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Vladimir Putin a 25 años de poder: Absolutismo, guerra y crisis en Rusia

Vladimir Putin

El presidente de Rusia, Vladímir Putin, marca este martes un cuarto de siglo al frente del poder absoluto en su país. Durante estos 25 años, ha eliminado a sus rivales, librado varias guerras, anexado territorios y construido un sistema de poder centralizado que comienza a mostrar signos de desfasaje.

“Aún hay mucho por hacer, pero podemos estar orgullosos de lo logrado”, dijo Putin en su mensaje de Año Nuevo, donde apenas hizo una mención vaga al conflicto en Ucrania, que cumplirá tres años en febrero. En su tradicional discurso televisado, expresó: “En esta Nochevieja, los pensamientos y esperanzas de millones de personas en Rusia están con nuestros combatientes y comandantes.” Añadió que pensaban en el futuro con la certeza de que todo marchará bien.

Recordando sus inicios, Putin afirmó que “nos hemos alejado del borde del precipicio”, refiriéndose a la difícil situación de Rusia cuando Boris Yeltsin le entregó el poder en 1999. Reelegido en marzo pasado para un nuevo mandato de seis años, ya ha dejado una marca indeleble en la historia, deseando ser recordado como el líder que restauró el orgullo imperial de los rusos tras la caída de la Unión Soviética en 1991.

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Putin ha consolidado un régimen autoritario, que se aleja de cualquier forma democrática, sin embargo, el costo de la victoria en Ucrania podría ser el factor decisivo que marque la diferencia entre el éxito y el fracaso para el líder del Kremlin.

Siguiendo el modelo de los zares, Putin ha implementado un absolutismo político, ha forjado una relación estrecha con la Iglesia Ortodoxa presentando a Rusia como la defensa moral contra el liberalismo y ha promovido una ideología nacionalista del “mundo ruso”. Aunque en sus primeros años se dejaba aconsejar, desde 2012, especialmente tras la muerte de Muammar Kadafi, instauró un régimen cada vez más personalista.

La toma de decisiones, antes compartida, ahora se centraliza en el Consejo de Seguridad, donde la disidencia es imposible. Además, la reforma constitucional que le permite gobernar hasta 2036 marca un punto de no retorno.

Apoyado en la Iglesia, Putin ha logrado convencer a gran parte de la población de que tiene un mandato casi divino, similar al de los zares. Esta centralización se intensificó durante la pandemia de COVID-19, cuando el presidente se aisló en un búnker y solo unos pocos asesores tuvieron acceso a él, lo que coincidió con la primera invasión de un país europeo desde la Segunda Guerra Mundial.

Con respecto a Occidente, Putin se sintió reforzado por la retirada estadounidense de Afganistán, lo que lo convenció de que ni Estados Unidos ni Europa intervendrían en Ucrania. Sin embargo, su estrategia resultó equivocada, confiando en informes de inteligencia erróneos que predijeron una rápida caída de Ucrania.

A pesar de las advertencias de líderes internacionales, como la ex canciller alemana Angela Merkel, sobre su desconexión de la realidad, Putin se ha mantenido firme en su posición.

En su visión del conflicto, Putin no solo ve la lucha militar, sino también una guerra cultural, educativa, económica y tecnológica, donde los opositores como Alexei Navalny, escritores, artistas, y jóvenes que se oponen a la guerra son considerados enemigos. El nuevo “proletariado” no son los trabajadores, sino los veteranos de la guerra de Ucrania, quienes creen que Rusia tiene un destino manifiesto similar al de los Estados Unidos.

No obstante, el régimen de Putin ha mostrado fisuras, como evidenció la situación en Siria el 8 de diciembre, donde la derrota geopolítica de Putin quedó en evidencia al ver que no podía luchar en dos frentes al mismo tiempo.

La guerra en Ucrania, que comenzó como una ofensiva rápida, se ha transformado en un conflicto largo y costoso en vidas y recursos, que ha expuesto la obsolescencia tecnológica de Rusia y la corrupción dentro de las fuerzas armadas.

A pesar de su poder, la situación en Rusia no es inquebrantable. El jefe del Grupo Wagner, Yevgueni Prigozhin, lo entendió y trató de desafiar a Putin con una sublevación armada, lo que despertó la conciencia de muchos rusos, aunque le costó la vida. Además, los servicios secretos rusos, encargados de velar por la seguridad del régimen, han cometido varios errores graves, como el atentado islamista de marzo y el reciente asesinato de un alto general, lo que ha provocado la ira de Putin.

En tiempos de guerra, Rusia ya no solo exporta hidrocarburos, sino también el uso de la fuerza para proteger a los enemigos de Occidente, aunque este enfoque parece estar perdiendo eficacia.

EFE

Por: Itzel Olivo

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