Por: Ling Almánzar
Individuos vinculados a sonados asesinatos y homicidios han sido, a su vez, abatidos en cárceles dominicanas, mientras que otro recluso trató recientemente de quitarse la vida envenenándose.
De alguna manera, Rolando Florián Féliz y Carlos Collares fueron cazadores cazados. El primero fue un reconocido narcotraficante, implicado también en un asesinato. Lo mataron en la cárcel de Najayo, en el 2009.
Collares, a su vez, fue ultimado a puñaladas en la prisión de Monte Plata, en el 2002. Estuvo ligado al asesinato del senador Darío Gómez, unos meses antes. Ángel Martínez Candelario (Angito), asesino del general retirado Juan René Beauchamps Javier, reveló que recibió fuertes amenazas dentro de la prisión. Tuvieron que proteger su integridad física.
El caso de Argenis Contreras es mucho más reciente. Hace unos días apenas, trató de quitarse la vida ingiriendo un puñado de pastillas y una porción de insecticida. Lo atendieron a tiempo para evitar lo peor.
Florián Féliz
Uno de los casos más sonados y escandalosos fue el de Florián Féliz, quien fue condenado y resultó muerto a tiros durante un confuso incidente en el penal de Najayo, donde estaba encerrado.
El hecho sucedió en mayo del 2009, cuando el capo se dio un tremendo vacilón junto a otros prisioneros, utilizando para ello sus privilegios en la celda. Allí dentro tenía electrodomésticos, vivía cómodo; y recibía mujeres, sobre todo. Su celda era una especie de cabaña entre rejas. Pero ese día le llegó la muerte.
Luego se supo que estaba alcoholizado. Tuvo un violento altercado con funcionarios penitenciarios. Trató de herir al teniente coronel Pulinario Rodríguez, y logró herir en la boca y en un dedo al capitán Lino de Oca Jiménez, quien ripostó disparándole. Florián Féliz fue llevado a un hospital, pero expiró.
El hombre había tratado de escaparse, primero de la cárcel de Monte Plata y luego, de la de Najayo. En ambas hizo sendos hoyos para tratar de darse a la fuga, pero fue descubierto cada vez. Se le atribuyó, además, el asesinato de Víctor Augusto Féliz, hijo del exsenador Augusto Féliz Matos.
Carlos Collares
Otro caso sonadísimo fue el de Carlos Gerónimo Alfonseca, mejor conocido como Carlos Collares, un sujeto vinculado al asesinato, en diciembre del 2001, del senador Darío Gómez.
Fue condenado a 30 años de cárcel por el crimen, al igual que los demás implicados: Ernesto Antonio Meléndez (El Chino), Pedro Urbano Piña (Kelvin), Ramón Antonio Rosario (El Gringo) y Domingo Daniel Minaya (El Mago). Meses después, en el 2002, fue asesinado a puñaladas por Liborio Heredia Valdez (Tunga) en la cárcel de Monte Plata.
Tunga estaba purgando una condena de 30 años por haber asesinado a su exconcubina y agredir a su suegra y a una cuñada.
Dicen que Collares sabía el nombre de la persona que mandó a matar al senador. Y dicen, además, que esta muerte estuvo relacionada con un poderoso cartel de drogas colombiano.
Argenis Contreras
Hace unos días, Argenis Contreras ingirió un puñado de pastillas para la presión arterial junto a una porción de insecticida, con la finalidad de quitarse la vida, dentro de la misma cárcel de Najayo.
Gracias a la rápida intervención de las autoridades, no pudo materializar sus propósitos suicidas y se recuperó en el hospital Juan Pablo Pina, a donde lo llevaron con la prontitud que ameritaba el caso. Ahora, está recibiendo tratamiento psicológico para que no vuelva a atentar contra su propia vida. Se desconocen los motivos de su intención suicida.
A Contreras le echaron 20 años por la muerte de Yuniol, ocurrida en el 2017; esa primera condena fue anulada. Pero hace unos meses lo volvieron a condenar a los mismos 20 años, sentencia que está cumpliendo en Najayo.
Beauchamps Javier
Otro caso muy sonado fue el de Ángel Martínez Candelario (Angito), encontrado culpable de asesinar al general retirado Juan René Beauchamps Javier en el año 2000. Le cantaron 30 años de cárcel.
En prisión, dijo que temía por su vida y reveló que un alto jefe militar lo contrató para que cometiera el crimen. Además de matar a Beauchamps Javier, ultimó también al canadiense Robert Hepier.
A partir de entonces, un velo de misterio cubre el caso. Así que nunca más se ha sabido de Angito. Casi un cuarto de siglo después, no se sabe en el penal donde está recluido, ni qué ha pasado con él.