Singapur, que posee unas de las leyes anti drogas más draconianas del planeta, desoyó este miércoles las críticas de la comunidad internacional y las inusuales protestas en la isla, y ejecutó a un preso malasio con discapacidad intelectual condenado por traficar una pequeña cantidad de heroína.
Nagaenthran (Nagen) Dharmalingam, de 34 años, fue ahorcado (el método que emplea Singapur para llevar a cabo las ejecuciones) en la prisión de Changi este miércoles al amanecer. Fue su hermano, Navin, quien acudió a identificar el cadáver, según confirmó a la activista contra la pena de muerte singapurense Kirsten Han.
Pocos casos habían concitado tanto interés como el de Nagen en Singapur, un país con un régimen semiautoritario que apenas informa sobre las ejecuciones –la mayoría de narcotraficantes- y censura los temas controvertidos en la prensa local, si bien la discapacidad intelectual del preso despertó la indignación fuera y dentro del país.
Al menos 300 personas se concentraron el lunes en el parque Hong Lim de Singapur, el único lugar donde el gobierno permite la convocatoria de protestas, para pedir la suspensión de la ejecución de Nagen y de otro preso malasio, Datchinamurthy Kataiah, también condenado a muerte por narcotráfico y quien en principio será ahorcado el viernes.
También el lunes, la Oficina de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos urgió al Gobierno de Singapur a detener las ejecuciones de ambos, mientras la delegación de la Unión Europea en la ciudad Estado asiática había pedido con anterioridad que se revisara la sentencia de Nagen.
Hasta el último momento
El propio Navin, hermano del ejecutado, confiaba hasta última hora en que, debido al apoyo popular expresado hacia su hermano, éste sería exonerado -cabía aún la opción de un perdón presidencial-, y con esa esperanza acudió este miércoles a la cárcel isleña, solo para confirmar el peor pronóstico, publica en su cuenta en redes sociales el abogado de derechos humanos M Ravi Ravi.
Ninguna petición surgió efecto; la última en intentarlo fue la madre del preso, Panchalai, quien se personó en el tribunal de apelaciones el martes alegando que su hijo había tenido un juicio injusto, pues el juez del caso, Sundaresh Menon, había sido el fiscal general cuando Nagen fue sentenciado, y también durante la primera apelación.
El juez rechazó la solicitud de la mujer, la cual calificó de “frívola” y “falta de pruebas”, y sólo accedió al último deseo de Nagen, presente en la sala: departir un último rato con su familia, antes de ser devuelto a la prisión y llevado en unas horas al patíbulo.
Nagen, quien fue arrestado en abril de 2009 por introducir 42,72 gramos de heroína en Singapur, casi tres veces más de lo que la ley estipula (15 gramos) para imponer la pena capital, se convierte en la segunda persona ejecutada en la isla en menos de un mes, tras dos años sin ahorcamientos.
Según Han y otros activistas, ese parón habría generado una saturación en el corredor de la muerte, circunstancia que ahora acelera las ejecuciones, con la de Datchinamurthy programada el viernes.
La UE denuncia esta sentencia
La Unión Europea pidió este miércoles a Singapur que acabe con la pena de muerte, tras la ejecución, de Nagaenthran Dharmalingam.
“Instamos a Singapur a que adopte una moratoria de todas las ejecuciones y se una a la tendencia mundial de abolir la pena de muerte”, dijo en un comunicado un portavoz del Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE).
La condena de la UE se suma a la de Naciones Unidas, que esta semana ya pidió que se pararan las ejecuciones.
Ejecución pese a las protestas
“La ejecución de Nagaenthran es un acto oprobioso por parte del Gobierno de Singapur, que ha actuado sin compasión pese a las protestas en Singapur, Malasia y en todo el mundo”, denuncia el director para Asia Pacífico de Amnistía Internacional (AI), Erwin van der Borght, en un comunicado.
Las autoridades de Singapur, país en el que coexisten altos niveles de desarrollo con prácticas brutales y arcaicas como la horca, defienden que las ejecuciones son necesarias para disuadir del consumo de estupefacientes, sin que haya datos que lo respalden, y que son apoyadas por la mayoría de sus ciudadanos.
Pero dos exitosas protestas convocadas este mes por la ONG de Han contra la pena de muerte, Transformative Justice Collective, sugieren que el espacio para la crítica está creciendo.
Desde el Speaker’s Corner (Rincón de los Oradores), el enclave de Hong Lim donde se permiten ciertas protestas, siempre bajo autorización y sin que puedan participar extranjeros, un asistente veinteañero que acudía a sumarse a la vigilia por Nagen el lunes junto a varias amigas, expresaba su parecer.
“No estoy de acuerdo con la pena de muerte, y vengo a dar mi voz por aquellos que no pueden”, dijo Francis, sumándose a docenas que, como él, pidieron sin éxito a Singapur que no ejecutara a Nagen.