El país durmió con una sonrisa. Y despertó a pura emoción, con el nudo atravesado en la garganta, a la espera de la sexta final de una Copa del Mundo que la selección argentina disputará el próximo domingo.
“Buen día, finalistas”, fue el mensaje que más se replicó este miércoles, ya fuera en persona, en las redes sociales, en la radio o en la televisión, y en medio de la resaca que dejaron los festejos masivos que estallaron el martes por la tarde en todas las ciudades desde el extremo sur al norte, desde Ushuaia a La Quiaca.
En el momento en que sonó el silbatazo final del partido en el que Argentina goleó 3-0 a Croacia, las calles se tiñeron de azul y blanco. De bailes, brindis y cantos. De abrazos entre conocidos y desconocidos. Los automovilistas hacían sonar sus bocinas. Otros agitaban banderas de todos los tamaños. Mostraban con orgullo sus camisetas de la selección.
El número 10 y el apellido Messi predominaban, aunque ayer se consolidó un nuevo ídolo: Julián Álvarez, ‘La Araña’, un jugador de 22 años autor de dos de los goles de la victoria, y que, en total, ya acumula cuatro en Catar.
Por eso se viralizó el video de una entrevista que le hicieron cuando apenas tenía 11 años y en la que confiesa que su mayor sueño es jugar un Mundial y que su ídolo máximo es Lionel Messi.
Hoy está cumpliendo sus sueños y el de millones de argentinos que anhelan ganar por tercera vez la Copa que ya obtuvieron en Argentina 78 y en México 86.
El novedoso fervor hacia Álvarez queda demostrado en la espontánea procesión que se organiza a una calle que homenajea a un jurista homónimo en la ciudad de Buenos Aires, pero que amanece invadida de mensajes de apoyo a un jugador que, con sus goles inverosímiles, ha conquistado por completo a los hinchas.
“¡Gracias Julián!”, “Te queremos, Araña”, “Lio y Juli, un solo corazón”, dicen algunos de los mensajes que pegan los fans que se fotografían exultantes en la esquina de la calle Julián Álvarez y la avenida Córdoba, que, además, justo es la ciudad natal del jugador.
El furor es total. La estatal Aerolíneas Argentinas anuncia dos vuelos extraordinarios para viajar a Doha el 16 de diciembre, para llegar en vísperas de la final. Se agotan en solo media hora.
Tensa espera
Todos los barrios eran una fiesta, pero en Liniers los reflectores apuntaron hacia otro personaje que ya quedó para la historia del futbol: ‘La abuela lalalá’, una señora que partido tras partido salió exultante a celebrar los triunfos de la selección junto con los jóvenes del barrio que la recibían con cantos.
En la fase de grupos apenas eran un puñado, pero el martes, confirmado el pase a la final, una multitud que ya también incluía a medios de comunicación se acercó a ovacionarla, a rodearla, a bailar con ella.
Los festejos, como siempre, tuvieron su epicentro en la capital, pero la alegría colectiva que se aglutinó alrededor del Obelisco, el símbolo nacional, se vio empañada por un inexplicable operativo policial que valló calles para frenar el paso de la gente que llegaba en masa y que incluyó una represión con persecuciones, gases lacrimógenos y detenciones.
A pesar de todo, la ciudadana se resistió a que le quitaran el sentimiento de felicidad que, en los próximos días, volverá a mutar en estrés, en nerviosismo, pero que permite dejar a un lado por un rato los problemas cotidianos, la crisis económica, la inflación del 100 %, los estragos del cambio climático que hace que ya se padezcan a diario más de 35 grados a pesar de que todavía ni siquiera es verano.
Nada de ello importa ahora que abundan las bromas para exigirle al presidente Alberto Fernández que decrete feriado por lo menos hasta el lunes, para que solo haya servicios de emergencia porque casi nadie está en condiciones de trabajar.
La mente y el espíritu están tomados por el futbol, el amor a Messi y a Álvarez; al técnico Lionel Scaloni; al arquero Damián ‘Dibu’ Martínez (héroe en los penales ante Países Bajos); y a la selección completa, un equipo que ha seducido como pocos a la exigente hinchada argentina.
Gracias
“De verdad marcaste le vida de todos y eso es para mí más grande que cualquier Copa del Mundo”, le dice la periodista Sofía Martínez a Messi al término del partido. La entrevista se viraliza porque refleja a cabalidad los sentimientos de un pueblo que está de fiesta.
“Se viene la final de la Copa y quiero decirte que, más allá del resultado, hay algo que no te lo va a sacar nadie: atravesaste a cada uno de los argentinos, de verdad te lo digo. No hay nene que no tenga tu remera (…) es un agradecimiento por un momento de felicidad tan grande que le hiciste vivir a tanta gente, ojalá te lo lleves en el corazón porque creo que es más importante. muchísimas gracias, capitán”, añade mientras Messi la mira con ternura y los ojos vidriosos.
Son las lágrimas que se agolpan, también, en la gente que comparte una y mil veces postales de Diego Armando Maradona, el mejor jugador en la historia de este país que falleció hace dos años, el campeón de México 86 que se ha reconvertido en cábala en Catar 2022.
Sus videos, sus camisetas, sus conferencias de prensa, sus goles, su jugadas, las canciones en su honor… todo sirve para invocarlo, para pedirle que interceda desde el cielo y ayude a la selección. Hasta ahora, no defrauda.
La gratitud se expande hacia las inesperadas hinchadas que se multiplican en otros países y que lidera Bangladesh, ese país que vive cada partido de la selección argentina como propio, en donde desafían la diferencia horaria y salen en plena madrugada para celebrar los resultados que los van acercando a la meta.
De ahí que, en los festejos en Argentina, la bandera nacional ya ondee junto con la de Bangladesh; que haya transmisiones en vivo desde Daca para saber cómo están celebrando del lado de allá; que se hagan campañas para que la selección vaya a jugar por lo menos un partido amistoso.
La hermandad deportiva llegó a la política. Tanto, que el Gobierno del presidente Alberto Fernández ya anunció la reapertura de la embajada argentina en Bangladesh, que ha estado cerrada desde 1978, el año en el que Argentina ganó su primera Copa.
El domingo ansían levantar la tercera.