Desde la compra de Twitter a finales de octubre de 2022, Elon Musk se ha embarcado en una cruzada para recortar los gastos de la empresa. Ha despedido a más de la mitad de la plantilla, acabado con los programas de guardería y otras ventajas o subvenciones que la compañía ofrecía a los empleados y cerrado varias sedes internacionales. También, parece, ha dejado de pagar el alquiler de varias de sus oficinas. El pasado 4 de diciembre el propietario de uno de los edificios de San Francisco donde Twitter se aloja demandó a Musk por impago del alquiler. Según la empresa propietaria del inmueble, situado en el número 650 de California Street, Musk debe 130.000 dólares, correspondientes al mes de noviembre, que no se han abonado.
Se trata de un edificio en el barrio de Chinatown de San Francisco que Twitter alquiló por un periodo de siete años en 2017 como espacio adicional para parte de sus trabajadores. La sede central, situada a unos 15 minutos de paseo en el número 1355 de Market Street, se había quedado pequeña.
La pandemia del coronavirus, sin embargo, cambió drásticamente las necesidades de espacio de Twitter, y no sólo por las medidas temporales de confinamiento. En el año 2019, Jack Dorsey, el fundador y entonces presidente de la empresa, decidió convertir la compañía en una empresa 100% remota, aunque mantuvo las oficinas abiertas para aquellos trabajadores que necesitaran un lugar físico de trabajo o reunión.
Cuando Musk se hizo con el control de Twitter, una de sus primeras decisiones fue acabar con esta política y forzar la vuelta al trabajo presencial de la mayor parte del personal.
No todos los trabajadores han podido hacerlo. Muchos cambiaron su domicilio durante la pandemia y se fueron a vivir a áreas remotas u otros estados aprovechando las ventajas de la política de trabajo de Dorsey. La consecuencia es que las oficinas de Twitter no han recuperado ni de lejos el nivel de actividad previo a la pandemia, y a la empresa le sobra bastante espacio. Los despidos de gran parte del personal de Twitter también han sido un factor importante en esta situación.
Varios analistas apuntan a que Musk, que ha comparado Twitter con un “avión en caída libre y sin mandos” recientemente, y que no descarta declarar la empresa en bancarrota, podría estar retrasando los pagos para tratar de forzar una renegociación.
Aunque la empresa propietaria no lo ha demandado, el magnate, que ahora es el segundo hombre más rico del mundo, tampoco está pagando el alquiler de la sede central en Market Street desde hace meses, ni al personal de mantenimiento y limpieza. Varios trabajadores se han quejado recientemente de los malos olores en las oficinas por la basura acumulada y algunos, incluso, han comenzado a traer su propio papel higiénico desde casa.
Además de no pagar el alquiler, Musk ha comenzado a liquidar parte de los muebles y dispositivos de estas oficinas en un intento por recaudar algo de dinero. La inmensa mayoría de expertos económicos cree que Musk pagó demasiado por la empresa, cerca de 44.000 millones de dólares, y se ha endeudado para cerrar la operación, tanto con deuda que ha cargado a la propia empresa como préstamos personales adquiridos con sus acciones de Tesla como colateral.
El aumento de los tipos de interés y la caída estrepitosa de la valoración de Tesla (la acción ha caído más de un 70% en el último año), han complicado la viabilidad del proyecto. También la actitud del propio Musk. Twitter ingresaba casi 5.000 millones al año antes de su llegada, la mayoría por publicidad, pero la actitud polémica y las nuevas políticas de moderación que ha impuesto Musk están alejando a los principales anunciantes.
Musk ha aumentado el número de anuncios que el usuario ve cuando consulta Twitter y va a volver a permitir propaganda política y otros tipos de anuncios que habían sido prohibidos durante la época de Dorsey por fomentar la polarización y desinformación, pero no está claro que estas medidas sean suficientes para detener la hemorragia de ingresos. El avión, de momento, sigue cayendo.