Magullado pero feliz de estar vivo, Jemaryon Hart, pasó casi siete horas de angustia bajo los escombros de una fábrica de velas en Mayfield, Kentucky, arrasada por uno de los fuertes tornados que golpearon a Estados Unidos el viernes.
“Estoy feliz de estar vivo” indicó a la AFP el joven afroamericano de 21 años, que trabajaba desde hace apenas diez días en la fábrica de Mayfield Consumer Products.
El hombre ya había trabajado en ese mismo edificio situado al oeste de la pequeña ciudad casi reducida a nada tras el histórico tornado. El edificio ya no es más que un montón de escombros que los rescatistas despejan cuidadosamente con la esperanza, cada vez más escasa, de encontrar sobrevivientes.
El viernes en la noche, relata Jemaryon Hart, “se escuchó la sirena de alarma y nos precipitamos a la zona de seguridad, pero al llegar, de golpe, ya no había nada que hacer”
El tornado golpeó la construcción y el techo se derrumbó atrapando a los empleados.
“Fue, aterrador, yo estaba atrapado entre muros, bloques de metal y de madera”, explicó. “Entre más tiempo pasaba, el edificio seguía derrumbándose. Al principio me podía mover un poco, pero después ya no era posible, me estaba comprimiendo”.
“Yo intenté controlar mi respiración pero para otros era imposible y entraron en pánico. No se veía nada. Algunos se desmayaron, otros murieron”, dijo el sobreviviente.
– “Esperanza” –
El joven alcanzó a sacar el teléfono celular de su bolsillo y llamar a su novia, en embarazo, y a su madre.
“Aquello me dio esperanza y confianza para resistir, sobrevivir y esperar a los rescatistas”, quienes lograron sacarlo tras siete horas de espera angustiosa, hacia las 3h 40 de la mañana, explicó.
A los primeros socorristas, que llegaron una hora después del paso del tornado, les tomó mucho tiempo despejar los escombros. “El menor movimiento en falso nos habría aplastado”, dijo el joven.
Una vez despejada el área, Hart fue puesto a salvo por los bomberos, pero no sentía sus piernas.
“Fue en ese momento que vi que la fabrica, el estacionamiento, los vehículos, todo desapareció”, recuerda.
Más allá de las heridas físicas y del dolor en las piernas, el hombre dice tener heridas psicológicas. Uno de sus jóvenes colegas murió y no deja de revivir su calvario cada vez que recuerda ese día en la fábrica.
“Las imágenes dan vueltas en mi cabeza. Es muy difícil de controlar”, dijo.
El joven denunció también la falta de medidas de seguridad de parte de la dirección de la fábrica que decidió continuar la jornada a pesar de las advertencias de las autoridades.
“Algunos están furiosos por trabajar esa noche sin que hubiera ninguna alerta”, explicó Hart. Ahora, la empresa podría ser investigada por la justicia “Si no se hizo lo que se debió haber hecho para que la seguridad de los empleados fuera la prioridad, eso es lo que se merecen”, puntualizó.