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Por qué dormir no es lo mismo que descansar: claves para tener un sueño exitoso

Dormir. No hay nada más lindo. Claro que, hablamos de dormir bien porque, cuando el sueño no es bueno, aquella cuestión que debería ser placentera y reparadora, pasa a ser un momento desagradable. ¿Quién no lo ha notado?: dormimos mal y al otro día estamos cansados, de mal humor y menos rendidores en nuestras tareas. De hecho, muchas veces, es notoria la falta de concentración que podemos llegar a tener en el trabajo.

Un estudio reciente que se hizo con 100 adultos mayores, indica que el número exacto para dormir son siete horas y media. Es por eso que si uno tiene el hábito de intentar dormir ocho horas por noche, la nueva clave, dicen los expertos, es comenzar por configurar la alarma del reloj despertador 30 minutos antes. Siete horas y media es el “punto óptimo” para preservar el cerebro y contrarrestar la enfermedad de Alzheimer, muestra un estudio.

Más allá de la citada investigación del Centro de Medicina del Sueño de la Universidad de Washington, por lo general los expertos indican que entre 7 y 8 horas es el tiempo ideal para dormir. Ahora bien, ¿es lo mismo dormir que descansar?

En tiempos del “no llego a todo”, puede ser complicado establecer unos buenos patrones de sueño. Es más, puede que incluso veamos el acto de dormir, al menos hasta cierto punto, como una pérdida de tiempo. Jornadas largas y planes a los que no queremos renunciar, provocan que nos acostemos más tarde y nos levantemos más pronto para compensar ese ‘tiempo malgastado’.

Dormir no solo no es una pérdida de tiempo, puede ser la piedra angular de nuestra salud.

Y es aquí donde debemos hacer la distinción más importante: no es lo mismo dormir que descansar. Dormir es una función fisiológica esencial para el organismo, igual que respirar, comer o hidratarnos; descansar va mucho más allá: tiene que ver con nuestros hábitos, con la forma en que afrontamos el día y lo que nos sucede.

Estos no son los únicos factores que pueden afectar negativamente al sueño:

La situación vital y estresores puntuales. Situaciones como el cambio de domicilio o el nacimiento de hijos afectarán a las horas que podemos dedicar al sueño. Los estresores pueden ocasionarnos peor descanso debido a disponer de menos tiempo para dormir y al nivel de activación acumulado durante el día.

Problemas físicos. Padecer enfermedades agudas o crónicas son factores que predicen peor descanso nocturno.

Cambios en las rutinas habituales. Los cambios de turno en el trabajo, viajes a países de zona horaria diferente o las transiciones que suponen los periodos de vacaciones pueden afectar a nuestro ritmo habitual de sueño.

Estado de ánimo. El insomnio es uno de los síntomas presentes en los trastornos del estado de ánimo como la depresión y la ansiedad.

 

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