BUENOS AIRES, Argentina — El 28 de octubre, tras elegir a Alberto Fernández, un veterano operador político que trabajó duro tras bambalinas durante la mayoría de su carrera, los argentinos eligieron a la izquierda para dirigir una nación que se encuentra desorientada debido a una profunda recesión.
La mente maestra detrás de su victoria fue la expresidenta Cristina Fernández, una lideresa muy polarizadora que decidió no competir para un nuevo periodo como presidenta y se conformó con ocupar el segundo lugar en la boleta.
La noche del 28 de octubre, una multitud de simpatizantes bailó con júbilo a las afueras de la sede electoral de los líderes peronistas.
Con más del 80 por ciento del conteo, Alberto Fernández había conseguido una ventaja suficiente como para evitar una segunda vuelta con el presidente Mauricio Macri, un político de centroderecha que no logró cumplir sus promesas de crecimiento económico que iban a impulsar las políticas de libre mercado.
Al dirigirse a sus entusiastas simpatizantes poco después de las 11 p. m., Alberto Fernández advirtió que el camino por delante iba a ser retador, pero tocó una fibra esperanzadora.
“Vamos a hacer la Argentina que nos merecemos”, exclamó, con una radiante Cristina Fernández a su lado. “No es verdad que estamos condenados a esta Argentina”.
El presidente electo aún debe trazar un mapa claro para sacar la economía de la depresión estabilizando el peso, el cual ha fluctuado sin control durante meses.
Sin embargo, el 27 de octubre, a medida que los argentinos se dirigían a votar, muchos albergaban la esperanza de que con el regreso de los peronistas al palacio presidencial se daría el primer paso para darle un vuelco a la situación.
“El peronismo siempre permitió la movilidad socioeconómica y una distribución más equitativa de la riqueza”, comentó Leonardo Duva, de 43 años y uno de los dueños de un restaurante-bar que rinde homenaje a los últimos dos presidentes peronistas y está ubicado en el barrio de San Telmo en Buenos Aires.
Durante semanas, el resultado de las elecciones parecía evidente: había un sentir generalizado acerca de que Macri, un exalcalde de Buenos Aires que obtuvo una victoria sorpresiva en 2015, iba a perder su campaña de reelección.
Su caída se puso en marcha en mayo pasado cuando Cristina Fernández, quien precedió a Macri y no tiene ningún parentesco con Alberto Fernández, anunció un inesperado plan de reaparición.
En vez de volver a competir por la presidencia, Cristina Fernández, quien enfrenta un juicio en uno de once casos de corrupción en su contra, optó por presentarse como candidata para vicepresidenta y nombró a Alberto Fernández, un operador político experimentado que nunca ha ocupado un cargo público importante, como el líder en la boleta.
Cristina Fernández, una lideresa populista de centroizquierda que gobernó Argentina de 2007 a 2015, dejó su cargo con una marca política muy dañada. Como presidenta, se distanció de los líderes de varias facciones dentro del movimiento político peronista y chocó con poderosos sectores empresariales y organizaciones noticiosas.
No obstante, cuando la economía de Argentina se sumergió en una recesión el año pasado, vio la oportunidad para hacer un regreso. María Victoria Murillo, politóloga argentina de la Universidad de Columbia, mencionó que daba la impresión de que Cristina Fernández se había percatado de que iba ser demasiado polarizadora para ganar como candidata a la presidencia, y había quemado demasiados puentes para gobernar eficazmente.
“Realizó un cálculo muy inteligente”, opinó Murillo. “Demostró una forma muy interesante de liderazgo”.
Al elegir a Alberto Fernández como su compañero de fórmula, Cristina Fernández pasmó a la clase política. Alberto Fernández, quien sirvió en varios gobiernos realizando trabajos administrativos, nunca había dado señales de tener aspiraciones presidenciales, y parecía sentirse más cómodo y eficaz trabajando tras bambalinas.
Además de una breve temporada como legislador en la ciudad de Buenos Aires, Alberto Fernández nunca ha ocupado un cargo de elección popular, lo cual lo vuelve una curiosidad en el peronismo moderno, el movimiento que ha dominado la política en Argentina desde la década de 1940. En términos políticos, el movimiento populista, nombrado así en honor a Juan Domingo Perón, un líder militar que gobernó el país de 1946 a 1955 y de nueva cuenta de 1973 a 1974, ha oscilado de izquierda a derecha, pero siempre ha asegurado ser un protector de los derechos de los trabajadores y de la justicia social.
Cuando el predecesor y esposo de Cristina Fernández, Néstor Kirchner, fue elegido presidente en 2003, nombró a Alberto Fernández para que fuera su jefe de Gabinete. Era una época de crisis. El país seguía desorientado tras un colapso económico ocurrido en 2001, durante el cual Argentina incumplió el pago de alrededor de 100.000 millones de dólares en deuda.
Cuando Cristina Fernández sucedió a su esposo en diciembre de 2007, Alberto Fernández permaneció un tiempo como jefe de Gabinete. No obstante, los dos tuvieron una riña y Alberto Fernández se volvió un crítico fulminante de su liderazgo y su manejo de la economía.
En mayo, cuando Cristina Fernández anunció que buscaba regresar al poder, con Alberto Fernández a la cabeza en la boleta, los videos de él donde aparecía criticando a su compañera de fórmula se propagaron con rapidez en redes sociales.
No obstante, los esfuerzos por desacreditarlo fracasaron, según Jorge Giacobbe, un analista político de Buenos Aires. En las elecciones primarias de agosto, Alberto Fernández derrotó a Macri por un margen de dieciséis por ciento.
El término principal con el que los votantes asocian a los Fernández es “esperanza”, comentó Giacobbe.
Alberto Fernández, un profesor de Derecho de 60 años de edad que continuó enseñando mientras hacía su campaña para la presidencia, ha proyectado la imagen de un hombre común y corriente que disfruta de las cosas sencillas como cantar en voz alta clásicos del rock mientras toca la guitarra. En la mañana del día de las elecciones, llevó a su collie, Dylan —en honor a Bob Dylan—, a un parque donde jugó a lanzarle la pelota.
En temas sociales, Alberto Fernández ha demostrado tener posturas más liberales que Macri: la más notable es el apoyo a la despenalización del aborto. Alberto Fernández tiene una relación cercana con su hijo de 24 años, Estanislao, quien es bisexual y ha promovido la candidatura de su padre vestido de “drag queen” en presentaciones en recintos de Buenos Aires.
En asuntos económicos, Alberto Fernández es considerado más pragmático que Cristina Fernández. Durante su periodo en la presidencia, recibió críticas por distorsionar las cifras económicas y crear una tela de retazos de subsidios insostenibles que prepararon el camino para la insolvencia del Estado cuando los precios de los productos básicos se desplomaron.
El 28 de octubre, varios votantes dijeron que sentían que no había buenas opciones.
“Tengo la diminuta esperanza de que algo podría cambiar”, comentó Noelia Mirta Tassone, de 42 años, cuando salió del módulo para votar en el barrio de Palermo en Buenos Aires. No obstante, mientras emitía su voto, el sentimiento principal era de desesperanza, mencionó.
“Este país cae en crisis cada diez años, sin importar quién esté en el poder”, señaló Tassone, quien votó por Macri en 2015, pero ahora lo quiere afuera del poder. “Sé que todos son unos ladrones, y estoy harta de quedarme esperando mientras me roban”.
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