David Lochridge, un exempleado de OceanGate, envió hace años un correo electrónico a la empresa expresando su preocupación por los posibles fallos de seguridad del sumergible Titán, que implosionó fatalmente en el fondo del Atlántico durante una reciente expedición al lugar de los restos del Titanic, informa The New Yorker.
“Me consideraría bastante audaz cuando se trata de hacer cosas que son peligrosas, pero ese submarino es un accidente a punto de ocurrir”, escribió Lochridge a Rob McCallum, un asociado del proyecto.
“No quiero que se me considere un aguafiestas, pero me preocupa tanto que se mate a sí mismo y a otros en el empeño por impulsar su ego”, agregó el exempleado sobre Stockton Rush, cofundador y director ejecutivo de OceanGate, uno de los cinco fallecidos en la catástrofe del Titán. “No hay forma de que me hubieras contratado para sumergirme en esa cosa”, aseguró Lochridge .
Lochridge había sido contratado por OceanGate en mayo de 2015 como director de operaciones marinas y piloto jefe de sumergibles. Pasó a ser empleado directo de 2016 a 2018.
En 2018, descubrió varios aspectos críticos de la estructura de Titán que le parecieron preocupantes. Llegó a la conclusión de que la única forma segura de sumergirse era realizar primero un escaneo completo del casco. Preparó un informe detallado que, según él, provocó la ira de la dirección, que rechazó que el casco del submarino necesitara pruebas.
En su lugar, la empresa promocionó un sistema de control acústico, que más tarde fue patentado por Rush. Lochridge, por su parte, consideraba que este método era inseguro y poco fiable porque, según él, detectaba los fallos en el último momento, justo antes de una explosión.
Así, a pesar de sus protestas, la empresa siguió vendiendo billetes para expediciones submarinas a 250.000 dólares por persona, mientras que Lochridge acabó siendo despedido.
Desgraciadamente, sus temores estaban destinados a hacerse realidad cinco años más tarde: el pasado 18 de junio, el sumergible Titán perdió el contacto con su buque nodriza alrededor de una hora y 45 minutos después del inicio de la inmersión para ir a ver los restos del Titanic, que yacen a 3.800 metros de profundidad en el fondo del Atlántico, a unos 600 kilómetros de la costa de Terranova, Canadá.
Cuatro días después, OceanGate, con sede en Washington, dio por muertos a los cinco tripulantes: Stockton Rush, el empresario británico Hamish Harding, el empresario paquistaní Shahzada Dawood y su hijo Suleman, de 19 años, y el investigador Paul-Henri Nargeolet.