Cuando Patricia Otero vio cómo el presidente de la Federación Española de Fútbol empañaba la mayor victoria en la historia del deporte femenino español al besar por la fuerza a una jugadora en los labios durante la entrega de medallas de la Copa del Mundo, no se sorprendió.
Para esta futbolista aficionada, el beso que Luis Rubiales propinó a la delantera Jenni Hermoso fue simplemente el ejemplo más público y notorio del trato que ella y sus compañeras de equipo recibieron cuando eran más jóvenes.
“Eso lleva pasando toda la vida”, dijo Otero, de 30 años a The Associated Press desde Málaga, la ciudad del sur del país donde sigue jugando al fútbol cuando no ejerce como profesora de secundaria. Y el intento de justificación de Rubiales diciendo que era como el que le habría “dado a mis hijas”, le sonó inquietantemente familiar.
“Yo tuve un entrenador que nos tocaba el culo, siempre estaba con gestos súper cariñosos y nos decía ‘Eres como mi hija’. Además, te pasa en un momento en el que tampoco eres tan adulta como para sopesar que eso es importante”, contó. “Y lo ves como normal”.
Aunque las mujeres siguen luchando por la igualdad en el fútbol español — Otero cuenta que su equipo ha tenido que vender boletos para asumir el costo de los desplazamientos y limpiar su vestuario, mientras que el masculino no hacía ni lo uno ni lo otro — la reacción, tanto en España como fuera de ella, al beso televisado ante una audiencia global ha sido de condena generalizada.
Hermoso dice que no fue consentido y, a pesar de las afirmaciones de Rubiales en el sentido contrario, la opinión pública ha respaldado a la futbolista del Pachuca de México, de 33 años. El único apoyo público que mantiene Rubiales, de 46, viene de su madre, que escenificó una corta huelga de hambre en protesta por la caída en desgracia de su hijo antes de terminarla el miércoles.
Aunque la conducta del hombre más poderoso del fútbol español acaparó la atención que debían haber recibido las flamantes campeonas mundiales, España está tomando medidas para convertir la crisis en el reconocimiento del sexismo que existe en el deporte en un país donde los avances en otras áreas lo han colocado a la vanguardia de Europa en igualdad.
A pesar de la insistencia de Rubiales en que no ha hecho nada malo, el gobierno español, los sindicatos de futbolistas, los clubes, los aficionados y, lo más importante, Hermoso y sus compañeras, consideran su acto como un abuso de poder sexista que ya no es tolerable. La FIFA, el ente rector del fútbol mundial, suspendió a Rubiales por 90 días, y el gobierno está tramitando su inhabilitación para el cargo.
La condena a Rubiales, quien también se agarró la entrepierna en un gesto obsceno en el palco de autoridades, donde estaba acompañado de la reina Letizia y de su hija adolescente, la infanta Sofía, tras la victoria de La Roja en la final del 20 de agosto, se ha extendido más allá del gobierno y de los poderes en el mundo del fútbol.
Los aficionados que acudieron a los partidos masculinos de la popularísima liga española durante el fin de semana entonaron cánticos pidiendo la marcha de Rubiales, mientras que cientos de personas se congregaron en el centro de Madrid en apoyo a Hermoso.
Rubiales tuvo la oportunidad de renunciar el viernes pasado. En su lugar, ofreció un discurso ante los miembros de la RFEF (las iniciales de la federación) en el que dijo ser víctima de una caza de brujas por parte de “falsas feministas”.
Aunque históricamente el sexismo ha estado muy arraigado en el país, Rubiales ha no se ha adaptado a la rápida evolución de las costumbres sociales. El activismo en favor de los derechos de las mujeres lleva décadas ganando terreno, pero se disparó en 2018 tras una violación grupal de alto perfil considerada el equivalente al movimiento “Me Too” en España.
Desde entonces, se han aprobado leyes para proteger el derecho al aborto y promover la igualdad en el lugar de trabajo. La legislación que define el consentimiento sexual se considera una de las más ambiciosas de Europa.
En las entrevistas de AP con mujeres futbolistas y de otros ámbitos, hubo consenso en que un acto como el cometido por Rubiales habría sido ampliamente ignorado hace apenas 10 años.
Marisa Soleto, presidenta del colectivo feminista Fundación Mujeres, señaló que el país ha experimentado un cambio radical en los últimos años.
“Lo que expresa esta posición unánime (…) de la sociedad española es que hay mucha gente que entiende que no hace falta pegarle una bofetada a una mujer para que un acto no consentido se convierta en violencia”, dijo Soleto acerca del beso que ha generado tanta indignación.
La oleada del apoyo a Hermoso se ha concentrado bajo el lema “Se Acabó”, iniciado por una de las estrellas de la selección femenina, Alexia Putellas. Desde entonces, se ha convertido en un llamado contra Rubiales, y los jugadores del equipo masculino del Sevilla lucieron la frase en camisetas antes de su partido del fin de semana.
Lisa Banks, una abogada especializada en derechos civiles y laborales en Washington, dijo que el acto de Rubiales fue un “momento de aprendizaje (…) para los hombres en el poder, para los hombres en el deporte, de que una agresión es una agresión, aunque ocurra en un momento de júbilo”.
Pese a que Rubiales ha logrado alinear a casi todo el espectro político español en su contra, entre la jerarquía futbolística tuvo cierto respaldo al principio.
La tajante negativa de Rubiales a dejar el cargo — y la afirmación de que era víctima de una campaña de desprestigio feminista — fue recibida la semana pasada con fuertes aplausos por parte de los asistentes a una asamblea extraordinaria de la RFEF, entre cuyos 140 miembros hay apenas seis mujeres. El seleccionador femenino, Jorge Vilda, y el masculino, Luis de la Fuente, estuvieron entre los que aplaudieron.
Pero tras la suspensión de la FIFA, sus últimos partidarios le soltaron la mano y los jefes de las federaciones regionales exigen ahora su renuncia. Esta semana, la fiscalía abrió una investigación preliminar para tratar de determinar si el beso fue un delito de agresión sexual, y el plantel que logró el cetro mundial en Sidney anunció que no volverá a jugar mientras continúen los actuales dirigentes de la RFEF.
Para Beatriz Álvarez, la presidenta de la liga profesional femenina española, detrás de la caída de Rubiales hay algo más que “una guerra de sexos o del feminismo”.
“Para empezar el “pico” (…) es un beso del jefe a la trabajadora, que la coge por la cabeza y le da un beso”, apuntó Álvarez.
AP