diabetes y accidentes cerebrovasculares. Estos cinco factores de riesgo son la presión arterial alta, los triglicéridos altos o las grasas que se encuentran en la sangre, el nivel alto de azúcar en la sangre, los niveles bajos del colesterol “bueno” y una cintura grande.
Cada vez más personas desarrollan el síndrome debido al aumento en las tasas generales de obesidad, advierten los Institutos Nacionales de Salud (NIH). Actualmente, se estima que más de un tercio (34%) de la población adulta de los Estados Unidos tienen síndrome metabólico. “En el futuro”, advierte el NIH, “el síndrome metabólico puede superar al tabaquismo como el principal factor de riesgo de enfermedad cardíaca”. En todo el mundo, la prevalencia del síndrome metabólico puede oscilar entre el 10% y el 84 % de la población, dependiendo de dónde nos centremos.
El doctor Yamaji y sus colegas examinaron a 1083 participantes, 642 de los cuales eran hombres. En promedio, los participantes tenían un poco más de 51 años. Estas personas no tenían signos de síndrome metabólico al comienzo del estudio en 2008, y los investigadores los siguieron durante un período de 5 años. Mediante un cuestionario autoadministrado, los participantes dieron información sobre su estilo de vida, hábitos alimenticios, actividad física e historial médico.
Si los participantes habían aumentado al menos 10 kilogramos desde los 20 años, esto se calificaba como “aumento de peso” para los fines del estudio. Los participantes también se dividieron en tres grupos, según su velocidad de alimentación: comedores lentos, comedores normales y comedores rápidos. Durante el período de seguimiento de 5 años, 84 personas desarrollaron síndrome metabólico. En general, una mayor velocidad de alimentación se correlacionó con un mayor aumento de peso, un mayor nivel de azúcar en la sangre, niveles más altos de lipoproteínas de baja densidad o colesterol “malo” y una cintura más grande.
Las personas que comían rápido tenían casi el doble de probabilidades de desarrollar síndrome metabólico en comparación con sus contrapartes que comían normalmente. Más específicamente, los comedores rápidos tenían un 11,6% más de posibilidades de desarrollar los factores de riesgo, en comparación con un 6,5% de probabilidades en los comedores normales. Mientras tanto, los comedores lentos tenían solo un 2,3% de posibilidades de desarrollar síndrome metabólico.
Para Yamaji, “comer más despacio puede ser un cambio de estilo de vida crucial para ayudar a prevenir el síndrome metabólico. Cuando las personas comen rápido, tienden a no sentirse llenas y es más probable que coman en exceso”. “La velocidad al comer se asoció con la obesidad y la futura prevalencia del síndrome metabólico. Por lo tanto, comer despacio puede ser un factor de estilo de vida crucial para prevenir el síndrome metabólico entre los japoneses”, concluyeron los autores del estudio.
8 claves para ralentizar la alimentación
– No comer frente a las pantallas. Comer frente a un televisor, computadora, teléfono inteligente u otro dispositivo puede hacer que comamos rápido y sin pensar. También puede hacernos perder la noción de cuánto hemos comido.
– Dejar el tenedor entre cada bocado. Esto ayuda a reducir la velocidad y disfrutar más de cada bocado.
– No tener demasiada hambre. Evitar tener mucha hambre entre comidas es clave ya que puede hacer que comamos demasiado rápido y tomemos malas decisiones alimentarias.
– Beber agua durante las comidas ayudará a hacernos sentir llenos y nos animará a reducir la velocidad.
– Masticar bien. Masticar nuestra comida con más frecuencia antes de tragarla puede ayudar. También puede ser útil contar cuántas veces masticamos cada bocado.
– Comer alimentos ricos en fibra. Los alimentos ricos en fibra, como las frutas y las verduras, no solo llenan mucho, sino que también requieren bastante tiempo para masticar.
– Tomar bocados pequeños. Tomar bocados más pequeños puede ayudarnos a disminuir nuestro ritmo de alimentación y hacer que nuestra comida dure más.
– Comer conscientemente. La alimentación consciente es una herramienta poderosa. El principio fundamental detrás de esto es prestar atención a la comida que estás comiendo. Algunos de los ejercicios anteriores se practican en alimentación consciente.
Como todos los nuevos hábitos, comer despacio requiere práctica y paciencia. A menudo los especialistas recomiendan comenzar con solo uno de los consejos anteriores y desarrollar el hábito a partir de eso.
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