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La falta de calidez parental puede derivar en conductas antisociales

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Gritos. Reprimendas. Castigos físicos. Frialdad emocional y desapego. Las críticas constantes y las órdenes con muy poco margen. Todas estas dinámicas en la crianza y la educación dejan un poso emocional en ese niño que tiene la mala suerte de llegar a un hogar en el que la falta de calidez parental es una constante. Ahora bien, si duras son las vivencias, igual de llamativas son las consecuencias.

Nadie sale indemne de una infancia infeliz. Menos todavía de un pasado marcado por el autoritarismo y la ausencia de un amor que valida, que arropa y lleva de la mano, en cada paso, con cariño imperecedero. Hay quien llega a la adolescencia e incluso la supera con un estrés postraumático no resuelto.

La severidad en la educación puede trazar una personalidad más vulnerable y con tendencia a la ansiedad, la hiperactividad o la depresión.

Ahora bien, algo que nos dice la ciencia al respecto es que crecer en un entorno marcado por la severidad puede elevar el riesgo del desarrollo de conductas antisociales. Analizamos este dato a continuación.

La falta de calidez parental en la infancia deja secuelas

La verdad es que no podemos llegar a imaginar el impacto que tiene la falta de calidez parental en la infancia. El dato es tan relevante y abarca tantas dimensiones que disponemos de estudios de todos los ámbitos y campos de la salud.

Un ejemplo, la Universidad de Michigan demostró en un estudio que los hogares disfuncionales y en las familias en las que los niños estaban descuidados emocionalmente, los pequeños tenían un riesgo más elevado de padecer obesidad.

Son contextos en los que además del abandono afectivo se descuida la alimentación. Los niños terminan recibiendo una dieta más deficitaria, rica en azúcares, grasas saturadas, exceso de carbohidratos… Es decir, toda situación de negligencia tiene un impacto tanto a nivel físico como psicológico. Así, en lo que se refiere a la falta de calidez parental y al desarrollo de la personalidad y conducta del niño hay datos muy reveladores.

El autoritarismo y la frialdad emocional

La Universidad Estatal de Michigan y el equipo dirigido por la doctora Alexandra Burt realizaron un trabajo de investigación que se ha publicado hace muy poco. En él se intentaba comprender las consecuencias que podía tener una educación autoritaria y la falta de afecto o calidez emocional en el desarrollo de los niños.

Para ello se hizo un seguimiento de unas 2 500 parejas de gemelos monocigóticos y dicigóticos, junto a sus progenitores. Así, y a lo largo de varios años, pudieron observarse esos casos en los que los padres ejercieron el autoritarismo e incluso llegaron a ejercer la violencia física. La ventaja de tener el foco puesto en los gemelos fue clave.

Había gemelos que crecieron de manera separada. Otros en cambio, aun creciendo en un mismo hogar, experimentaron a nivel familiar un trato diferenciado: mientras unos recibieron un afecto cálido, otros llegaron a sufrir maltrato.

Así, algo que pudieron demostrar los investigadores es que el comportamiento de los niños no depende siempre de factores genéticos. El ambiente es lo que más modela el comportamiento y personalidad.

El hermano (gemelo) que había sufrido falta de calidez parental tenía un riesgo mayor de evidenciar comportamiento antisocial en la adolescencia. El otro gemelo que había tenido el afecto de los padres mostraba una conducta más ajustada.

Asimismo, también pudo verse otro detalle. Aquellos niños que habían experimentado menos calidez parental eran más propensos a la frialdad emocional y a una empatía más baja.

La falta de calidez parental y la teoría de seguridad emocional de Cummings y Davies

A la hora de hablar de la conducta violenta o el comportamiento antisocial, se habla muy a menudo de los aspectos genéticos. Bien es cierto que a veces podemos hablar de variables biológicas en determinados comportamientos poco ajustados o violentos. Sin embargo, hay un factor de peso que esculpe en mayor grado el tipo de persona que llegaremos a ser el día de mañana.

La educación, el contexto en el que crecemos, la crianza y la falta de calidez parental lo es todo. Un ejemplo, la teoría de la seguridad emocional de Cummings y Davies (1995) describe la relevancia de esa calidez emocional para el buen desarrollo de los niños. Un afecto constante, seguro y que valida favorece el ajuste interno de la persona.

Cuando se establece una vinculación positiva y enriquecedora entre los progenitores y sus hijos, el niño evidencia un mejor ajuste emocional, una personalidad más saludable y una autoestima más fuerte. La carencia de todos estos factores deriva tanto en un desajuste interno como externo:

Los problemas de ajuste interno son aquellos que afectan al aspecto psicológico y emocional, tales como trastornos de ansiedad, hiperactividad, somatización, depresiones, etc.

Por otro lado, la falta de ajuste externo se relaciona con trastornos de conducta como la agresividad, el comportamiento delictivo y la conducta antisocial citada en el anterior estudio.

Para concluir, pocas cosas son más necesarias que favorecer una crianza basada en ese afecto nutritivo con el que dar al mundo personas saludables psicológicamente, seguras de sí mismas y sobre todo conocedoras de ese amor que da seguridad y no incertezas.

Fuente: Mejor con salud

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