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Arropado por la popularidad, Bukele asume un polémico segundo mandato

Fotografía cedida por la Presidencia de El Salvador que muestra al presidente de la Asamblea Legislativa de El Salvador, Ernesto Castro (d), mientras toma juramento al presidente salvadoreño, Nayib Bukele (i), este sábado durante la ceremonia de investidura en la Plaza Gerardo Barrios de San Salvador (El Salvador). EFE/ Cortesía Presidencia de El Salvado

San  Salvador, 1 jun (EFE).- Cada vez que hablaba los aplausos se tornaban ensordecedores. La histórica plaza cívica, en el corazón de San Salvador, enloquecía con la mínima palabra del presidente Nayib Bukele, investido este sábado para otros cinco años consecutivos al frente de ese país herido por la violencia de las pandillas, como él mismo contó en su discurso de proclamación.

Primero desfiló el Ejército enfrente de Bukele, un novedoso protocolo nunca visto antes durante una toma de posesión presidencial en la era democrática salvadoreña. Los cañones estallaron y centenares de militares caminaron a un compás cuasi perfecto delante del Palacio Nacional, donde Bukele les esperaba sonriente junto a su familia.

Esto es un reflejo del éxito del ‘fenómeno Bukele’: su política de seguridad, conocida como la “guerra contra las pandillas”, que lo catapultó en las elecciones del pasado febrero al poder al arrasar con más del 80 % de los votos.

“Si no es por él, no podríamos estar aquí a ninguna hora. Ni nosotros, ni ustedes. El centro histórico se lo habían tomado para ellos (en referencia a las maras). Bueno, y al país entero lo tenían sometido”, cuenta a EFE Hilda López, de 67 años, quien se protege del ardiente sol de la mañana bajo un sombrero de paja adornado con la bandera azul y blanca.

Entre la marabunta de gente que coreaba sin cesar ‘Bukele forever’, el presidente comenzó su discurso: “Este es el momento más importante de nuestra historia reciente. Por fin, vencimos el miedo y somos un país libre”, dice Bukele en sus primeras palabras.

“Los milagros que hemos visto en este país no son pocos. Si Dios así lo desea, vendrán muchos más”, entona erguido desde el palco.

No tardó en sacar su mejor baza, las pandillas. A través de una fábula, Bukele hizo un recorrido por su política de seguridad para encerrar las maras en una megacárcel y lanzó pullas a los Gobiernos anteriores catalogándolos de ineficaces para resolver ese problema.

El Salvador era un “paciente enfermo” y él un médico capaz de curar el “cáncer” y “todas las enfermedades” que padecía: “¿Ustedes a quién harían caso? Al doctor que los curó de cáncer a los doctores que casi les matan y los estafaron. La sociedad salvadoreña es como una persona enferma aún, con muchas desde su nacimiento”.

“Pero – continúa- hace 30 años apareció una enfermedad más grave: el cáncer de las pandillas. Y se volvió en ese momento lo más urgente de resolver”.

Entonces, lo proclamó alto y claro: “Así como el doctor le dio la cura del cáncer al paciente pero para curarse debía seguir la receta, así también este pueblo salvadoreño tomó la decisión de seguir al pie de la letra y juntos nos libramos del cáncer de las pandillas”. Y los salvadoreños presentes estallaron en vítores.

Un león

No dudó en advertir cuál será la misión de su nueva administración: “Tenemos la enorme tarea de proteger como un león nuestro legado”. Como tampoco vaciló en pedir a los salvadoreños defender las “decisiones” que tomará pero “sin quejarse” y sin escuchar a los “enemigos del pueblo”.

Pese a su fuerte popularidad, la investidura de Bukele no ha estado excepta de polémica: no solo porque la constitución salvadoreña no permite un segundo mandato consecutivo sino porque el último antecedente en la historia de El Salvador de un presidente que buscó la reelección inmediata se remonta a la dictadura miliar con el general Maximiliano Hernández Martínez, que gobernó entre 1931 y 1944.

Una comparación de la que Bukele no se zafa al ser señalado constantemente por organismos internacionales de tener un carácter autoritario y no respetar los derechos humanos, aunque a algunos salvadoreños parece no molestarles esa imagen.

Uno de ellos es Félix López, de 43 años y abrigado con una bandera de El Salvador: “Mirá, eso lo vemos acá. Eso se declara acá (en la plaza abarrotada de gente). Estamos bien. Él es el presidente, el tiene la autoridad y puede tomar las decisiones”.

Fue con esa imagen de mano dura pero cercano al pueblo que Bukele se retiró del balcón para dar paso a otros cinco años de mandato. La plaza siguió estallando en júbilo: ya tienen otra vez a su doctor.

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