Hay personas que se jactan de detectar rápidamente la mentira y el engaño, otras, en cambio, no tienen problema en confesar que son carne de cañón, unos ingenuos, vamos… pero, ¿realmente nos hemos parado a pensar cómo se pueden detectar las mentiras?
¿Son las señales conductuales las que nos llevan a pillar al mentiroso o más bien son las contextuales? .
Jaume Masip, profesor de la Universidad de Salamanca, experto en Psicología Jurídica y Psicología del Testimonio, nos da algunas claves que pueden sorprendernos.
Reconocido por sus investigaciones en la detección de la mentira a partir de las palabras y del comportamiento no verbal, Masip explica a EFEsalud que mucha gente cree que se pueden detectar las mentiras solo con observar la conducta del sospechoso.
Están convencidos de que sus gestos, posturas, tono de voz, palabras, sudoración, rubor, movimiento de ojos, de cabeza les puede llevar a cazar al mentiroso.
Pero nada más lejos de la realidad.
Los estudios realizados, apunta Masip, muestran que son los indicios contextuales los que nos ponen en la buena pista, y no los conductuales.
Se trata de tener información sobre el contexto o la situación, y es ésta información, y no la conductual, la que mejor nos lleva a descubrir las contradicciones del quien nos intenta engañar.
Por ejemplo, lo que cuenta el mentiroso discrepa de nuestro conocimiento de los hechos.
O, al cabo de un tiempo, descubrimos pruebas de que el mensaje era falso. O una tercera persona nos da una información que contradice el mensaje. O el propio mentiroso confiesa su engaño.
Creencia de la mentira
Pero sucede que “la creencia de que la mentira se desvela en la conducta es tan fuerte que resulta inmune a la propia experiencia personal”.
Y esta creencia es tan fuerte porque “posiblemente nos la han inculcado desde la infancia”
Todas las sociedades del mundo, refiere, rechazan la mentira y educan a sus descendientes para que sean sinceros.
“Transmitimos a nuestros hijos la idea de que si mienten para ocultar alguna mala acción, es inútil que lo nieguen, pues su conducta (nerviosismo, titubeos, rubor…) les delatará”.
Reflexiona Masip que la gente, en general, no suele cuestionarse si el otro le está mintiendo, por lo que resulta fácil que nos la puedan colar.
Y normalmente la mayoría de las mentiras que detectamos, sin siquiera habérnoslo planteado, es porque nos encontramos con una evidencia inesperada.
Vulnerables al engaño
Señala que hay teorías recientes que parten de la base de que en general las personas no consideramos que quepa la mentira e incluso, cuando hay cierta sospecha, nos inclinamos por el lado de que será verdad, y esto nos hace “vulnerables al engaño”.
Pero volviendo a los indicios conductuales o contextuales, añade que en los trabajos realizados en ámbitos policiales con delincuentes, que es donde vas con la sospecha por delante, se ha demostrado que las señales conductuales no valen.
Y es por eso que existen diferentes técnicas de interrogatorios para romper la estrategia de un delincuente que no quiere delatarse.
En cuanto al polígrafo “a pesar de su mala fama” también ayuda.
Y sí considera el experto que se puede hablar de un perfil del mentiroso.
En este sentido, apunta a personas con tendencias psicópatas, a las manipuladoras, que lo son para su propio beneficio, y a las que se preocupan por causar buena impresión.
También tienen mayor tendencia a mentir los que son muy extrovertidos.
Fuente: EFE