Tomar decenas o cientos de fotos con los celulares es algo común cuando estamos de vacaciones.
Cada detalle es registrado, especialmente en selfies, y compartido luego en redes sociales.
Pero captar incesantemente nuestras experiencias con la cámara del celular está afectando nuestra memoria, asegura Giuliana Mazzoni, profesora de psicología de la Universidad de Hull en Inglaterra.
La experta en memoria señala que el hábito de fotografiar “sin parar” tiene serias consecuencias en nuestra capacidad de recordar y podría incluso crear un “conflicto de identidad”.
“Baja el nivel de atención”
Mazzoni cita un estudio de 2018 según el cual tomar fotos de un evento en lugar de estar inmerso en la experiencia del momento lleva a un recuerdo más pobre de la situación. (Tamir et al, Journal of Experimental Psychology).
“En general, tomar fotos incesantemente y rápidamente baja el nivel de atención hacia lo que estamos fotografiando, sea un objeto, un paisaje o una persona”, señaló Mazzoni.
La excepción a esta regla puede ser el caso de un fotógrafo profesional, que se concentra más en lo que está captando.
Pero en general, cuando sabemos que todo queda registrado “para verlo después”, no solo prestamos menos atención sino que puede disminuir la codificación de esos eventos en la memoria.
“Esas experiencias o personas se volverán por lo tanto menos memorables, simplemente porque los recuerdos sobre esas situaciones son menos accesibles”.
La memoria debe ser ejercitada en forma regular para un buen funcionamiento, según la investigadora.
Y la calidad de los recuerdos puede ser limitada en otro sentido. Mientras las fotos pueden ayudarnos a recordar algo que vimos con nuestros ojos, reducen nuestra memoria sobre las conversaciones que escuchamos durante esos eventos, según un estudio de 2017. (Barasch et al, Psychological Science).
Discrepancias de identidad
Mazzoni aclara que el registro constante de experiencias en celulares puede ser beneficioso en el caso de pacientes con problemas de memoria o enfermedades neurológicas.
Para la mayoría de las personas, sin embargo, ese registro fotográfico continuo no sólo puede crear recuerdos pobres, sino “discrepancias de identidad”.
“Por un lado somos lo que recordamos ser. En otras palabras, nuestra identidad actual fue moldeada por lo que recordamos de nuestra historia personal”.
“Pero por otro lado, las experiencias nuevas pueden cambiar en forma drástica lo que creemos ser”.
“¿Que soy entonces, una mala estudiante o una buena estudiante? Hay una discrepancia que puedo reconciliar al adaptar mis recuerdos anteriores para que encajen con mi identidad actual“.
Si todo está registrado en cada detalle, no es tan flexible esa adaptación de recuerdos para evitar conflictos de identidad.
Selfies poco espontáneos
Otro problema, especialmente en el caso de los selfies, es la “falta de espontaneidad”, según Mazzoni.
“Esas fotos también reflejan una tendencia narcisista que nos lleva a gestos forzados o sonrisas artificialmente amplias”.
En otras palabras, esas fotos no reflejan quienes somos realmente.
“Tómate un momento”
Mazzoni señala que hay pocos estudios sobre la influencia de selfies y celulares en la memoria, por lo que debe investigarse más su impacto cognitivo.
No se ha estudiado, por ejemplo, el impacto que tiene para los niños ser fotografiados constantemente por los mayores.
¿Acaban esos niños adoptando poses para la cámara? ¿Registran esos eventos en forma diferente por no estar inmersos en su experiencia?
Por el momento, algo está claro, según Mazzoni, quien describió en un artículo en el sitio The Conversation una experiencia que seguramente muchos comparten.
“Visité uno de los mejores museos de arte del mundo, el Museo del Hermitage en San Petersburgo, y esperaba contemplar en forma serena las obras maestras, pero mi vista estuvo bloqueada por una pared de celulares”.
Mazzoni tiene un consejo para los lectores de BBC Mundo.
“La próxima vez que te encuentres en un museo, tómate un momento para mirar y vivir la experiencia”.