Chile vive desde hace más de una semana la mayor ola de protestas de su era democrática, un fenómeno también inédito en el país austral por carecer de un líder que personifique los múltiples reclamos y por el apabullante poder de ‘autoconvocatoria’ de la propia sociedad en redes sociales.
A diferencia de otros episodios de protestas en Chile, como el movimiento estudiantil de 2011 que encabezó la ahora diputada de izquierdas Camila Vallejo, esta vez nadie está al frente de las movilizaciones, que se activan con apenas una simple convocatoria en las redes sociales que se hace viral.
Las concentraciones comienzan con unas decenas de personas en espacios públicos como la Plaza Italia de Santiago, que es el punto neurálgico de estas protestas, pero conforme avanza el día se van sumando más y más personas hasta llegar a ser cientos de miles, que no se van hasta que actúan los antidisturbios.
Son tantas las reclamaciones acumuladas por las clases medias chilenas que el espectro de estas protestas va desde los estudiantes universitarios hasta los pensionistas, y abarca demandas contra prácticamente los altos costes de casi todos los servicios básicos, con especial ahínco en la educación y la salud.
‘Sin duda el uso de las redes sociales ha sido un catalizador importante para poder aglutinar personas y para que circule mucha información, lo que hace más fácil que se sumen adeptos’, explicó a Efe la socióloga Gloria De la Fuente.
UNA GENERACIÓN SIN LOS TRAUMAS DE LA DICTADURA
La especialista indicó que desde la perspectiva sociológica es complicarlo denominarlo movimiento social porque en su acepción clásica este debe tener una demanda concreta, lo que no sucede aquí.
‘La demanda ha ido mutando en la semana. Primero era el alza del pasaje del metro, después la medida de excepción de los militares en las calles y ahora prima la idea de un nuevo cambio o pacto, y eso es una nueva Constitución’, apuntó.
Sobre el hecho de que todas las demandas se hayan aglutinado a la vez, De la Fuente apuntó a los jóvenes como los que han terminado por hacer despertar al resto de la sociedad chilena, tanto a sus padres como a sus abuelos.
Se trata de ‘una nueva generación que no tiene los traumas de la dictadura y tiene menos menor a enfrentarse a las autoridades por las injusticias’, según dijo De la Fuente.
PERSONAS DE TODAS LAS EDADES Y CLASES
En la Plaza Italia se puede encontrar a personas de todas las edades y clases que comparten la misma indignación y, al reunirse, se retroalimentan en su confianza por alcanzar cambios.
‘El pueblo se empoderó. Nos empoderamos todos con justa razón. No necesitamos un vocero porque ya la voz pública se hizo escuchar. Es evidente, es latente. Lo estamos viendo y escuchando’, aseguró a Efe Sebastián Mora, un trabajador en la treintena.
Mora llegó empujado por su indignación, especialmente con la ‘usura’ y el ‘robo’ a las clases medias. ‘Pagamos impuestos pero todo está privatizado: farmacias, gasolineras, comercios, hospitales y carreteras… y este es el resultado’, señaló.
A unos metros está Ailín Salgado, una adolescente universitaria que porta un cartel contra Piñera y quien piensa que estas protestas ‘no buscan un líder, porque no es por un partido ni por una religión’.
‘Esto es un pueblo que quiere los mismos derechos. Nosotros luchamos por la igualdad. Si vamos remando todos juntos, podemos conseguir las demandas que estamos pidiendo’, apuntó Salgado.
Con una bandera de Chile en la mano, Felipe Candia, un hombre de mediana edad, aseguró a Efe que la gente ‘se autoconvoca’ porque en estas protestas los líderes son todos para pedir a Piñera ‘vivir dignamente’. ‘No queremos hacernos ricos como él’, exhortó.
TODOS SON LÍDERES
Javiera Delanoir, que vive en la Plaza Italia, reconoció que ‘no hay un llamado de alguien concreto, pero sí hay muchos que están llamando en redes’. Nosotros respondemos a eso. Quizás si hubieran llamado de un partido, no habría resultado igual’, apostilló.
Para ella ‘lo fundamental es la Constitución, que viene de la dictadura y como texto fundamental del país está todo mal. Eso ya deriva hacia los abusos que se han visto en estas manifestaciones, con toques de queda y violencia excesiva’.
Caty Arroyo, madre de familia, lamentó que ‘desde que volvió la democracia, el pueblo no ha tenido igualdad’. ‘Hay una diferencia muy grande entre la gente rica, que es muy poca, y todos nosotros. Trabajamos muchas horas, los sueldos no suben y cada día la vida es más cara’, añadió.
Su suegra Hortensia Zoiza es una pensionista que recibe una mensualidad ‘miserable’ de 107.000 pesos (147 dólares). ‘Me subieron dos lucas (2.000 pesos o 2,75 dólares) y le tengo que pagar a mi hija 20.000 (27,5 dólares) para el teléfono’, lamentó.
Cada uno tiene un reclamo más importante que otro, pero todos se solidarizan por las demandas de los demás, y eso da a estas protestas una fortaleza que el Gobierno ni siquiera había anticipado en el peor de sus pronósticos. EFE/Fernando Gimeno