El encuentro válido por la fecha 24 de la Bundesliga entre el Hoffenheim y el líder Bayern Múnich terminó de la manera menos esperada. Las agresiones de los fanáticos visitantes contra el presidente local en el estadio PreZero Arena cuando el tanteador señalaba el 6-0 a favor de los muniqueses obligaron a detener el encuentro. Y para el último cuarto de hora, los jugadores tomaron una medida inédita: firmaron un pacto de no agresión.
Los tantos de Sergie Gnabry, Joshua Kimmich, Joshua Zirkzee, Leon Goretzka y Philippe Coutinho (por duplicado) habían construido la victoria parcial del equipo conducido por Hans-Dieter Flick. A falta de un cuarto de hora para el último pitazo, el árbitro Christian Dingert paró la acción por los cánticos e insultos a Dietmar Hopp.
“Hopp rompe su palabra, hijo de p…”, se leyó en una de las banderas desplegadas en el sector visitante. Desenfrenados, los aficionados no hicieron caso a los reclamos del propio entrenador del elenco bávaro, Hans-Dieter Flick, quien se acercó hasta su sector para que pusieran coto a su conducta.
Fue entonces cuando el propio Hopp irrumpió bajo la nieve en el campo de juego junto al director general del Bayern, Karl-Heinz Rummenigge, para intercambiar unas palabras con el juez de turno. A la vez que el emblemático ex portero Oliver Kahn dialogó con ultras visitantes. Luego de 5 minutos de parate, los futbolistas entendieron que una buena manera de mostrar el repudio por el accionar de los fanáticos era mantener la pelota en terreno neutral y renunciar a lastimar futbolísticamente a su adversario. Así transcurrieron los minutos hasta el final en el minuto 90.
Rummenigge declaró que lo ocurrido no puede volver a repetirse y se mostró avergonzado por estar involucrada la entidad con la que se identifica. Además agregó que los autores de la pancarta deberían recibir el derecho de admisión a los estadios: “No hay excusa para este desenlace. Hemos filmado los acontecimientos y actuaremos con gran dureza contra los responsables que han desacreditado al Bayern hoy”.
EL TRASFONDO POLÍTICO
Dietmar Hopp, una de las personas más ricas del mundo según la revista Forbes, es presidente y uno de los socios mayoritarios del Hoffenheim, que marcha octavo en el campeonato alemán.
Esta no es la primera vez que recibe el repudio de una parcialidad rival ya que anteriormente la del Borussia Dortmund había tomado la misma postura. ¿Por qué? Hopp es uno de los principales directivos que busca derogar la Regla 50+1 en Alemania, que regula las licencias de los clubes profesionales.
En 1998 la Federación Alemana de Fútbol empezó a permitirle a las instituciones convertirse en sociedades anónimas, reclamo elevado por algunos directivos en busca de sanear las finanzas. Pero hasta hoy rige la ley 50+1, que hace referencia a que más del 50% de las acciones deben corresponder a los socios de los clubes. Es una lucha política para impedir que inversionistas ajenos (como sucedió hace años con el Manchester City y Paris Saint Germain, por citar los casos más emblemáticos) se entrometan en la vida cotidiana y decidan por sus aficionados.
Hace un par de años más de la mitad de los equipos que militan en las dos categorías superiores en Alemania firmaron un compromiso de permanencia para esta regla.
Claro que Hopp también cuenta con sus adeptos: en la ciudad lo consideran un prócer en la zona por sus acciones benéficas e inversiones para promover el deporte de la región. Y muchos lo defienden por no considerar abusivo el uso de sus dividendos para mejorar futbolísticamente al Hoffenheim, a diferencias de otros equipos a nivel mundial.
En Alemania y parte de Europa todavía muchos no digieren la fundación del Leipzig, uno de los principales animadores de la Bundesliga en las últimas temporadas y clasificado a los octavos de final de la actual edición de la Champions League (el martes 10/3 disputará la vuelta ante el Tottenham tras imponerse 1-0 como visitante en la ida). Incluso cuando se enfrenta con el Hoffenheim llaman a ese cotejo “El clásico del plástico” por los manejos de sus autoridades.
Los Toros Rojos tuvieron su origen en 2009, cuando la empresa austríaca de bebidas energéticas Red Bull compró la plaza de un club de la quinta división germana. Con cuatro ascensos en siete años, empezó a competir en la vanguardia del fútbol alemán gracias a las grandes cualidades de sus planteles, mantenidos con los capitales de sus inversionistas.
Pese a haberse creado en 1899, las últimas décadas del Hoffe tuvieron una evolución similar a la del Leipzig, ya que en los 90 militaba en la séptima división alemana y con el arribo del propietario de la empresa de software SAP (que actualmente patrocina al equipo) creció hasta ascender a la Bundesliga en la temporada 2007/2008. Hopp, con billetera gorda, se decidió a embarcarse en un proyecto con el humilde club al que concurría cuando era chico, que incluyó la construcción de un estadio de última generación, el notable crecimiento futbolístico en el corto plazo y de otras disciplinas amateurs.
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