INFOBAE.- Las mascarillas o barbijos forman parte del paquete de medidas efectivas para evitar contagiarse el coronavirus o contagiar a otras personas. Dentro de ese paquete, también están las vacunas contra el COVID-19, el lavado de manos con frecuencia y el distanciamiento físico. En este momento de la pandemia, hubo algunos cambios en la obligación del uso de las mascarillas o barbijos.
Sin embargo, aún los expertos en infectología, epidemiología y salud pública consideran que sí hay que colocarse hoy los barbijos -desde la nariz al mentón- incluso cuando los demás no estén protegidos porque se reduce el riesgo de contagiarse el virus.
En los Estados Unidos, los expertos en salud pública reaccionaron con consternación ante la sentencia de una jueza federal que anuló la obligación de utilizar mascarillas para los pasajeros de aviones, autobuses y trenes. Están preocupados porque esa decisión puede erosionar el rol de la autoridad de las agencias de salud pública e interferir en su capacidad de responder frente a las emergencias sanitarias.
El fallo de la jueza de Florida se emitió menos de una semana después de que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) habían prorrogado la obligación de uso de mascarillas hasta el 3 de mayo. El Gobierno del Presidente Joe Biden anunció que apelará la decisión de la jueza que anuló el mandato de los barbijos en el transporte público.
El barbijo se empezó a usar en diferentes países de Occidente entre febrero y marzo de 2020 cuando la pandemia empezaba a golpear fuerte y aún no estaban claras las vías de transmisión de la enfermedad. Con el tiempo, se fue confirmando que el coronavirus se transmite tanto en gotitas como en aerosoles que son emitidos por personas que ya están contagiadas al hablar, gritar, o cantar.
También se ha determinado que 1 de cada 4 personas con COVID-19 no tiene síntomas. Por lo cual, esa persona puede no manifestar síntomas y contagiar a otras sin darse cuenta de que está transmitiendo la infección. Cuando alguien entonces se encuentra en espacios cerrados con otras personas, hay más riesgo de que las personas infectadas -tanto las que tienen como las que no manifiestan síntomas- contagien y así el coronavirus se sigue propagando.
Al liberarse la obligación de usar barbijos, los expertos de diferentes disciplinas están preocupados. La doctora Lakshmi Ganapathi, profesora de pediatría en la Facultad de Medicina de Harvard, señaló que la sentencia coincide con un reciente aumento de los casos de COVID a nivel nacional en los Estados Unidos. Como muchas personas usan las pruebas caseras o autotesteos, no se están notificando todos los casos de COVID-19. Por lo cual, hoy podría haber un subregistro del número de personas con la infección.
Uno de los problemas es que aún hay bajas tasas de dosis de refuerzo entre las personas mayores y otros grupos vulnerables, incluidas las personas con bajos ingresos que dependen en gran medida de los autobuses y los trenes para el transporte.
Si las personas van a estar sin barbijos en este momento de la personas, los grupos vulnerables estarían más expuestos a adquirir la infección. Además, aún no hay ninguna vacuna para los niños muy pequeños. De acuerdo con Ganapathi, si se confía en la inmunidad dada por infecciones anteriores y en las vacunas para la protección puede ser demasiado optimista, ya que las nuevas variantes emergentes podrían evadir la inmunidad.
Desde la comisión de comunicación de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI), la médica infectóloga Leda Guzzi, dijo en diálogo con Infobae: “en este momento de la pandemia por el coronavirus, el barbijo sigue siendo una herramienta útil para la prevención del COVID-19 y de otras enfermedades, como la gripe, que circulan más durante el otoño y el invierno. Seguimos recomendando el uso del barbijo en los espacios interiores”.
Se sabe hoy que las mascarillas o barbijos funcionan mejor cuando todos los que rodean a una persona tienen también colocada una. Esto se debe a que cuando una persona infectada lleva una mascarilla, un gran porcentaje de las partículas infecciosas que exhala quedan atrapadas, y así se detiene la propagación del virus en su origen. Y cuando hay menos partículas virales flotando por la habitación, es probable que las mascarillas que llevan los demás bloqueen las partículas que se han escapado.
Pero también hay muchas pruebas que demuestran que las mascarillas protegen al usuario, incluso cuando los demás no llevan mascarilla. El grado de protección depende de la calidad de la mascarilla y de su ajuste. Los expertos médicos recomiendan utilizar barbijos N95, KN95 o KF94 para protegerse de la subvariante Ómicron BA.2, que predomina ahora y es más infecciosa que las anteriores variantes.
Otras variables, como el tiempo de exposición a una persona infectada y la calidad de la ventilación de un espacio, también afectan al riesgo de contagiarse el coronavirus. En la mayoría de los aviones, por ejemplo, el aire de la cabina suele pasar por filtros de partículas de alta eficiencia (HEPA) que son bastante buenos para reducir la transmisión del virus. Pero eso no elimina completamente el riesgo.
En un estudio de modelización publicado en diciembre de 2021, los investigadores descubrieron que los pasajeros sentados en la misma fila o a una fila de distancia de alguien que tenía COVID-19 seguían teniendo un alto riesgo de infectarse. En cambio, el uso de una mascarilla reducía el riesgo de infección en un 54%.
Además, en entornos cerrados, como un avión, puede ser difícil evitar un grupo mixto de personas vacunadas y no vacunadas, sintomáticas o asintomáticas, que pueden transmitir el coronavirus a distintos niveles. Y el vuelo puede no ser siquiera la parte más arriesgada del viaje.
La circulación del aire puede funcionar a baja potencia o estar completamente apagada durante el embarque y el desembarque en el aeropuerto. El tiempo que se pasa en el ambiente cerrado del aeropuerto también puede aumentar el riesgo de exposición al coronavirus. Por esa razón, puede ser beneficioso llevar una mascarilla.
Además, otros medios de transporte, como los autobuses y los trenes, también son espacios de riesgo de contagio si una persona se expone con otras que no usan barbijos. “Sé que todo el mundo habla de los aviones, pero yo diría que los autobuses son probablemente los más arriesgados, luego los trenes y después los aviones, en orden de mayor a menor”, dijo Linsey Marr, de la Universidad Tecnológica de Virginia, experta en transmisión aérea de virus, al diario The New York Times.
Diferentes estudios que demuestran que usar un barbijo protege contra el COVID-19. Un estudio de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EEUU descubrió que una mascarilla quirúrgica estándar sólo protegía al usuario de alrededor del 7,5% de las partículas generadas por una tos simulada. Sin embargo, si se anudan los lazos y se meten los lados de la mascarilla médica se reduce la exposición en casi un 65%. Cubrir la mascarilla quirúrgica con una mascarilla de tela, una técnica conocida como doble barbijo, redujo la exposición a las partículas de la tos simulada en un 83 por ciento.
Un estudio de Virginia Tech analizó la eficacia de las mascarillas caseras, las mascarillas quirúrgicas y los protectores faciales para proteger al usuario, en función del tamaño de las partículas del virus. La investigación demostró que la mayoría de las mascarillas podían bloquear partículas muy grandes, como las de un estornudo.
Sin embargo, cuando los investigadores analizaron las partículas más pequeñas en forma de aerosol, que son las más difíciles de bloquear, la protección variaba desde casi cero con una mascarilla de tela común hasta un 30% de protección con una mascarilla quirúrgica.
En base a esos resultados, los científicos concluyeron que una mascarilla de tela de dos capas hecha de un tejido flexible y apretado, combinada con un material filtrante (como un filtro de café o una mascarilla quirúrgica), podría ofrecer una buena protección, reduciendo el 70% de las partículas más penetrantes y atrapando el 90% o más de las partículas más grandes. También descubrieron que las correas o lazos para la cabeza creaban un mejor ajuste que los lazos para las orejas.