Los problemas de salud mental son la otra “pandemia oculta” que sufren los hondureños, que están afectados por la propagación de la COVID-19, enfermedad que en tres meses ha dejado 426 muertos y 15.366 contagios, dijo este viernes el científico Marco Tulio Medina en entrevista con Efe.
“En general, creemos que la salud mental en estos tiempos de COVID-19 es otro de los problemas que se agrega al tema de la sobrevivencia económica. La salud mental, podríamos decir, es la otra pandemia oculta que está ocurriendo en nuestros países, y en este caso en Honduras también”, subrayó Medina.
El profesional destacó varios factores que están afectando a los hondureños por el confinamiento forzado, impuesto desde a mediados de marzo, cuando fueron confirmados los primeros dos casos de contagios de la mortal enfermedad en el país centroamericano.
En ese sentido, indicó que “hay que hacer más investigación en apoyo sicológico a nuestra población”, y que la salud física también es muy importante para la salud mental del ser humano.
PREOCUPACIÓN MUNDIAL POR EL CONFINAMIENTO
Medina, exdecano de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), señaló que a nivel internacional se han hecho evaluaciones sobre la situación, en relación al confinamiento a nivel mundial, en diferentes culturas.
También se han evaluado los efectos sobre la salud mental y lo que se denomina la salud familiar y las implicaciones que puede tener en personas con diferentes condiciones, incluidos los niños.
“Sobre esto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha venido planteando la enorme preocupación que implica el confinamiento, el estrés que está ocurriendo a nivel de las personas afectadas por la pandemia”, dijo Medina.
Además, resaltó que en su país hay personas que pueden tener más riesgos de padecer los efectos de la pandemia y el estrés asociado, considerando que, en Honduras, entre otras cosas, el 25 % de la población arriba de 18 años, ha padecido de depresión o trastornos depresivos moderados o trastornos depresivos mayores.
“Una persona, o grupos con esta condición, en una situación de estrés, su situación sicológica y siquiátrica puede empeorar”, enfatizó Medina.
Mayor empeoramiento, por ejemplo del trastorno depresivo, incluso el riesgo suicida, puede haber si la persona no tiene acceso a un apoyo medicamentoso servicio médico.
La situación es grave para muchos, principalmente los pobres, que conforman más del 60 % de los 9,3 millones de habitantes que tiene Honduras, un país que siempre ha tenido deficientes sistemas de salud y educación, lo que de nuevo se está reflejando en la pandemia de la COVID-19.
LOS NIÑOS ENTRE LOS MÁS AFECTADOS
Otro factor adverso, explicó Medina, es la alteración de la estructura familiar que en gran medida sufre Honduras, con muchos hogares que “están destruidos, en los cuales solo hay uno de los padres a cargo, es decir madres solteras”.
“Incluso hay casos de niños que están bajo el cuidado de otros de sus familiares porque sus padres han emigrado a Estados Unidos o a Europa”, dijo el científico, quien además está ligado a la OMS y otras instituciones con proyectos de investigación.
En Honduras, según indicó Medina, más del 30 % de las familias sufren de alteración en su estructura, en gran medida por motivos económicos, lo que ha derivado en que muchos niños estén a cargo de otro familiar, sin que los menores tengan el apoyo sicológico suficiente, principalmente cuando sus dos padres están ausentes.
Esa situación también se ve reflejada en las calles de las principales ciudades del país, donde muchos niños piden dinero o comida, en algunos casos enviados por sus padres u otros familiares.
Durante la pandemia, se ha incrementado notablemente la cantidad de niños y adultos pidiendo en la calle dinero o comida, aduciendo que son “pobres” y no tienen dinero.
Muchos de los niños que piden en calles y bulevares de ciudades principales como Tegucigalpa y San Pedro, que son las que más casos de COVID-19 registran a nivel nacional, están en edad escolar y deberían de estar haciendo tareas y estudiando en casa, lo que los maestros les indican por vía electrónica, aunque eso no funciona en todas partes, principalmente en las más remotas y pobres del país.
Medina recordó que “más del 60 % de la población vive en la pobreza y más del 30 % en extrema pobreza”, por lo que la situación socioeconómica, en estas circunstancias, es un problema adicional, ya que muchos tienen dificultades con el suministro alimenticio.
El científico señaló además que, después del paso devastador del huracán Mitch, a finales de 1998, con un equipo de la Unah hicieron una investigación en Tegucigalpa, centro del país; Choluteca, sur, y Catacamas, oriente, “encontrando que el nivel de desnutrición, en niños menores de cinco años, se había incrementado”.
Es de suponer, entonces, que algo similar está pasando ahora, durante la pandemia de la COVID-19, añadió.
La pandemia, el aislamiento, la estructura familiar frecuentemente alterada y los problemas de seguridad alimentaria, asociados al estrés, “puede conllevar a una situación sicológica en una persona menor de edad”, acotó.
LA VIOLENCIA INTRAFAMILIAR
Otros factores de riesgo que enfrentan los niños de muchos hogares hondureños durante la pandemia, según señaló Medina, es la violencia intrafamiliar, abusos sicológicos, físicos o sexuales.
“Esos son factores que llamamos el estrés postraumático, que corresponde a una serie de manifestaciones ligadas a situaciones extremas de angustia, que pueden provocar una serie de síntomas que van desde ansiedad, trastornos en el sueño, trastornos alimenticios, del apetito, irritabilidad y el pánico, entre otros, dijo Medina.
A esos factores hay que sumar, subrayó, los altos niveles de violencia en el país, además de la intrafamiliar.
Según fuentes oficiales, la violencia criminal en Honduras deja un promedio de entre diez y trece muertos.
Entre otras cosas, Medina señaló que, desde antes de la pandemia de la COVID-19, “muchas personas de nuestra comunidad no se dan cuenta de que están adoleciendo de un problema en su salud mental”.
Fuente: EFE