El ser humano puede llorar por diferentes motivos. Se puede llorar de tristeza o de alegría. También se pueden producir lágrimas basales o reflejas para defenderse de los agentes externos (viento, humo…) siendo la composición de éstas con mayor proteína o con lizoma que deshace las paredes de las bacterias.
Sin embargo, las lágrimas en las que nos vamos a centrar son las causadas por razones emocionales y que secretan oxitocina y endorfinas haciendo que nos sintamos bien con su liberación.
Esto es debido al Sistema Nervioso Parasimpático (SNP) que se encarga, activado por el llanto, de propiciar relajación y descanso después de haber hecho un esfuerzo. Siendo el sistema que regula el estrés y parte del metabolismo. Siendo “complementario” con el Sistema Nervioso simpático que nos mantiene vigilantes y atentos.
El primer llanto del niño al nacer muestra que tiene vigor en sus pulmones y que comienza la respiración, la vida, y a lo largo de su desarrollo infantil, llorar será una señal de intensidad sobre alguna de sus necesidades básicas: hambre, frío, miedo…
Más adelante, la educación viene a delimitar esta acción siendo más infrecuente en hombres reconocer los lloros, ya que durante muchos siglos se pensó que era una debilidad. Según un estudio de 2006 (Walter & Chip) las mujeres reconocen llorar cinco veces más que los hombres.
Llorar tiene diferentes implicaciones. En primer lugar, puede generar un efecto calmante ya que hay un ahorro psíquico de una emoción o de una idea que no puedo procesar o admitir, de tal manera que la llantina puede servir para procesar mejor aquello que estoy negando.
Durante algún tiempo, hubo escuelas terapéuticas que buscaban el llanto del paciente pensando que la catarsis era una descarga “curativa”, pero posteriormente se dieron cuenta de que esto no era suficiente ni tampoco era legítimo inducir a este objetivo.
Por otro lado, llorar puede ser una llamada de atención hacia los otros para que nos miren y sientan empatía por la situación por la que estamos pasando.
Si llorar es continuado puede ser signo de un trastorno depresivo o ansiógeno, indicando que nuestras emociones están aflorando sin que podamos reconocer el proceso psíquico en el que estamos inmersos.
EFE