Marisela Hernández y sus dos hijos Juan Pablo y Ángel pasarán en Los Ángeles, la Navidad más triste de sus vidas, separados de Juan Guzmán, su esposo y el padre de familia, que fue deportado a México a principios de año.
A menos de 200 millas, en Tijuana, Juan abatido por la tristeza, ha pedido trabajar esos días para enmascarar el dolor de la separación familiar que se agudiza en estos días de fiestas.
“Ha sido un año muy difícil. Juan era el principal proveedor del hogar. Al llevárselo migración no solo dejó un hogar dividido y lleno de tristeza, sino que lo metió en apuros económicos”, dijo Marisela. “Yo conseguí empleo en la limpieza de una tienda en el Valle de San Fernando. Solo me dan 22 horas de trabajo a la semana. Me pagan el salario mínimo y al mes, el cheque me sale entre 1,100 y 1,200 dólares. Pago de renta 935 dólares”.
Marisela está muy angustiada porque ésta será la primera Navidad que sus hijos no tendrán regalos. Juan Pablo tiene 13 años y sufre de autismo; Ángel anda en los 11 años.
“Juan Ángel me preguntó si voy a poder comprarle un regalo. ‘Voy a ver mijo’, le dije. Pero, no puedo. O pago la renta o les compro regalos”.
Además de la desesperanza por la separación familiar, el mayor desafío de Marisela ha sido el económico. “Me la paso estresada. Por más que estiro lo que gano, no alcanza. Aunque quiera darles un regalo a mis hijos, no puedo”.
Si quieres ayudar a los hijos de Marisela, puedes hacer un donativo haciendo clic a la cuenta de GoFundMe abierta para ellos.
Juan tiene 39 años. Fue deportado el 11 de marzo, después de vivir 25 años en los Estados Unidos. Había emigrado a los 14 años. En Los Ángeles se casó con Marisela Hernández con quien tuvo a sus dos hijos Juan Pablo y Ángel.
A Juan lo arrestaron el jueves 31 de enero, como a las 7:30 de la mañana en Pacoima, en el Valle de San Fernando. Él llevaba a su hijo Juan Pablo a la escuela. El menor fue testigo de cómo los agentes del Servicio de Migración y Aduanas se llevaron arrestado a su padre.
Después de varias semanas de detención, lo deportaron. Juan fue arrestado por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) debido a que reingresó al país después de haber sido deportado en el año 2000.
Juan considera que la oficina de inmigración detectó que estaba en el país de regreso, cuando se enteraron que obtuvo su licencia de manejo bajo la ley AB60 que autoriza en California el documento para las personas indocumentadas.
Marisela dice que los hijos bajaron muchos sus calificaciones en la escuela, tras la deportación de su padre. “Las terapias los han ayudado mucho para lidiar con la separación”.
Pero aún así cuenta que los niños no se han recuperado del todo. Va a cumplirse un año que no ven a su progenitor.
“Esta será la primera Navidad sin su papá. Yo estoy de pie porque Dios es muy grande”, dice Marisela. “Ahorita estoy muy agripada, pero así me voy a ir a trabajar. No me puedo dar el lujo de faltar”.
Y reconoce que por momentos se pone muy desesperada. “Me tengo que apretar la panza, y me siento muy mal de ver a los hijos que andan con los zapatos rotos. Una quincena mi esposo me mandó todo su cheque de lo que ganó en una semana en México, y cuando los pesos se convirtieron en dólares, se hicieron 52 dólares”.
“La verdad que yo acá, y mi esposo allá en Tijuana estamos desesperados”, subraya Marisela. “Él quiere estar con los chiquillos”.
Juan vive en Tijuana en la casa de un hermano. Consiguió un empleo como guardia de seguridad, ganando el salario mínimo.
“Me siento triste. Me hacen falta mis hijos y mi esposa. Me pongo muy mal de pensar que mi esposa enferma tiene que ir a trabajar”, cuenta a La Opinión a través de una entrevista telefónica. Agrega que le ha costado mucho trabajo adaptarse a la vida en México sobre todo porque no tiene su acta de nacimiento. “Eso me ha dificultado obtener mi licencia de manejo y mi tarjeta electoral”.
Agrega Juan que el 24 y 25 de diciembre se apuntó para trabajar. “Me pagan 600 pesos por 12 horas. Ese dinero se lo voy a mandar a mi esposa. No quiero quedarme en Nochebuena y Navidad en la casa con mi hermano a llorar por no estar con mi familia”.
Marisela dice que ha inscrito a sus hijos en un programa que se llama Gryd, que los ayuda a evitar caer en las pandillas y drogas. El Gryd, es impulsado por el Ayuntamiento de Los Ángeles para ofrecer recursos y oportunidades a los jóvenes como los hijos de la pareja dividida por las deportaciones.
Fuente: La Opinión