No es casual que los duques de Sussex, Harry y Meghan, hayan elegido su cuenta de Instagram para anunciar, el 8 de enero pasado, que se retiraban de las funciones reales. Desde que iniciaron su cuenta en abril, @SussexRoyal no sólo rompieron el récord de la velocidad con que obtuvieron su primer millón de seguidores en la plataforma (menos de seis horas) sino que mantuvieron una popularidad creciente, que hoy llega a 11 millones de seguidores. En las redes, se especula, radicará su fuerza en el importante cambio que marca su abandono de los deberes, y los beneficios, de la monarquía británica. “Un nuevo imperio imperio se extiende ante ellos, sin límite, lucrativo, y a su alcance: el reino del contenido patrocinado”, analizó The Guardian.
No por alejarse del universo Windsor el príncipe Harry y su esposa Meghan Markle se sumarán a los más de 3.000 millones de personas pobres que viven en el mundo, pero como parte de su acuerdo es el cese del sustento público deben buscar una nueva fuente de ingresos. Y de alguna manera el intenso escrutinio popular que motivó su decisión también los convirtió en influencers desde que comenzaron su relación. Es probable, según el periódico británico, que monetizar su fuerte caudal de seguidores sea su primer paso.
Según un informe especial de Business Insider, la industria de los influencers llegó a USD 8.000 millones en 2019 y se proyecta que continuará en crecimiento, con una expectativa de USD 15.000 millones en 2022. El 79% por ciento de las marcas eligen Instagram, donde los duques tienen enorme peso, para sus campañas con influencers, y luego Facebook (46%), YouTube (36%) y Twitter (24%). Además, Markle tenía, antes de casarse con Harry, un blog de moda y vida, The Tig, de gran repercusión. Su llegada a la familia real británica sólo potenció su capacidad.
“El modelo de gafas de sol de Finlay & Co que Meghan usó para los Juegos Invictus de Toronto en 2017 —el primer evento oficial al que ella y Harry asistieron juntos— representó el 80% del total de las ventas de la marca”, observó The Guardian. Y grandes empresas como Disney ya hicieron pública su buena disposición a trabajar con la pareja. Cuando al encargado de contenidos de Netflix, Ted Sarandos, le preguntaron si le interesaría hacerlo, respondió: “¿Quién no estaría interesado?”.
Dado que a la corona le molestan los miembros que parecen explotar su asociación con ella, deberán mantener un equilibrio delicado. Sophie, la esposa del príncipe Eduardo, tuvo serios problemas en 2001, cuando el tabloide británico News of the World envió a hablar con ella a un periodista disfrazado de jeque árabe a quien ella ofreció contactos con la realeza; además, la condesa de Wessex habló poco elogiosamente de otros miembros de la familia real, y también del entonces primer ministro, Tony Blair. La ex esposa del príncipe Andrés, Sarah Ferguson, sufrió sus propios inconvenientes cuando publicó un libro para niños (que, conviene aclarar, fue acusado de plagio) y muchos más cuando se convirtió en la cara de Weight Watchers, una empresa para bajar de peso. Incluso empleados como Marion Crawford, la niñera de la reina Isabel II y su hermana, la princesa Margaret, recibió el rechazo del palacio cuando publicó sus memorias, luego de su retiro en 1950.
Pero todos esos casos preceden a la cultura de los influencers, que nació este siglo con Paris Hilton y perfeccionó Kim Kardashian. “Ese es el peldaño superior de los influencers, donde Harry y Meghan esperan entrar: el clan Kardashian-Jenner, las modelos Gigi y Bella Hadid, las estrellas del pop Selena Gomez y Ariana Grande”, describió el periódico. “A este nivel, hay poco que los distinga de otras celebridades”.
Porque para las plataformas, en realidad, no son muy diferentes. Ni siquiera hace falta ser humano, no ya noble, para brillar en las redes sociales: el perro Jiff Pom (8,6 millones de seguidores), la gata Nala (4,3 millones) y el perro Dough (3,8 millones) han hecho campañas para Mercedes Benz, Starbucks, el hospital St. Jude y Hulu, entre otros.
En el corto plazo, arriesgó Sara Flanagan, manager de talento digital en Londres, podrían buscar alianzas lucrativas y prestigiosas “para posteos únicos por sumas en los cientos de miles”, y la experta hablaba en libras, una moneda más fuerte que el dólar. Harry Hugo, cofundador de la agencia de marketing con influencers The Goat, se imaginó a la pareja “en un documental sobre su salida de la familia real” o “en un clásico aval a una marca como —no es esta la marca correcta— Coca-Cola”.
Más allá de cuáles podrían ser los nombres adecuados para que los duques de Sussex presten su proximidad, la clave para el éxito de Harry y Meghan como influencers en el largo plazo, subrayó The Guardian, yacerá en su capacidad de mantener “la integridad y la autenticidad”, las características que pueden crear o destruir la reputación en las plataformas. “Así que, por muy entretenido que sea imaginarlo, Harry y Meghan no tendrán tiempo para perder en la trinchera de Instagram con publicaciones patrocinadas de tés para desintoxicarse y luz azul para blanquear los dientes. Podrán poner su precio ante las marcas más grandes del mundo: Amazon, Netflix y Disney son nombres que ya están en danza”.
Flanagan predijo que los duques se moverán lentamente, en busca de “acuerdos de alto valor, y pocos”, y que siempre establecerán “un porcentaje para dedicar a la comunidad y las obras de beneficencia”. Markle, que ha hablado en la revista Vogue sobre la importancia de la diversidad y ha realizado la defensa del feminismo en la Organización de las Naciones Unidas, podría desarrollar —consideró Elaine Lui, presentadora de la cadena canadiense CTV— un perfil como el de Angelina Jolie y combinar el trabajo filantrópico serio con el aval a marcas de moda y belleza. Hasta la línea de productos orgánicos del príncipe Carlos, un precursor en el área, podría ser adecuada para el perfil de la actriz que ahora es su nuera, opinó Flanagan. “Ella tiene el toque de Midas”, dijo.
Dados los antecedentes de Harry en el mundo de la beneficencia, algo que combinó sus deberes de príncipe remotamente heredero con sus intereses verdaderos, Lui le vaticinó un futuro como “líder de la rama filantrópica de alguna compañía”. Sobre todo en América del Norte, donde se ha mudado, “libre de las instituciones y tradiciones” que distinguen, en el Reino Unido, a la realeza de las celebridades. “Para el público los duques son hoy más famosos y atractivos que hace seis meses”, dijo Lui. “La princesa Diana también perdió su título y eso no le impidió mantener su estatus de mujer más famosa del mundo. Y Meghan y Harry han obsesionado al mundo desde el momento mismo en que revelaron su relación”.
Fuente: La Opinión