Transcurridos 90 años desde que el huracán San Zenón asoló Santo Domingo el 3 de septiembre de 1930, ningún otro fenómeno ha causado tanta devastación en la ciudad como ese ciclón, que se llevó unas 2.000 vidas humanas y sirvió de coartada a Rafael Leónidas Trujillo para afianzarse en el poder.
Tanto reconocimiento le procuró su actuación frente a la debacle meteorológica que el propio Parlamento dominicano aprobó un cambio de nombre para la capital dominicana, que en 1936 pasó a tener el apellido del dictador (1930-1961) y ser denominada Ciudad Trujillo durante más de dos décadas.
LA DESTRUCCIÓN DE SAN ZENÓN
San Zenón fue un huracán “muy destructivo, era de una categoría muy alta, posiblemente la máxima” y su ojo pasó justo por encima de la capital dominicana, que por aquel entonces era una pequeña urbe de unos 70.000 habitantes, explicó a Efe el director del Archivo General de la Nación, Roberto Cassá.
“Gran parte de las edificaciones eran precarias, de madera, y se encontraban fuera del centro colonial de la ciudad amurallada”, cuyos edificios de piedra resistieron mejor los vientos.
Sin embargo, la población salió a la calle tras la primera embestida del fenómeno, creyendo que el ciclón ya había pasado de largo cuando, en realidad, era su centro, en calma, lo que estaba sobre la ciudad.
Así que “lo peor vino un rato después”, relató Cassá, “mucha gente murió víctima de golpes de objetos” arrastrados por los fuertes vientos de San Zenón y otros fallecieron como consecuencia de las inundaciones, según testimonios de supervivientes recabados por este historiador.
Las víctimas fueron quemadas y enterradas en una fosa común en la entonces conocida como plaza Colombina, hoy plaza Eugenio María de Hostos, por disposición de Trujillo, llegado al mando dos semanas antes de la tragedia.
EL HURACÁN QUE IMPULSÓ AL DICTADOR
“Desde luego, el huracán le sirvió para crear el mito de que había reconstruido la ciudad, cosa falsa, porque la Ciudad Colonial no fue destruida”, ya que los edificios intramuros eran de piedra y aguantaron bien la acometida del ciclón.
Eso le permitió justificar modificar la denominación de la ciudad años después (1936) de Santo Domingo a Ciudad Trujillo, nombre que mantuvo hasta poco después del asesinato del dictador en 1961.
“San Zenón le pintó el pretexto para esta decisión terrible” de cambiar el nombre centenario de la capital del país.
Trujillo “desplegó una imagen de eficiencia” frente a la destrucción que causó el fenómeno, fue pretexto para “el uso de la autoridad fuerte y la necesidad de mano dura” para resolver los problemas, y “ganó reconocimiento entre sectores de la población”, señaló Cassá.
“Él manejó esa crisis de una manera política y yo diría que lo hizo con cierto éxito”, aunque, paradójicamente, el dictador causó muchas más muertes en los 31 años que estuvo en el poder.
“Se habla de más de 15.000 víctimas” y no solo políticas, también por los trabajos forzados, una práctica frecuente durante el régimen, apuntó el historiador.
MÁS DE 500 AÑOS DE REGISTRO DE HURACANES
Después de San Zenón no ha habido ningún huracán que haya generado este nivel de devastación, ni si quiera el ciclón David, en 1979, o el Georges, en 1998, porque el país “estaba más preparado” para afrontar este tipo de desastres y, en ambos casos, “el número de víctimas fue menor”, aunque sus efectos también fueron terribles.
El primer fenómeno meteorológico documentado que afectó gravemente a la isla La Española (que comparten República Dominicana y Haití) está fechado en 1495, época en la que los conquistadores habían erigido La Isabela, primera ciudad española del nuevo mundo, que quedó totalmente destruida.
El cronista italiano Pedro Mártir de Anglería (1457-1526) describió que “hubo inaudito torbellino de Levante, que levantaba hasta el cielo rápidos remolinos, que conmovía las raíces de los más grandes árboles y los volcaba (…) Y dicen que aquel año entró el mar tierra adentro más de lo acostumbrado, y que se levantó más de un codo”.
Los huracanes más destructivos se vienen produciendo, precisamente, en el mes de septiembre, que acumula el 34 % de las tormentas de la temporada ciclónica (junio-noviembre), un 39 % de los huracanes y un 47 % de los huracanes poderosos desde que existen registros. EFE