Sentirse ansioso o preocupado es una experiencia común para muchos en la vida diaria que puede estar asociada con situaciones específicas. La agorafobia es un tipo de trastorno de ansiedad que se caracteriza por un marcado temor o ansiedad en dos o más de las siguientes cinco situaciones: (a) uso del transporte público; (b) estar en espacios abiertos; (c) estar en espacios cerrados; (d) de pie en una fila o multitud; y (e) estar fuera de la casa solo.
Además, debido a tal ansiedad, el individuo teme o evita la situación, lo que casi siempre provoca temor y ansiedad. Por lo tanto, estas situaciones se evitan activamente, y el sujeto generalmente tiende a requerir la presencia de un compañero para reducir la ansiedad cuando se enfrenta ellas.
“En primer lugar, la agorafobia clásicamente es descrita como el temor a los espacios abiertos, aunque también puede incluir temor a otro tipo de espacios generalmente públicos. La persona desarrolla una situación de ansiedad y temor frente a esos espacios y los evita”, explicó en diálogo con este medio Maximiliano Martínez Donaire, psicoanalista y exsecretario científico del Claustro de la Asociación Psicoanalítica.
Es importante comprender que la ansiedad experimentada está fuera de proporción con la amenaza real que representa la situación y el contexto sociocultural. El miedo, la ansiedad y la evitación son persistentes, y por lo general, duran 6 meses, contribuyendo a una interferencia significativa en el funcionamiento personal, social y laboral del individuo.
“‘Agora’ hace referencia a los lugares amplios y ‘claustro’ a los lugares chicos. En realidad, el término agorafobia implica en la actualidad el temor a permanecer tanto en lugares cerrados como puede ser un colectivo o en lugares abiertos, como una manifestación, en donde sea difícil obtener algún tipo de ayuda y en donde uno vaya a estar solo”, aseveró en diálogo con Infobae Juan Cristóbal Tenconi psicoanalista y psiquiatra miembro de la misma asociación y de la International Psychoanalytical Association.
Según el Servicio Nacional de Salud, NHS por sus siglas en inglés, la condición es dos veces más común en mujeres que en hombres. Y si bien se dice que el dos por ciento de la población tiene trastornos de pánico, solo alrededor de un tercio de ese total desarrolla agorafobia.
En una entrevista con The Sun, la estrella del pop Robbie Williams confesó que, a pesar de los años de actuación ante grandes audiencias en arenas de todo el mundo, la agorafobia lo dejó incapacitado para dejar el sofá de su casa: “Eran mi cuerpo y mi mente los que me decían que no debía ir a ninguna parte, que no podía hacer nada”. Por su parte, la estrella de One Direction Liam Payne también reportó haber sufrido la condición.
Para los especialistas, se trata de mucho más que un miedo paranoico a los espacios abiertos, ya que la condición suele ser una dolencia psicológica mucho más amplia y complejarelacionada con conjuntos específicos de circunstancias propias de la persona que la padece.
Una interacción entre factores genéticos, biológicos y psicosociales
Como es el caso en la mayoría de los otros trastornos de ansiedad, se han sugerido múltiples teorías y factores que contribuyen al desarrollo de la agorafobia. Sin embargo, ningún factor causal único ha sido implicado completamente. La etiología de la agorafobia implica una interacción entre factores genéticos, biológicos y psicosociales.
Esencialmente, se trata de un trastorno de pánico que se origina cuando el paciente asocia los sentimientos de ansiedad extrema con un tipo de lugar o situación (a menudo como resultado de un trauma pasado) y luego desarrolla mecanismos de afrontamiento para evitar enfrentarlos.
Esto podría significar nunca salir de la casa o aventurarse solo o hacer compras en línea para evitar interactuar con otros. Una consecuencia de esto puede ser una creciente dependencia de un “cuidador” o “facilitador”.
“Si bien sus causas no son específicas, uno puede hablar de cierta cuestión genética de la que Sigmund Freud hablaba hace más de un siglo. El padre del psicoanálisis planteaba por una parte, las cuestiones hereditarias y por otra, las vivencias infantiles. Un ejemplo de las últimas pueden ser padres muy sobreprotectores que no dejan salir a los chicos de casa y alguna situación desencadenante externa que puede haber transformado el mundo en algo amenazador”, advirtió Tenconi.
Para Martínez Donaire, la agorafobia, desde el psicoanálisis, se comprende como un síntoma. Este da cuenta de algún tipo de conflicto o fuente de angustia, inconsciente para el sujeto que la intenta resolver, abordar, o tramitar a través del síntoma. “Allí donde hay un conflicto generador de angustia, el síntoma se presenta como un intento fallido de resolución. Porque el mismo acarrea problemas en sí mismo: es inhabilitante, genera angustia o dificultades y los sujetos lo padecen”, indicó.
¿Cuales son los síntomas y los tratamientos?
Cuando se desencadena, el sujeto a menudo experimenta síntomas similares a los asociados con ataques de pánico. Esto incluye típicamente un ritmo cardíaco acelerado, hiperventilación, náuseas y sudoración febril.
La agorafobia puede manifestarse como un subproducto de otros trastornos psicológicos, pero también puede ser provocada como una reacción a experiencias particulares, como estar involucrado en un accidente o sufrir un duelo.
Dependiendo de la gravedad de la agorafobia, se pueden recomendar diferentes tratamientos. En algunos casos, los cambios simples en el estilo de vida pueden marcar la diferencia. En casos más graves, los médicos pueden prescribir terapia cognitiva conductual, terapia de relajación o medicación, típicamente inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, que también se usan para tratar la ansiedad y la depresión.
“Un tratamiento psicoanalítico va a tratar de develar progresivamente cuáles son las fuentes de angustia para ese sujeto y por qué no las puede resolver. Por lo tanto, la eventual superación del síntoma va a tener que ver con poder ir develando esas fuentes de angustia, que son inconscientes en un inicio”, concluyó el experto.
Fuente: Infobae