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Estados Unidos apostó a que Guaidó transformaría Venezuela, pero eso no ha sucedido

Por Julie Turkewitz, Lara Jakes and Ana Vanessa Herrero

CARACAS, Venezuela — Un carismático político de 35 años se plantó frente a una multitud de miles de personas en Venezuela y reclamó la presidencia, en lo que ha sido considerado como el mayor desafío al líder autocrático del país hasta la fecha.

En cuestión de minutos, Estados Unidos —seguido de docenas de países— ofreció su apoyo al retador, Juan Guaidó, a través de rígidas sanciones que fueron diseñadas para debilitar al gobierno actual y reforzar la estrategia opositora.

Eso sucedió en enero del año pasado. Fue el inicio de lo que el gobierno de Donald Trump definió como un esfuerzo total para expulsar al líder autocrático de Venezuela, Nicolás Maduro, en el que “todas las opciones”, incluso las militares, estuvieron disponibles.

Pero un año después, la política del gobierno estadounidense se ha visto frustrada. Guaidó está tan alejado del poder que el pasado fin de semana se le impidió incluso el acceso a la Asamblea Nacional, en donde competía por la reelección como presidente de ese organismo.

En un momento dramático, registrado en video, un desesperado Guaidó intentó saltar la reja metálica con púas que rodea el edificio de la asamblea. Sin embargo, agentes de la Guardia Nacional lo bajaron mientras los partidarios de Maduro, quienes se encontraban adentro, elegían a uno de sus aliados para presidir el parlamento, una medida diseñada para quitarle a Guaidó la posición que le da asidero legal para reclamar la presidencia.

El 6 de enero, el gobierno de Trump intentó presentar los eventos en Caracas como una señal de que el poder de Maduro estaba disminuyendo. Pero en un momento en el que el gobierno estadounidense ya está enfrentando crisis internas —un proceso de juicio político— y externas —las repercusiones del ataque que provocó la muerte del general más poderoso de Irán—, las acciones de Maduro sugieren que la apuesta que hizo Estados Unidos con Guaidó parece cada vez más destinada al fracaso.

“Es imposible dejar de recalcar el duro golpe que todo esto significa para la estrategia estadounidense en Venezuela”, afirmó Geoff Ramsey, encargado del programa de Venezuela de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos.

El 6 de enero, Guaidó y muchos de sus aliados se comprometieron a seguir adelante con su campaña para derrocar a Maduro, cuyo liderazgo ha arrastrado a Venezuela, un país rico en petróleo, a su séptimo año de una crisis económica devastadora que ha dejado a gran parte de la población sin acceso a suficiente alimento o medicina.

El 5 de enero, en desacato a las fuerzas de Maduro, los diputados de oposición se reunieron en la sede de un periódico. En una ceremonia emotiva, frente a la bandera venezolana, realizaron su propio proceso de votación que, según ellos, reeligió a Guaidó como presidente de la asamblea.

En una rueda de prensa realizada en el centro de Caracas, Guaidó afirmó que entrará el 7 de enero al edificio de la Asamblea Nacional, cuando empiece la sesión de este año, para “poner el pecho” y “arriesgar el pellejo”, con el fin de asumir el cargo de presidente de la asamblea.

“Nosotros vamos a hacer nuestro trabajo”, afirmó, condenando la “violenta toma” de la asamblea como una “farsa que nadie reconoce”.

Los funcionarios estadounidenses en Washington buscaron impulsar esa narrativa.

“Lo que presenciaron ayer fue algo que el régimen no quería hacer”, declaró Elliott Abrams, representante especial de Estados Unidos para asuntos venezolanos, a un grupo de periodistas desde el Departamento de Estado. “Ellos querían ganar la votación en la Asamblea Nacional y no pudieron. Pese a semanas y meses de esfuerzo, no pudieron hacerlo y se vieron obligados a recurrir a este último recurso desesperado de usar al ejército”.

“Así que no creo que hayan salido fortalecidos por los hechos de ayer”, dijo Abrams. “Creo que salieron debilitados”.

Abrams afirmó que Estados Unidos se está preparando para enviar más ayuda para apoyar la oposición a Maduro, incluyendo financiamiento para fortalecer una prensa independiente, la Asamblea Nacional y otras instituciones democráticas. Abrams también planteó la posibilidad de imponer más sanciones económicas contra el gobierno de Maduro y sus funcionarios.

Sin embargo, Abrams también afirmó que probablemente los funcionarios estadounidenses habían subestimado el nivel de apoyo ruso y cubano que ha ayudado al presidente venezolano a mantenerse en el poder.

“Siempre estamos pensando en cómo obtener mejores resultados”, afirmó Abrams.

Millones de venezolanos han pasado los últimos años en un balancín emocional, depositando sus esperanzas de cambio en un líder tras otro, solo para verlos fracasar y ser testigos de cómo se fractura la oposición.

El 6 de enero, muchos afirmaron que los eventos del fin de semana se habían sentido como un choque final devastador.

“Ya no tengo esperanzas”, afirmó Carlos Muñoz, de 29 años, quien vende helados en un carrito en Caracas.

Hace un año, Muñoz estaba planeando abandonar Venezuela para ir a Perú, como millones que ya han huido del país para conseguir trabajo o escapar de la persecución. Cuando apareció Guaidó, puso sus planes en pausa.

Pero tras los eventos del 5 de enero, tomó la decisión de irse.

“Guaidó perdió la asamblea”, dijo Muñoz. “Eso era lo único que tenía”.

En público, Guaidó se ha mostrado optimista. Pero en privado, el costo del último año se manifiesta a ratos.

Guaidó pasó uno de los últimos días de 2019 entregando regalos a niños en La Guaira, seguido de cerca por dos custodios motorizados del gobierno. Durante una larga entrevista entre entregas de regalos, Guaidó afirmó que hay gente siguiendo a su esposa Fabiana Rosales y a su pequeña, incluso al preescolar de su hija.

El apartamento alquilado que comparten en una urbanización de clase media está medio vacío. Es el hogar de un hombre que no sabe con seguridad donde dormirá mañana. El televisor está en el piso, los juguetes de su hija están amontonados en un rincón y las paredes no tienen nada, excepto por un gran retrato de la monja venezolana María de San José, conocida por ayudar a los enfermos.

Al igual que muchos venezolanos en la capital, Guaidó solo tiene suministro de agua cerca de dos horas al día.

En un momento dado, cuando habló de su madre, quien tuvo que abandonar el país por un tratamiento médico que no pudo conseguir en Venezuela, sus ojos se enrojecieron y empezó a llorar. “Por supuesto que la extraño”, afirmó.

La popularidad de Guaidó ha decaído significativamente en el último año, según una encuesta de la firma caraqueña Datanálisis. Sin embargo, según la encuestadora, Guaidó sigue siendo el político más popular del país.

En una entrevista, el director de la encuestadora, José Gil Yepes, afirmó que su popularidad podría incrementarse en las próximas semanas, “debido a todas las cosas que el gobierno hizo mal” el 5 de enero.

Mayrely Calderón, una farmaceuta de 39 años, se mantiene leal a Guaidó. “Él es quien nos va a ayudar a deshacernos de Maduro”, afirmó.

La policía impide la entrada de Juan Guaidó, el líder opositor venezolano, a la Asamblea Nacional, donde esperaba ser reelegido como presidente de ese organismo, en Caracas, el 5 de enero de 2020. (Adriana Loureiro Fernandez/The New York Times)

c.2020 The New York Times Company

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