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Estos conservadores tienen un nuevo enfoque: ‘Dominar a los liberales’

Jeremy W. Peters

Cuando el presidente estadounidense Donald Trump se postuló al cargo hace cuatro años, una escritora conservadora con un creciente número de seguidores expresó ciertas dudas y escepticismo comunes entre personas como ella que se preocupaban por el daño que ese candidato podría ocasionar a su causa. Describió a Trump como “un demagogo sin soluciones reales para nada” y lo acusó de traicionar al movimiento antiabortista. También escribió que su constante queja de ser tratado injustamente era un argumento “ineficaz y demostraba impotencia”.

Resulta que ahora esa escritora, Mollie Hemingway, es una de las favoritas de Trump. Sus artículos en The Federalist, donde es editora sénior, se han ganado retuits y afirmaciones presidenciales por sus críticas mordaces contra los demócratas y los medios de comunicación, a quienes acusa de mentir sobre casi todo con respecto al presidente. Hace poco afirmó que los periodistas habían fabricado las noticias sobre el uso excesivo de la fuerza y gas lacrimógeno contra manifestantes frente a la Casa Blanca (de hecho, la policía reconoció haber usado gas pimienta contra la multitud) y dijo que “un gran grupo de demócratas” defendía la destrucción de la propiedad federal (no existen evidencias de la existencia de ese grupo).

Hemingway no es un caso aislado; existe un grupo de comentaristas conservadores, con muchos seguidores en las redes sociales, pódcast exitosos y apariciones diarias en Fox News, que han ayudado a aislar al presidente y preservar la popularidad que tiene con su base, justo en este momento que muchos estadounidenses dicen que tal vez voten en su contra en noviembre.

Estos escritores y expertos no suelen hacer el tipo de defensas obstinadas de Trump que aparecen en Breitbart o salen de la boca de Sean Hannity. Por lo regular, no se toman la molestia de involucrarse en la incómoda tarea de tratar de explicar la locura más reciente de Trump.

En cambio, ofrecen una plataforma para expresar indignación contra aquellos a quienes el presidente ha declarado como sus enemigos, donde a menudo quedan reducidos a una caricatura del liberalismo que resalta los conflictos de valores.

La capacidad que muchos partidarios de Trump han desarrollado para centrarse con tal intensidad en acciones de sus oponentes que perciben como maliciosas es un activo poderoso para el presidente durante la contienda para la reelección en un creciente ambiente de agitación económica y social y en plena crisis de salud pública que la mayoría de los votantes lo considera incapaz de gestionar. Esta cohorte de comentaristas conservadores, que casi en su totalidad son blancos, puede dedicar mucho tiempo a burlarse de los principales medios liberales por centrarse en los mensajes racistas y divisivos de Trump, sin prestar tanta atención al daño que causa cuando, por ejemplo, promueve un video de alguien gritando “poder blanco”.

Desde esta perspectiva, las transgresiones de Trump parecen irrelevantes en comparación con las múltiples fechorías de todos los demás, desde los Clinton hasta CNN. Su descripción de cómo se vería el país si los demócratas consiguen una gran victoria en noviembre es realmente aterradora para los partidarios de Trump: una Casa Blanca con el senador Bernie Sanders como una especie de presidente socialista en la sombra; una Cámara de Representantes demócrata donde Ilhan Omar tiene poder de decisión; una sociedad en que la imposición del uso de cubrebocas es el primer paso en un experimento gubernamental de control social y una arena política donde se obliga a los conservadores a guardar silencio.

Para muchos conservadores, estas hipótesis parecen perfectamente posibles, en especial porque algunas figuras prominentes de la derecha han dicho que sus voces no son bienvenidas en los principales medios de comunicación, e incluso algunos liberales enfrentan una reacción violenta por argumentar que las burlas y el rechazo hacia los puntos de vista opuestos ahora son de lo más comunes.

“Hay muchos conservadores que están leyendo ‘1984’ en este momento”, dijo Allie Beth Stuckey, presentadora del pódcast “Relatable” y autora de “You’re Not Enough (And That’s OK)”, un libro sobre autoestima que se publicará próximamente. Stuckey tiene una creciente base de admiradores y una gran plataforma a través de sus afiliaciones con grupos de derecha como Turning Point USA y PragerU que se centran en la generación milénial. Aunque Stuckey no se esfuerza por defender al presidente, cree que, entre su audiencia, hay muchas mujeres jóvenes como ella: socialmente conservadoras y religiosas, que a veces se contrarían por el comportamiento de Trump pero, en general, no les molesta.

“Hay miedo. Un miedo real. Y entiendo que si no eres conservador es difícil ser empático, por lo que parece una exageración”, dijo Stuckey. “Pero, así como la izquierda teme que Trump sea una amenaza única para el país, existe un miedo real en la derecha, especialmente entre los cristianos, de cómo se vería el país con un presidente demócrata”.

El antiliberalismo que ahora está floreciendo se remonta a otros momentos en que la izquierda estadounidense resurgió y los conservadores se defendieron, como cuando Richard Nixon ayudó a provocar una reacción violenta de la “mayoría silenciosa” contra los elementos sociales de la contracultura y la oposición a la guerra que muchos estadounidenses creían que se habían ido a los extremos. Pero los historiadores opinan que la actual popularidad de este sentimiento es una señal de cuán frágil es la unidad en un Partido Republicano liderado por un presidente que rechaza muchos de los principios por los que han luchado los conservadores durante los últimos 40 años.

“La ideología conservadora que había sido cohesiva durante la Guerra Fría se está desmoronando”, dijo Nicole Hemmer, investigadora de la Universidad de Columbia. “Me parece que ‘dominar a los liberales’ es una especie de estrategia para mantener la unión ahora que se desarman las preferencias políticas”.

El comentarista conservador Ben Shapiro se prepara para grabar su pódcast, en Salt Lake City, el 28 de septiembre de 2017. (Kim Raff / The New York Times)

El comentarista conservador Ben Shapiro, en Salt Lake City, el jueves 28 de septiembre de 2017. (Kim Raff / The New York Times)

c.2020 The New York Times Company

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