Hoy, 8 de marzo, se celebra el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, en el que se pone de relevancia el papel de la mujer para construcción de las sociedades actuales, con múltiples reivindicaciones, especialmente aquellas enfocadas en el entorno laboral.
Sobre esta cuestión, España puede sacar pecho de encontrarse entre uno de los mejores países a nivel mundial para nacer mujer. De hecho, Women, Peace, and Security Index, enfoca a España como el quinto país de un total de 153 analizados por el índice.
En las siguientes líneas analizaremos por qué España se encuentra en una posición tan relevante a escala mundial. Y, sin caer en el conformismo, identificar cuáles son los problemas actuales para la mujer que están especialmente identificados en el área laboral.
España, el quinto mejor país para nacer mujer
Women, Peace, and Security Index, es un índice elaborado por la Universidad de Georgetown y publicado anualmente. Este índice se centra en torno a tres dimensiones básicas del bienestar: Inclusión (económica, social, política), justicia (leyes formales y discriminación informal) y seguridad (a nivel familiar, comunitario y social).
Bajo estos criterios descritos, el índice ofrece un listado sobre los mejores países: Islandia (1º), Noruega (2º), Suiza (3º), Eslovenia (4º), España (5º), Finlandia (6º), Canadá, Países Bajos y Suecia (empatados en 7ª posición), Bélgica y Singapur (empatados en 10ª posición), y Dinamarca, Alemania y el Reino Unido (empatados en 12ª posición).
Sin embargo, ningún país tiene excelentes resultados en todas y cada una de las dimensiones que se contemplan para la formación del índice. Por ejemplo, Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia, por ejemplo, registran tasas elevadas de violencia doméstica, y menos de la mitad de las mujeres de Bélgica, Eslovenia y España tienen un trabajo remunerado (sobre esta cuestión nos centraremos más adelante).
Todos estos países de elevados ingresos tienden a ocupar una posición solvente en el índice, pero podrían mejorar la situación jurídica de las mujeres. Por ejemplo, aunque Singapur tiene una cláusula de no discriminación en su constitución, no menciona explícitamente el género como una categoría protegida contra la discriminación. La Constitución de Islandia no contiene ninguna cláusula sobre la no discriminación por motivos de género.
El caso de España, el índice destaca positivamente en la inclusión de la mujer en la vida académica, financiera, o su representación parlamentaria. También se destacan los altos niveles de seguridad: bajos niveles violencia en el entorno familiar y la carencia de una violencia en el ámbito de sociedad o bien violencia organizada (terrorismo). A pesar de todos los puntos fuertes, el informe señala como carencias un “sesgo de hijo” y su peor posición residiría en el papel de la mujer en el entorno laboral.
El empleo y los costes de la conciliación: El gran problema para la mujer
Nos encontramos ante una situación el que, a pesar que se ha avanzado mucho en estos últimos años para la inclusión de la mujer en el trabajo, la mujer tiende a asumir gran parte de los costes vinculados a la conciliación, dedicando más tiempo frente al hombre. Ese tiempo extra no solo no está compensado (no existe una transferencia de renta entre las parejas) sino que se asume un coste de oportunidad laboral.
En la Unión Europea y sus Estados miembros, las mujeres siguen siendo los principales cuidadores de los niños y las personas mayores y los principales contribuyentes a las tareas domésticas. El 73% de los europeos afirman que las mujeres dedican más tiempo que los hombres a las tareas domésticas y actividades de de cuidados.
En promedio, las mujeres dedican 32 horas semanales a trabajo remunerado, pero 39 horas a trabajo no remunerado, en comparación con los hombres que realizan 41 horas remuneradas y 19 horas de trabajo no remunerado.
Para dar respuesta a las necesidades familiares, el género femenino asume un ‘plus’ de flexibilidad que estará vinculada a contratos temporales, parciales o incluso participar en el mercado negro. Es especialmente llamativa las cifras que se derivan de los contratos parciales en España: Ellas firman el 72% de los puestos de trabajo parciales.
Ante esa situación discontinua en el mercado laboral existe un mayor grado de dificultad tanto para ganar experiencia en el puesto de trabajo y promocionarse como trabajador, pudiendo ocupar finalmente puestos de dirección o CEO: Uno de cada tres puestos directivos tienen presencia femenina y únicamente el 6,3% de mujeres de puestos de directores generales.
Las mujeres suelen pasar más tiempo fuera del mercado laboral que los hombres. Estas interrupciones en su carrera no solo afectan a su remuneración por hora, sino también para reengancharse en su actividad laboral, sus futuros ingresos y, en consecuencia, la cuantía de sus pensiones.
Los últimos datos de la EPA nos muestran que en el mercado laboral tenemos más mujeres presentes que antes de la crisis. A pesar de todo, la tasa de actividad en el cuarto trimestre de 2018 era del 53,01% para las mujeres, nueve puntos porcentuales por debajo frente a la de los hombres (64,45%).
La plena igualdad estadística va en contra de las preferencias individuales
Según eurostat, la diferencia dsalarial entre hombres y mujeres es del 14,2%. Contextualizando este dato, queda por debajo de la UE (16,2%), Alemania, Francia, Reino Unido, Finlandia, Dinamarca o Bélgica. Este dato no significa que por el mismo trabajo un hombre cobre más que una mujer sino que, estadísticamente la remuneración de un hombre es más alta que una mujer.
Este matiz es importante porque sino estaríamos diciendo que, ante un mismo trabajo, cualquier empresario estaría dispuesto a pagar una prima económica para beneficiar a un género determinado, en este caso el género masculino, en contra de su cuenta de resultados.
Un hecho que no parece tener mucha lógica, pues una empresa busca maximizar sus beneficios y si las mujeres por el mismo trabajo (o misma aportación productiva) “cobraran menos” se reflejaría un bajo desempleo en el género femenino frente a un alto desempleo del género masculino.
Si bien hay un problema de imputación de los costes de la conciliación que van a espaldas de la mujer, aún resolviendo plenamente este problema, los hombres siguen ocupando estadísticamente trabajos de mayor valor añadido. Por ejemplo, trabajos vinculados a la enseñanza o cuidados tienden a tener una sobrerrepresentación femenina frente a las ingenierías en el que existe una sobrerrepresentación masculina.
Atendiendo a los datos del Instituto de la Mujer y para la Igualdad de Oportunidades, en las ingenierías, ciencias experimentales y arquitectura, la representación femenina se encuentra por debajo al 30% y en informática la cifra desciende hasta el 15%.
Conseguir una “igualdad estadística” implicaría, de facto, un control tanto para los hombres como para las mujeres en el momento de elegir qué preferencias académicas deben seguir y también, en que sectores productivos pueden incorporarse. Una acción política que por supuesto iría en contra de la libertad individual de elegir el proyecto de vida independientemente del género en cuestión.