El fundador de WikiLeaks, Julian Assange, detenido en el Reino Unido, proseguirá su lucha legal en contra de su extradición a Estados Unidos en otra audiencia fijada para el 12 de junio, con su salud cada vez más deteriorada.
El australiano, de 47 años, no compareció hoy por videoconferencia desde la prisión de Belmarsh ante la Corte de Magistrados de Westminster, donde se celebró una escueta vista preliminar de su caso, de apenas cinco minutos, por sentirse indispuesto.
El abogado Gareth Peirce explicó que su cliente, que quiere evitar a toda costa ser llevado a Washington, donde se le reclama por haber conspirado para interceptar un ordenador del Pentágono, “no se encuentra muy bien” y ha sido trasladado a la unidad hospitalaria de la cárcel, donde está siendo atendido.
Apenas unas horas antes de celebrarse la vista, un portavoz de WikiLeaks manifestó hoy su “grave preocupación” por la condición física y mental de Assange, al parecer cada vez más delicado.
“Durante las siete semanas que ha permanecido en Belmarsh, su salud ha continuado deteriorándose y ha perdido peso de manera dramática. La decisión de las autoridades de prisión de trasladarlo a la unidad sanitaria habla por sí sola”, subrayó el portavoz.
Esa misma fuente condenó “con rotundidad” la negativa de una corte sueca a posponer una audiencia prevista allí para el 3 de junio en base a la salud del periodista.
Además, otro de los abogados del equipo de defensa del australiano, Per Samuelson, señaló, por su parte, que la condición de Assange ha llegado a un punto de deterioro tal, que el pasado viernes “no era posible mantener una conversación normal con él”.
La lucha legal de Assange con la justicia sigue poniendo en pie de guerra a sus muchos simpatizantes. El realizador de documentales John Pilger alertó hoy, a la entrada del tribunal, de que todos los medios de comunicación se encuentran ahora “en grave peligro”.
“Todos los periodistas deberían estar aquí. Lo que le está ocurriendo a Julian Assange podría con seguridad, casi seguramente, ocurrirle a muchos otros periodistas”, manifestó.
Agregó que “hoy es Julian Assange, mañana será la Press Association, si cuentan la verdad, el New York Times, el Guardian, todos los demás. Si realmente hacen periodismo, corren ahora un grave peligro”.
El pasado 2 de mayo, el australiano ya rechazó su entrega a EE.UU. al defender su apuesta por un periodismo “que ha protegido a muchas personas”.
Previamente, el día 1, otro tribunal londinense, el de Southwark, le condenó a una pena de 50 semanas de cárcel por haber roto en 2012 las condiciones de su libertad condicional.
Assange infringió las condiciones de su libertad condicional cuando el 19 de junio de 2012 se refugió en la embajada de Ecuador de Londres para no ser llevado a Suecia, que lo requería en relación a presuntos delitos sexuales que él siempre ha negado.
Tras extinguir todos los recursos legales en este país, acudió al anterior Gobierno ecuatoriano de Rafael Correa, que le permitió refugiarse en su legación londinense durante casi siete años.
El australiano siempre ha mantenido que le daba miedo que Suecia lo entregara a EE.UU., donde temía por su vida.
El pasado 11 de abril, Assange fue detenido por agentes británicos poco después de que el actual presidente ecuatoriano, Lenín Moreno, zanjara el asilo diplomático.
Paralelamente, EE.UU. acusa al activista de conspiración para infiltrarse en sistemas informáticos, al acordar descifrar la clave de un ordenador del Pentágono con información clasificada.
Según sostiene Washington, en marzo de 2010, el australiano se coordinó con la exsoldado Chelsea Manning -por aquel entonces analista de Inteligencia del Departamento de Defensa bajo el nombre de Bradley Manning- a fin de acceder a material clasificado del Gobierno.
Ese tándem posibilitó la filtración mediante WikiLeaks de más de 700.000 documentos confidenciales con información sobre los conflictos de Irak y Afganistán y cables del Departamento de Estado.
Esa divulgación masiva de información reservada asestó un duro batacazo a la diplomacia norteamericana. EFE