París, 1 oct (EFE).- “No es fácil estar en París, mi ciudad favorita, y no poder salir a pasear”, asegura el chileno Cristian Garin para describir el sentimiento de frustración que le supone vivir dentro de la burbuja que ha ideado la organización de Roland Garros para aislarles de posibles contagios de COVID-19.
Como la mayoría de los participantes, Garin acepta de buen grado esas condiciones en los momentos que atraviesa el mundo: “Al menos, podemos jugar”.
París se había convertido en uno de los alicientes de Roland Garros. Pasear por sus calles, salir a cenar a sus “bistros”, admirar en algunos casos sus atracciones turísticas, servía como la mejor terapia para romper la monotonía del circuito.
Pero la pandemia se llevó por delante todas esas distracciones y les impuso un estricto régimen de confinamiento: del hotel al club y del club al hotel.
Cada participante puede llevar un máximo de dos acompañantes y todos ellos tienen que estar alojados en uno de los hoteles reservados para ellos, donde les han dotado de todas las comodidades.
Allí acude un coche de la organización para buscarles y llevarles al cercano complejo de 17 pistas donde se desarrolla el torneo y donde entrenan. Nada más. El resto de la vida sucede en el hotel.
“Estoy leyendo, escuchando música, viendo películas, hablando con mi familia … Cumpliendo con mis rutinas física y emocionalmente”, describe el serbio Novak Djokovic, número 1 del mundo.
A diferencia de otros torneos, en los Grand Slam, que se extienden en dos semanas, hay días libres entre partidos, lo que genera mucha cantidad de tiempo libre para aquellos tenistas que llegan lejos.
La mayoría de ellos supera ya la semana desde que llegaron a la capital francesa y no ocultan que tantas horas de encierro empiezan a hacerse pesadas.
“Preguntad, estoy deseando, me paso el día mirando las paredes, tengo ganas de hablar y ahora tengo la oportunidad”, bromeó Djokovic en una sala de prensa vacía de periodistas, obligados a lanzar sus cuestiones a través de una pantalla.
NADAL Y SUS RUTINAS
Hombre de rutinas, casi obsesionado en repetir cada año los mismo hábitos que le han llevado a conquistar el título en 12 ocasiones, el español Rafael Nadal no oculta que echa de menos el ambiente de otras ediciones.
“Es una sensación un poco triste”, asegura el número 2 del ránking, que mata el tiempo jugando al parchís con su entrenador, Carlos Moyá, y su fisio, Rafa Maymo.
Falta uno, por eso juegan a la modalidad “tubo”, porque, como dice el campeón, “no hay más remedio”.
Su padre y su hermana acaban de llegar a París, pero solo para aportarle un apoyo moral, puesto que no podrán tener contacto con el campeón.
“Tenemos que aceptarlo, son unas semanas de esfuerzo. Al menos, podemos seguir haciendo nuestro trabajo, jugar al tenis”, asegura.
“¿De qué nos podemos quejar? Son cambios en nuestras rutinas habituales, sensaciones más tristes. Yo lo llevo bien, miro tenis, leo, veo series, estamos haciendo las cosas que hacemos habitualmente”, asegura el español.
MÁS CONCENTRACIÓN
“En los torneos tampoco tenemos tantas cosas que hacer, pero salir algo fuera te da aire y ahora todo el día metido en la burbuja del mundo del tenis. Pero son estas semanas y luego veremos qué pasa”, señala.
La joven española Paula Badosa, que descubre el torneo pero que sí le gustaría tener momentos para evadirse, aunque no se aburre. “Entre los entrenamientos, las charlas, venir a jugar,… se pasa el día enseguida”, afirma.
A ello se suma que apenas hay público en las gradas, solo un millar repartidos por las 12 hectáreas del complejo y el tiempo otoñal, otro contraste con el habitual clima primaveral de otras ediciones.
Quienes lleguen más lejos tendrán que completar más de dos semanas en ese ambiente, algo totalmente desconocido para los tenistas.
Djokovic ve incluso elementos positivos, porque “así se evitan distracciones”.
“Sobre todo cuando las cosas no van bien, es una forma de romper esas dinámicas”, asegura el argentino Diego Schwartzman, que apuesta por jugar a las cartas y ver películas en su tiempo libre.
Algunos de los más jóvenes han organizado grupos para compartir en línea juegos digitales. Cualquier cosa es buena para distraerse dentro de la burbuja.