Frases como “Me siento culpable cada vez que como algo que no debería” o “Si controlo lo que como, siento que tengo control sobre mi vida”, son comunes entre muchas personas que reflejan una constante lucha interna con la comida y su relación con la imagen corporal.
Estas expresiones revelan cómo los trastornos alimentarios no solo afectan el cuerpo, sino también la mente y las emociones, instaurando una sensación de culpa, inseguridad y falta de control, que puede tener un profundo impacto en la vida cotidiana de quienes las padecen.
La coordinadora del Área de Psicología en Fundación La Casita, Julieta Ramos, explica que tanto la anorexia, como la bulimia y los atracones, afectan principalmente a mujeres, aunque también a algunos hombres y están relacionados con preocupaciones excesivas sobre el peso y la figura, influenciados por factores culturales, sociales y de autoestima.
Señaló que, a pesar del crecimiento del movimiento body positive, estos trastornos siguen vigentes y destacó la importancia de realizar una intervención temprana con enfoque multidisciplinario para lograr una recuperación. El episodio completo podés encontrarlo en Spotify y YouTube.
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Julieta participa activamente en la formación de profesionales especializados en el abordaje de los trastornos de la conducta alimentaria. Ha impartido cursos y seminarios sobre psicoterapia en esta área, y ha colaborado en eventos destacados, como el seminario “Terapia Familiar en TCA”.
Asimismo, junto a colegas de La Casita, crea y difunde videos informativos en plataformas como YouTube, donde aborda diversas temáticas relacionadas con su especialidad para concientizar a la sociedad sobre estas problemáticas vigentes.
La Casita es un Centro de Atención y Prevención para adolescentes, jóvenes y sus familias, fundado en 1985 como el Centro de Trastornos del Comer (CTC) dentro del Centro Privado de Psicoterapias de Buenos Aires. Es un grupo multidisciplinario de más de 40 profesionales, especializados en el abordaje integral de problemáticas adolescentes y familiares, con un enfoque en los trastornos de la alimentación como anorexia, bulimia y trastorno de atracones.
Además de ofrecer servicios médicos, psiquiátricos, psicológicos y nutricionales, integran actividades como mindfulness, yoga y teatro. Su misión es fomentar la prevención, asistencia y acompañamiento de pacientes y sus familias, además de tareas de docencia e investigación.
Un trastorno de la conducta alimentaria es una enfermedad que tiene que ver con lo mental, pero en la que también tiene mucha incidencia lo biológico, donde hay una preocupación excesiva por el peso, la figura y muchísimos intentos de dietas y cambios alimentarios para intentar controlar de alguna manera el peso. Es un problema que no tiene que ver sólo con la comida ni con lo físico sino con lo cultural, lo familiar, emocional y social.
Una vez que se instala este problema en la vida de una persona afecta todas las áreas. Las principales víctimas de esta enfermedad somos las mujeres, aunque también cada vez hay más hombres, quizás con otro enfoque que no tiene que ver tanto con la delgadez sino con la musculatura. Antes, la franja etaria que atacaba esta enfermedad era la adolescencia, pero en estos últimos años que se amplió la brecha, hay desde chicos más chicos, de 10 y 11 años, a mujeres grandes porque también nos sentimos exigidas y atravesadas por una cultura que idealiza la belleza y los cuerpos hegemónicos.
— ¿Qué cambió que ahora empieza desde una edad temprana?
— Mucho tiene que ver la influencia de las redes sociales. Yo a los 10 años jugaba a las muñecas, no existía nada de todo esto. El acceso a publicidades, discursos, era imposible, uno estaba en su burbuja. Hoy todos tienen un teléfono y en las redes sociales cualquiera dice cualquier cosa. Todos mostramos lo lindo, lo bueno, lo flaco, los viajes, entonces eso ya empieza a generar una exigencia en una persona más jovencita que antes aparecía mucho más tardíamente. La movida del skin care, los cumpleaños de chicas donde ya están poniendo foco en lo estético, todos esos son factores socioculturales que empiezan a influir en alguien que quizás ya tiene una predisposición, cierta característica de personalidad o ambiente familiar, propicia para esto y va a ser mucho más vulnerable a esta enfermedad.