Tras una de las campañas más tensas y violentas que se recuerdan, los sondeos dan como favorito a Lula, con el 49 % de las intenciones de voto, frente al 44 % de Bolsonaro.
Pero la agresiva campaña del excapitán del Ejército contra las encuestas y el hecho de que se equivocaran con él en el primer turno han generado una incertidumbre inusitada sobre los resultados en Brasil. También cabe esperar un efecto de última hora positivo para Bolsonaro tras los miles de millones de dólares en ayudas sociales que ha prometido en las últimas semanas.
A todo ese contexto hay que sumarle las dudas sembradas por el mandatario sobre la fiabilidad del sistema de urnas electrónicas usado en Brasil desde 1996, lo que desata temores de que el mandatario no acepte una eventual derrota y que eso degenere en disturbios callejeros entre sus partidarios.
Un exobrero y un exmilitar
Lula, de 77 años, es un exobrero metalúrgico que gobernó exitosamente Brasil entre 2003 y 2010, con sus programas sociales reconocidos internacionalmente por sacar a decenas de millones de personas de la pobreza gracias al boom de las materias primas.
Figura central de la política brasileña del último medio siglo, el patriarca de la izquierda, del Partido de los Trabajadores (PT), ingresó en 2018 en la cárcel tras ser condenado por corrupción, lo que le inhabilitó para presentarse a las elecciones que ganó Bolsonaro. Pero un año y medio después renació políticamente al ser liberado porque su condena quedó anulada por una cuestión procesal (los casi 20 casos abiertos en su contra o bien fueron anulados o el exmandatario fue absuelto).
Si este domingo gana, se convertirá en el primer brasileño en ser electo en tres ocasiones y en el más veterano en asumir el cargo.
Bolsonaro, de 67 años y afiliado al Partido Liberal (PL), es un abierto nostálgico de la dictadura militar que ejerció durante 27 años como diputado en Brasilia. En 2018 llegó por sorpresa a la presidencia como ‘outsider’ de la política y paladín de la lucha anticorrupción, aupado por una heterogénea coalición de evangélicos, ruralistas y militares con el lema ‘Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos’.
Dueño de una retórica incendiaria contra la izquierda y la ideología de género y a favor de armar a los brasileños, ha encadenado varias crisis en su primer mandato.
Entre ellas su enfrentamiento con parte de la comunidad internacional por los disparados índices de deforestación e incendios en la Amazonía derivados, según los ambientalistas, de su política a favor del avance del agronegocio o su cuestionada gestión de la pandemia del coronavirus, que dejó casi 700.000 muertos, en la que hizo campaña contra las medidas de cuarentena y demoró en comprar vacunas.
Guerra sucia digital
Nadie dudaba de que un duelo entre dos polos tan alejados caldearía los ánimos y llevaría a una campaña violenta, que dejó tres muertos, todos seguidores de Lula. Pero pocos esperaban tal nivel de juego sucio a base de noticias falsas, insultos, manipulaciones e intimidaciones entre ambas campañas digitales, especialmente en la segunda vuelta, pese a los esfuerzos de la justicia electoral por contenerlos.
El exmandatario rozó la victoria en primera vuelta, el 2 octubre, con el 48 % de los votos, una cifra ajustada a lo que pronosticaban los sondeos. Bolsonaro, sin embargo, sorprendió con un 43 %, entre siete y ocho puntos porcentuales más de lo que le atribuían.
Ese día las urnas dejaron un país partido. Tanto Lula como Bolsonaro consiguieron un volumen similar de apoyos entre los otros candidatos, los gobernadores de los estados y distintas personalidades.
Lula lidera entre las mujeres, los negros, los católicos y los más desfavorecidos, especialmente en la región nordeste, mientras que Bolsonaro domina en las clases medias y los ricos, los evangélicos y en los potentes estados del sur y los estados agrarios del centrooeste.
Ambos empatan entre los hombres y en los estados del sudeste, donde están los tres principales colegios electorales del país (Sao Paulo, Minas Gerais y Rio de Janeiro).
Este domingo, los brasileños escogerán también a los gobernadores de 12 estados que no lograron decidir en primera vuelta, entre ellos Sao Paulo, motor económico de Brasil, que vivirá un choque a pequeña escala entre el candidato bolsonarista, el exministro de Infraestructura Tarcísio de Freitas, y el lulista Fernando Haddad, exministro de Educación y exalcalde paulista