El papa Francisco aseguró este jueves en una audiencia con un grupo de formadores de seminarios de América Latina, que su misión “no es formar ´súper hombres´, sino todo lo contrario”, pues los sacerdotes están sujetos a las mismas “fragilidades, límites y errores” que el resto de la humanidad.
“Su misión no es formar ´super hombres´que pretendan controlar todo y ser autosuficientes, sino lo contrario, formar hombres que con humildad sigan el proceso elegido por el hijo de Dios”, dijo a los participantes en el Curso para Rectores y Formadores de Seminarios Latinoamericanos, a quienes “venidos de casi todos los países del Continente y del Caribe” agradeció su labor.
El pontífice destacó también “uno de los desafíos más relevante” a los que se enfrentan la formación sacerdotal ” es que sean verdaderas comunidades cristianas, lo que implica no sólo un proyecto formativo coherente, sino también un número adecuado de seminaristas y formadores”.
“Este desafío exige en no pocas ocasiones empeñarse en crear o consolidar Seminarios interdiocesanos, provinciales o regionales. Se trata de una tarea que los Obispos deben asumir sinodalmente, especialmente a nivel de las Conferencias Episcopales regionales o nacionales, en la cual ustedes están llamados a colaborar con lealtad y proactividad”, añadió.
Para ello, pidió a los formadores “dejar inercias y protagonismos e iniciar a soñar juntos, no añorando el pasado, no solos, sino unidos y abiertos a lo que el Señor hoy desea como formación para las próximas generaciones de presbíteros inspirados por las actuales orientaciones de la Iglesia”.
En un largo discurso, en el que mencionó “el gran aporte” de sus antecesores Juan Pablo II y Benedicto XVI en la formación “permanente” de los sacerdotes y “una visión antropológica integral” del seminarista, Francisco insistió en el “carácter eminentemente comunitario” de la formación sacerdotal.
También destacó que “una sana maduración humana coherente con la consolidación de la propia vocación y misión, que incluye la normal superación de dificultades y períodos de crisis, permite al sacerdote formador renovar constantemente su base” y uno sus indicadores es “la disposición a escuchar y a empatizar con los demás”.
EFE