Según recientes investigaciones, el asentamiento vikingo de L’Anse aux Meadows, en la isla canadiense de Terranova, fue establecido en 1021.
Mucho antes de que Cristóbal Colón cruzara el Atlántico, ocho edificaciones con entramado de madera y cubiertos de tepes o capas vegetales se alzaban en una terraza sobre una turbera y un arroyo en el asentamiento de L’Anse aux Meadows, en el extremo norte de la isla canadiense de Terranova, una prueba de que los vikingos llegaron primero al llamado Nuevo Mundo.
Un equipo de científicos reveló este miércoles, en un comunicado, que al usar nuevas técnicas de datación –que se basan en el hecho de que las tormentas solares producen una señal distintiva de radiocarbono en los anillos de crecimiento anual de los árboles– llegaron a la conclusión de que ese poblado se había ya establecido en 1021, es decir, 471 años antes del primer viaje de Colón.
Los investigadores aplicaron la técnica a tres trozos de madera cortados para el asentamiento, que dieron como punto de referencia una fuerte tormenta solar ocurrida en el año 992. Según apuntaron los especialistas, no fueron los indígenas locales los que cortaron la madera, puesto que hay pruebas del uso de cuchillas de metal, que no poseían.
Sin embargo, hasta ahora se desconoce cuándo llegaron allí aquellos navegantes europeos. La época vikinga se ubica tradicionalmente entre los años 793 y 1066, lo que ofrece un amplio margen de tiempo para esa travesía transatlántica.
“Primera sociedad humana que atravesó el Atlántico”
El reciente descubrimiento marca múltiples hitos para la humanidad. Ante todo, L’Anse aux Meadows ofrece la primera evidencia conocida de una travesía transatlántica. Además, marca el lugar en el que el globo terráqueo fue finalmente rodeado por los humanos, que miles de años antes habían entrado en América del Norte por un puente de tierra que conectaba Siberia con Alaska.
“Hay que felicitar a estos europeos del norte por ser la primera sociedad humana que atravesó el Atlántico”, afirmó a Reuters el geocientífico Michael Dee, de la Universidad de Groningen (Países Bajos), que dirigió el estudio publicado en la revista Nature.
“Una búsqueda de nuevas fuentes de materias primas“
Los vikingos, o pueblos nórdicos, eran navegantes de la península escandinava (Noruega, Suecia y Dinamarca), que se aventuraron por el norte de Europa, unas veces colonizando y otras comerciando o haciendo incursiones. Poseían una extraordinaria habilidad para la construcción de barcos y la navegación y establecieron asentamientos en Islandia y Groenlandia. Sus embarcaciones, de madera, se propulsaban con velas y remos. Un ejemplo que se conserva, llamado ‘barco de Oseberg’, tiene unos 22 metros de longitud.
“Creo que es justo describir esa travesía como un viaje de descubrimiento y una búsqueda de nuevas fuentes de materias primas”, señaló Dee. “Muchos arqueólogos creen que la principal motivación para que buscaran esos nuevos territorios era descubrir nuevas fuentes de madera, en particular. En general, se cree que partieron de Groenlandia, donde la madera adecuada para la construcción es extremadamente rara”, añadió.
Sagas islandesas
La duración de la ocupación de L’Anse aux Meadows tampoco está clara. Puede haber sido de una década o menos, y tal vez 100 nórdicos estuvieron presentes en un momento dado, señaló Dee. Los relatos orales, denominados ‘sagas islandesas’ también describen la presencia vikinga en América. Redactadas siglos después, hablan de un líder llamado ‘Leif Erikson’ y un poblado denominado ‘Vinland’, así como de interacciones violentas y pacíficas con los pueblos locales, incluyendo la captura de esclavos.
El año 1021 se corresponde aproximadamente con los relatos de la saga, apuntó el investigador, concluyendo que “por tanto, cabe preguntarse cuánto del resto de las aventuras de la saga es cierto”.