Las relaciones íntimas siempre han sido un tema natural, considerado banal, que poco a poco se ha ido normalizando, pero sobre las que aún siguen existiendo factores que pueden presionar y atemorizar. Esa misma “normalización” que se ha extendido en la sociedad puede influir y ser responsable de cierta presión, directa e indirecta, especialmente entre las personas más jóvenes. De hecho, muchas personas que aún son vírgenes acostumbran a tener mucho más miedo a que se sepa que lo son que a cualquier otro aspecto relacionado con su sexualidad.
Y es esa misma presión y obligación la que puede hacer crecer miedos, bloqueos, e incluso llegar a crear una fobia. No querer encontrar el momento íntimo idóneo con la pareja, buscar excusas para evitar las relaciones u obligarse a uno mismo a “hacerlo” para no hacer sentir mal a la pareja son ejemplos de conductas que podrían acabar por desembocar en un problema de erotofobia o miedo al sexo.
“Se trata de un rechazo continuado y persistente al contacto físico o a una situación no física que está relacionada con algún aspecto de la sexualidad, como el miedo a una conversación intima, a estar a solas, a los besos o caricias o a que lo/la vean sin ropa, no solamente es el miedo a la penetración o a la falla eréctil o eyaculatoria. Este rechazo puede ir acompañado de una crisis de ansiedad con taquicardia, taquipnea (aceleración de la frecuencia respiratoria), sudoración en manos y pies y sensación de angustia”, sostuvo en diálogo en con este medio la doctora Beatriz Literat, médica sexóloga clínica y ginecóloga del Departamento de Gineco-Sexo-Estética de Halitus Instituto Médico.
Algunas personas que sufren esta fobia eligen vivir su vida de manera asexual, es decir, sin tener relaciones sexuales, y otras tienen serias dificultades para mantener relaciones íntimas con otras personas de manera satisfactoria. Generalmente, la causa de esta fobia es el aprendizaje asociativo o condicionamiento clásico que ocurre cuando una persona experimenta un evento traumático relacionado con el sexo y la sexualidad, por ejemplo, al haber sufrido una mala experiencia sexual en el pasado o por haber sido objeto de burlas. Ahora bien, las creencias irracionales y la mala educación sexual también pueden causar que la persona desarrolle esta fobia. Algunos autores afirman que algunas personas son más propensas que otras a desarrollar este tipo de patologías debido a la genética.
Walter Ghedin, médico psiquiatra y sexólogo, afirma que “las causas de la erotofobia son múltiples: educación restrictiva, creencias religiosas, normativas culturales rígidas, experiencias traumáticas, personalidad fóbica o temerosa, sentimientos de inferioridad, ansiedad social y miedo a la crítica externa. Las causas también pueden limitarse a la creencia de padecer algún problema físico, ejemplo: síndrome del pene pequeño, o a exacerbar un problema existente, ejemplo: sobrepeso, acné, psoriasis, hirsutismo (vello corporal en las mujeres); sudoración, ginecomastia (crecimiento de las mamas en el hombre), etc”.
“Ante cualquier disfunción sexual pueden existir rasgos o indicios de una fobia que puede instalarse cuando la disfunción persiste por mucho tiempo sin poder resolverse. Es el caso de algunas anorgasmias femeninas que se presentan como rechazo al contacto genital o evitación de cualquier tipo de contacto íntimo con el pretexto de falta de deseo sexual. En los varones, es frecuente el acortamiento de la etapa de excitación o juego previo, rechazando las caricias en el cuerpo como si les disgustara, por temor a perder la erección o a eyacular prematuramente”, añadió Literat.
Obviamente el síntoma principal es la ausencia de sexo pero no queda ahí. Las personas con erotofobia sienten una ansiedad extrema frente al sexo y todas las situaciones que recuerdan al mismo. Del mismo modo presentan algunos síntomas físicos como son la boca seca, la hipersudoración, hiperventilación, angustia y tensión muscular. También malestar estomacal, dolor de cabeza y latido acelerado. En definitiva, es muy similar a un ataque de ansiedad. Sin embargo, en ocasiones, se puede padecer este miedo a las relaciones sexuales de manera inconsciente o sin darle la importancia que tiene. Por ello, los especialistas explican cómo distinguirlo a través de una lista de “síntomas” habituales.
Podemos tener fobia al sexo si…
– Tenemos miedo a las relaciones sexuales. No tiene que ver con la pareja, sino con el hecho de intimar. Se puede estar muy enamorado de alguien y aun así tener miedo a practicar sexo.
– Nos sentimos incómodos, intimidados o aburridos con cualquier tipo de contacto físico. En casos extremos, se puede sentir hasta repulsión a cierto tipo de contacto, y pensar en ello como sucio o peligroso para la salud.
– Nos aburren los preliminares y sentimos rechazo al pensar en iniciar la relación íntima. Las relaciones sexuales nos pueden resultar una obligación y nos podemos sentir mal por ‘no cumplir’.
– No tenemos pareja y lo evitamos a toda costa.
“Las personas fóbicas pueden sentir deseo sexual y ganas de superar el problema, sin embargo el miedo les impide afrontar la situación erótica. Es frecuente que los sujetos sexofóbicos suplanten las fantasías sexuales por fantasías de superación (se imaginan haciendo en un futuro lo que ahora no pueden hacer). También toman como referentes a modelos sexuales externos que se convierten en ideales: ‘Quisiera tener el cuerpo como tal persona’ o ‘Quisiera tener la labia y la audacia para ‘encarar’ como fulano’”, agregó Ghedin.
Según los expertos, se puede hablar de tres perfiles diferentes entre los casos de erotofobia según el origen del miedo o del mal aprendizaje sexual: los más emocionales, los más cognitivos y los más fisiológicos. En cualquier caso, afirman, es necesario diferenciar entre apatía o desgana -la falta de deseo sexual o la desmotivación por el sexo-, rechazo mental, y aversión o fobia, donde hablamos ya de un miedo incapacitante que impediría completamente disfrutar del sexo de forma satisfactoria.
Para Literat, “es fundamental realizar un diagnóstico correcto del cuadro fóbico. Existen fobias no sexuales que están enmascaradas por síntomas relacionados a la sexualidad y pueden ser fobias, rechazos o evitación de situaciones concomitantes con la escena sexual, sin ser estrictamente sexuales”.
Los cinco casos más comunes
Bajo el miedo o fobia al sexo subyacen diferentes temores o submiedos, y estos son los más habituales:
Miedo al fracaso. Pueden aparecer pensamientos derivados del miedo a no alcanzar un orgasmo o erección, o a perder esta última. La preocupación lleva a la paradoja de que, cuanto más lo busco -ese orgasmo o esa erección-, menos lo encuentro.
Miedo a no estar a la altura o a decepcionar a la pareja. Tenemos muchas expectativas en la cabeza respecto a la relación sexual: cómo debería ser, cómo comportarnos… Y nos podemos acabar autoexigiendo situaciones o comportamientos que influyen en la percepción de fracaso de la relación sexual y, de esa manera, provocar que luego la evitemos.
Miedo al dolor de la penetración o a ser dañado en alguna parte sensible. O miedo a hacerle daño a la pareja.
Miedo a mostrar alguna parte del propio cuerpo.
Miedo a perder el control de uno mismo, a hacer el ridículo por falta de experiencia o a sufrir por anteriores relaciones que no fueron bien. Paradójicamente, el exceso de control nos hace caer en el descontrol o en el bloqueo de la cosa deseada, provocando así el efecto contrario.
¿Cómo evitar o superar el temor?
Para prevenir este miedo al sexo, Florencia Salort, médica ginecóloga, sexóloga y coordinadora de Extensión Universitaria del servicio de Ginecología del Instituto Universitario del Hospital Italiano, recomienda en primera instancia “reconocer que existe un problema y que este nos afecta la calidad de vida. Luego de la consciencia viene la educación sexual con rigor científico. Por último, por su puesto, hablar de nuestras creencias, nuestros mandatos, sentimientos y necesidades”.
Por su parte, Literat recomienda “tratamientos como las técnicas conductuales de desensibilización sistemática y las técnicas de avanzada, como la PNL, la terapia breve estratégica y el Brainspotting. Son tratamientos que actúan sobre el sistema nervioso central, intentando anular las respuestas automáticas que se generan por repetición del patrón defensivo que los pacientes producen”.
En todo caso, es recomendable acudir a un profesional que nos ayude y supervise la terapia. “Es necesario hacer una evaluación exhaustiva para descartar las posibles causas y orientar el diagnóstico de la fobia específica. El abordaje tiene como objetivo la superación de los miedos y restablecer así la función sexual y la estima personal. Las técnicas cognitivo conductuales y los tratamientos sexológicos ayudan al sujeto a afrontar la situación temida y frenar así la restricción que se provoca en su vida de relación. En algunos casos se requiere medicación para bajar los altos niveles de ansiedad, sobre todo cuando aparecen ataques de pánico o conductas fuertemente aversivas”, concluyó Ghedin.
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