Por EFE.- Los llaman los ramos de la victoria y no se veían en unos Juegos desde Londres, aunque el arreglo foral de Tokio pone en manos de los campeones olímpicos unas flores especiales, las de las comunidades afectadas por el desastre, con la intención de lanzar varios mensajes al mundo.
Cuando el 11 de marzo de 2011 la comunidad de Kirikiri, en la prefectura de Iwate, perdió a muchos vecinos y medio pueblo desapareció bajo las aguas del tsunami, los refugiados de la escuela en lo alto de la colina no tuvieron tiempo de pensar en nada más que no fuese la supervivencia inmediata.
Una semana más tarde, los vecinos fueron golpeados por otra cruda realidad: sin hogar, sin trabajo y con pérdidas se enfrentaban a una nueva dificultad, la reconstrucción de sus vidas y hogares.
“La comunidad se vino abajo”, comentaban una década más tarde varias líderes comunitarias que gestionaron el desastre, señalando orgullosas los parterres que decoran una nueva plaza en el reconstruido pueblo.
Tras aquellos angustiosos momentos, en las tres prefecturas del este de Japón afectadas por uno de los peores terremotos de la historia del país -Fukushima, Iwate y Miyagi- surgieron iniciativas para plantar semillas.
Empezaron a brotar flores en los linderos y espacios medianamente recuperados con una doble intención: ayudar a traer de vuelta la luz y el color en las desanimadas comunidades japonesas y sembrar de esperanza el corazón de los miles de evacuados que se afanaron por hacerlo posible.
Ahora son tres flores cultivadas en estas comunidades las que componen los ramos de la victoria que alzan los campeones en señal de victoria junto a sus medallas.
CONECTAR AL MUNDO CON FLORES DE ESPERANZA
Son los girasoles de Miyagi, en honor a los padres que perdieron a sus hijos en una colina donde los niños buscaron refugio y no lo encontraron. Esa colina hoy se cubre de girasoles que los padres plantaron en su memoria.
Las flores de Fukushima son los eustomas, y su comunidad agrícola se vio doblemente golpeada por el tsunami y la radiación del desastre nuclear que arruinó cosechas y productos básicos como el pescado, las frutas y hortalizas.
Para luchar contra el estigma, diversas organizaciones se volcaron en la producción de flores, como estas que ahora adornan de verde claro los 5.000 ramos preparados para los Juegos Olímpicos y Paralímpicos.
Las gencianas color índigo de Iwate buscan darle al conjunto el azulado emblema de un evento oficialmente surgido para ser los “Juegos de la reconstrucción”, pero cuya celebración en pandemia ha virado el simbolismo.
“Esta idea de la reconstrucción se desvaneció incluso antes de la ceremonia de apertura”, afirma el profesor Jun Oyane en entrevista con Efe.
Este profesor de la Universidad de Senshu, investigador del impacto del desastre en las comunidades, sintió que “el mensaje estaba un poco más cerca cuando salieron los niños de las tres regiones afectadas portando la antorcha antes de Naomi Osaka”.
El experto explica además que “cada área productora ha realizado en las dos últimas semanas un gran esfuerzo por planificar, cultivar y combinar cada flor en un ramo de tan pequeño tamaño”, con la intención de lanzar un mensaje de esperanza al mundo.
Sin embargo, el profesor Oyane echa en falta cada día durante la ceremonia de la premiación “un anuncio que transmita este importante mensaje no solo a los medallistas, también a los espectadores de todo Japón y del mundo entero”, y espera que “al menos los campeones estén informados con precisión”.
¿Cómo se ven estos Juegos y el mensaje de los ramos desde las zonas damnificadas?
Para el experto, no cabe duda de “que la situación actual, con la sombra de los Juegos de la reconstrucción desvanecida y sin espectadores en mitad de una pandemia, ocupa la mente de cada ciudadano de estas prefecturas”.
Además, lamenta los desafortunados comentarios sobre estos ramos que también han sido noticia.
Estos días, diversos periódicos locales se hicieron eco de los comentarios de un medio coreano, que decía que las flores vienen con radiación.
“Probablemente haya muchos ciudadanos y agricultores que estén angustiados por estas noticias”, sugiere Oyane.
A pesar de las dificultades, el experto concluye: “Hasta ahora, en Japón hubo muchas iniciativas para compartir semillas de las áreas damnificadas a otras, con el significado de conectar pensamientos. Creo que se espera que estas flores sigan conectando al mundo durante mucho tiempo”.