Nueva York.- Durante décadas, el productor Harvey Weinstein acumuló un inmenso poder e influencia en Hollywood y, pese a su conocido mal genio, era venerado por buena parte de la industria del cine, hasta que el movimiento #MeToo destapó constantes abusos a mujeres que podrían llevarle a prisión.
Nacido en 1952 en un modesto barrio de Queens, Nueva York, Weinstein creció en un gran complejo de viviendas habitado por más de 5.500 personas, en su mayoría de clase media, junto con sus padres de origen judío y su hermano menor Bob.
Tras estudiar en la Universidad Estatal de Nueva York, formó a principios de los 70 una compañía de promoción de conciertos con un compañero de estudios, “Harvey and Corky Presents”, que llevó importantes músicos a la localidad neoyorquina de Buffalo, como Frank Sinatra o los Rolling Stones.
El exitoso negocio les facilitó la compra de una conocida sala de eventos que ellos bautizaron “Stage One”, que a su vez promocionó la imagen de Weinsten como un empresario avispado que destacaba sobre todo por sus duras negociaciones.
LOS INICIOS EN EL MUNDO DEL CINE
A finales de los 70, Weinstein se alió con su hermano Bob para formar una compañía relacionada con una de las pasiones que ambos compartían: el cine.
Con los fondos adquiridos de su promotora musical, crearon la que entonces era una pequeña productora independiente que no tardaría en convertirse en una de las más prominentes del séptimo arte y que bautizaron Miramax en honor a sus padres, Miriam y Max.
Después de diez años de trabajo, la empresa se posicionó a finales de los 80 entre las productoras de mayor prestigio con tres éxitos: “Sex, Lies and Videotapes”, de Steven Soderbergh, “My Left Foot”, de Jim Sheridan y que le valió el Óscar a mejor actor a Daniel Day-Lewis, y “Cinema Paradiso”, de Giuseppe Tornatore, que se hizo con el Óscar a mejor película extranjera.
LLEGA EL ÉXITO DE MIRAMAX
En 1993, Disney compró Miramax por entre 60 y 80 millones de dólares, un importante espaldarazo para el proyecto familiar de los hermanos Weinstein, que al año siguiente fueron responsables del largometraje de culto “Pulp Fiction”, una producción de 8,5 millones de dólares que recaudó más de 200 millones en taquilla.
Desde 1992 a 2003, Miramax contó con al menos una nominación a los Óscar cada año, de las que varias se llevaron el galardón a mejor película, como “The English Patient” en 1996, “Shakespeare in Love” en 1998 y “Chicago” en 2002.
La productora se convirtió así en uno de los principales referentes de Hollywood por su facilidad en hacer películas de bajo coste y por sus agresivas campañas de cara a los Óscar, nunca antes vistas en Hollywood.
Los Weinstein se servían de una buena dosis de publicidad, maniobras de presión para pedir los votos necesarios para llevarse los premios, y agasajando a las altas esferas con más regalos que sus competidores, según desveló un artículo de investigación del Washington Post en 2008.
LAS PRIMERAS CRÍTICAS EN PÚBLICO
Aunque sus rotundas estrategias eran sobradamente conocidas en la meca del cine, pocos eran los que las cuestionaban, pero con el paso del tiempo se fue destapando el mal genio de Weinstein, del que, por ejemplo, Meryl Streep bromeó en público durante un discurso tras recibir un Globo de Oro.
En su intervención, dio las gracias a Weinstein, a quien comparó con “Dios”, para señalar seguidamente que se refería a la versión del Antiguo Testamento: “el Castigador”, concretó.
En 2005, Weinstein y su hermano vivieron otro punto de inflexión al dejar la compañía que crearon para fundar otra exitosa empresa, “The Weinstein Company”.
La influencia del productor en Hollywood se ve reflejada en la cantidad de veces que se ha mencionado su nombre en discursos de entrega de un Óscar: en al menos 34 ocasiones desde 1993 a 2016, una cifra que supera sólo el director Steven Spielberg, con 43 menciones, según un análisis del medio especializado Quartz.
EL DESCALABRO
Pese a que otras actrices ya habían acusado públicamente a Weinstein de abusos en 2015 y 2016, su descalabro desde lo más alto del séptimo arte se precipitó en octubre de 2017, cuando el diario The New York Times y la revista New Yorker, dos de los medios más prestigiosos de EE.UU., publicaron prácticamente a la par sendos reportajes.
En ellos, información detallada sobre los señalamientos de más de una docena de mujeres que le acusaban de abusos sexuales, desde agresiones hasta acoso e incluso violaciones.
Los dos trabajos de investigación desembocaron en una oleada de acusaciones adicionales contra Harvey impulsada por el movimiento #MeToo, que animó a decenas de víctimas a hablar públicamente de lo sufrido a manos del magnate.
Entre ellas, algunas de las actrices más cotizadas, como Uma Thurman, Angelina Jolie, Gwyneth Paltrow, Salma Kayek o Lupita N’yongo, que detallaron las constantes propuestas sexuales de Weinstein.
En cuestión de unos días, no solo fue despedido de su propia empresa, sino que fue expulsado de la Academia Británica de Cine y Televisión (BAFTA) y de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas (que reparte los Óscar), mientras que su esposa, la diseñadora Georgina Chapman, solicitó el divorcio.
El caso de Weinstein sacó a la luz además la prevalencia en el mundo del cine de una estructura dominada por hombres que utilizaban sus posiciones de poder para quedar impunes de comportamientos sexuales inapropiados con mujeres.
WEINSTEIN SE VE LAS CARAS CON LAS AUTORIDADES
El 3 de noviembre de 2017, la Policía de Nueva York anunció que tenía suficientes pruebas para llevar a Weinstein ante la Justicia, pero no fue hasta el 11 de febrero de 2018 cuando el entonces fiscal general del estado de Nueva York, Eric Schneiderman, anunció que habían presentado una acusación.
Tras entregarse a la Policía neoyorquina el 25 de mayo, acusado de violación y abusos sexuales, el juez le impuso una fianza de un millón de dólares, que pagó, así como un localizador GPS y ordenó la retirada de su pasaporte.
Durante el proceso, Weinstein ha cambiado en dos ocasiones de equipo de abogados, y según el diario New York Times, alcanzó un preacuerdo por 44 millones de dólares para cerrar varias demandas presentados contra él.
Sin embargo, el próximo 6 de enero, se sentará en el banquillo acusado de asalto sexual, acto sexual criminal y violación en primer grado y en tercer grado.