Por Raúl Germán Bautista.– Los días en los cuales el mar Caribe está “planchado”, hacia el Malecón de Santo Domingo, este hombre, de unos 60 años, se lanza a bucear en busca de oro y plata.
Según cuenta, las aguas de las lluvias arrastran hasta esa parte del Malecón (frente al Kartódromo) efectos personales que pueden contener oro, plata u otros metales de valor.
Este es un trabajo nada fácil, no solo por lo difícil que sería encontrar algo en estas profundas aguas frente al Malecón, sino porque las olas pudieran arrastrarlo hasta los arrecifes y golpearlo con esas rocas.
Ya antes de las 8:00 de la mañana, este señor penetra al mar, y antes de entrar amarra una soga amarilla en la roca, que le sirve de guía y entrar a bucear, pero sin nada más que una máscara y un par de aletas.
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Sube y b aja una y otra vez, mientras la marea hace lo mismo y golpea la roca con fuerza, pero él puede (o pudo) sortear la situación, por lo menos por espacio de 25 minutos.
Este es uno de los tantos oficios extraños y peligros que se encuentra en la República Dominicana, país donde la gente tienen una y mil maneras de sorprenderte a la hora de llevar la comida a casa.