La Organización Mundial de la Salud (OMS) destina el 3 de marzo a la concientización de la población mundial sobre los cuidados de la audición con el objetivo es prevenir las hipoacusias y mejorar la calidad de vida de los pacientes.
La audición es una herramienta para comunicarnos, no solo en los adultos mayores (que son quienes sufren su disminución con mayor frecuencia), sino a lo largo de toda nuestra vida.
Se estima que cerca del 5% de la población mundial, alrededor de 500 millones de personas, presentan alteraciones de la audición. De ellos, 32 millones son niños y, en el 60% de los casos, las causas son evitables. Se prevé que para 2050 habrá 900 millones de personas afectadas. De hecho, según un comunicado lanzado esta semana por OMS, para ese año, se calcula que una de cada cuatro personas tendrá problemas auditvos.
Estos datos nos obligan a detenernos y revisar la audición. Hoy en día, existen estudios que se realizan en los primeros meses de vida, llamados potenciales evocados. Estos estudios permiten, junto con la información sobre historia familiar de problemas de la audición y los detalles del parto, evaluar si un bebé sufrió algún tipo de episodio (distrés, falta de oxígeno) que lleven a pensar en un posible diagnóstico de falla auditiva.
En los niños más grandes, es fundamental revisar el calendario de vacunación: enfermedades como el sarampión, la rubéola, la parotiditis y la meningitis pueden causar hipoacusia. Por este motivo, es importante la vacunación con la triple viral en las mujeres embarazadas, ya que estas enfermedades pueden causar hipoacusia congénita.
El grupo de los adolescentes es particularmente importante: el mal uso y abuso de los aparatos electrónicos con los auriculares a volumen máximo puede causar, con el tiempo, una hipoacusia inducida por el ruido. Se ha comprobado también un aumento en la incidencia del neurinoma del nervio acústico en pacientes que han usado los auriculares a todo volumen de manera excesiva.
Se recomienda usar los dispositivos en la modalidad de manos libres y durante un tiempo determinado. Estar cerca de los parlantes también puede producir un trauma acústico, que es irreversible porque daña de las células ciliadas del oído interno. Una de las maneras más sencillas para evaluar si el volumen es el adecuado es que uno no debería escuchar lo que está escuchando quien está al lado con los auriculares puestos.
Los adultos mayores que comienzan con disminución normal de la audición (llamada presbiacusia) deben tener en cuenta que esto podría acarrear otros inconvenientes como el aislamiento y la soledad. En los de la tercera y la cuarta edad, se suman las alteraciones cognitivas, lo que empeora la calidad de vida.
Debemos recordar que el conjunto de sonidos se transmite al oído interno, donde la información proveniente del exterior se transforma y decodifica en un estímulo eléctrico que viaja al cerebro: así es como escuchamos.
La intensidad sonora se mide en decibeles: 50 son normales, 70 son molestos y 90 ya pueden ser perjudiciales. Por ejemplo, una bomba de estruendo tiene 195 decibeles, por lo que estar cerca al momento de explotar puede dañar la audición.
En las ciudades, la intensidad sonora durante el día es de 85 a 90 decibeles, y por la noche desciende a 70 decibeles: quienes vivimos en grandes urbes, padecemos todos los días y durante todo el día las consecuencias de la contaminación sonora.
Los otólogos especialistas son quienes se dedican a tratar estas alteraciones y quienes se encargan, en caso de que sea necesario, indicar otoamplífonos o implantes cocleares.
Se dice que la ceguera aísla a la persona de las cosas y la hipoacusia nos separa de las personas: cuidemos la audición y preservemos la calidad de vida.