“¿Cómo es que te hice daño?” “Me apuñalaste”.
Ese diálogo tuvo lugar esta semana en un tribunal de Estados Unidos entre un padre juzgado por el asesinato de su novia y su hija, y el único superviviente de la tragedia, su hijo de 11 años, llamado al estrado.
Ronnie Oneal III está acusado de disparar y golpear a su novia hasta la muerte en marzo de 2018, luego matar con un hacha a su hija autista de 9 años, apuñalar a su hijo de entonces 8 años y prender fuego a su casa de Tampa, Florida (sureste).
A medida que se acercaba el juicio, el hombre de 32 años, que podría ser condenado a la pena de muerte, se separó de sus abogados y pidió defenderse, a lo que el juez accedió, considerándolo lo suficientemente educado y cuerdo para hacerlo.
Así, elaboró el lunes la presentación de su versión de los hechos, asegurando que era víctima de una conspiración.
“Cuando todo esté dicho y hecho, verán quiénes son los asesinos”, gritó al juez y al jurado. “Este caso es totalmente falso”, dijo, “mi hijo no me vio matar a su madre a golpes”.
El miércoles pudo interrogar al propio chico, que apareció por videoconferencia con un perro a su lado para apoyarle.
– “¿Cómo estás? Me alegro de verte”, expresó a modo de presentación.
– “Me alegro de verte”, contestó el preadolescente, que desde entonces ha sido adoptado por uno de los policías que llevaron a cabo la investigación. Las sutilezas terminaron ahí.
En un tono fáctico, Ronnie Oneal trató durante 20 minutos de señalar las pequeñas contradicciones en el testimonio de su hijo, subrayando las discrepancias entre sus declaraciones y sus palabras en el estrado.
También le hizo decir que no había visto morir a su madre.
El joven no había dicho lo contrario durante el interrogatorio realizado poco antes por el fiscal.
Su testimonio no fue menos condenatorio, especialmente cuando relató el asesinato de su hermana. “La golpeó con un hacha en la nuca, vi sus ojos ponerse en blanco”, aseguró.
En Estados Unidos, los acusados pueden defenderse a sí mismos e interrogar a los testigos, que a veces son también sus víctimas. Un hombre que abrió fuego en un tren que salía de Nueva York en 1993, matando a seis personas, cuestionó a las personas que había herido.
AFP.