Este domingo ha fallecido Jimmy Carter, quien fuera presidente de Estados Unidos entre 1977 y 1981, a los cien años. Vivió un siglo. El mundo lo llora.
Hace algún tiempo, Carter estaba aquejado por un quebranto cerebral, del cual fue tratado; se alentó, siguió en tratamiento y reposo. Pero acaba de extinguirse. Se apagó para siempre, pero la luz de su legado sigue viva.
Nació en el lejano octubre de 1924. Fue uno de los líderes del Partido Demócrata. Presidente número 39 de Estados Unidos. Antes de llegar a la Casa Blanca fue gobernador de su Georgia natal, y senador por ese mismo estado. Trataba de encontrar soluciones a los conflictos y las guerras en el mundo; dejó un potente ejemplo de paz y concordia. El mundo lo llora.
Por su gran labor humanística y sus aportes a la democracia y los derechos humanos, fue galardonado en 2002 con el Premio Nobel de la Paz. Firmó el tratado que nacionalizó el canal de Panamá, auspició los acuerdos de paz de Camp David (Egipto-Israel), un acuerdo bélico con la Unión Soviética y estableció relaciones diplomáticas con China Popular.
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Carter fue presentado como un presidente “flojo” durante el secuestro de la embajada estadounidense en Teherán, Irán. Unos terroristas la tomaron en medio de altas tensiones. Fue una crisis peligrosa, que al final le costó el puesto. Intentó reelegirse pero no pudo: Reagan le ganó las elecciones en 1984.
Al dejar la Casa Blanca, se dedicó a fomentar la democracia y los derechos humanos a través del fecundo Centro Carter, creado en 1982 junto a su esposa Rosalynn. Unos años previos, en República Dominicana tuvo una intervención crucial tras las elecciones de 1978, que obligaron a Balaguer a dejar el poder y que le dieron paso, forzosamente, a don Antonio Guzmán. Así se inauguró el juego democrático dominicano.
Carter apostó a la protección del medio ambiente, creó instituciones educativas y energéticas, fue un demócrata consumado. Hoy, el mundo llora no solo a un gran presidente, sino a un noble ser humano.