Infobae.- Últimamente se ha puesto de moda apelar a la calificación para ciertas razas de perros como “razas asesinas” o “perros peligrosos”. El pitbull se lleva como raza todos los calificativos en ese sentido.
¿Es así? ¿Es el pitbull un perro agresivo, un perro peligroso, un perro asesino? Rotundamente no, esa calificación de razas es absurda e incorrecta para cualquier perro, de cualquier raza puro o mestizo.
Lo cierto es que las razas peligrosas, como estirpe en sí mismas y que merezcan esa calificación por portación de raza, no existen.
¿Qué es un perro? Decía Ortega y Gasset que “el hombre es el hombre y sus circunstancias”, parafraseándolo irrespetuosamente uno podría decir que “el perro es el perro y sus circunstancias” y ¡oh casualidad!, la circunstancia del perro es el hombre, por lo tanto uno también podría darse cuenta de que todo lo que nosotros aportemos en la crianza, el perro lo adquirirá como pueda.
Echándole la culpa a la raza de un individuo, de un perro en este caso, de la peligrosidad o de los accidentes con animales, es como echarle la culpa de que un auto pasa un semáforo en rojo a la marca de ese automóvil y no a su conductor. El responsable del manejo del automóvil es el hombre, el responsable del manejo, el dueño o tutor de un perro, es siempre el hombre.
Será el hombre el responsable de la existencia de problemas de conducta que lleven o que conlleven a cualquier tipo de accidentes. La mayoría de los accidentes que suceden con perros de las razas “supuestamente” peligrosas, ocurren por negligencia, por omisión, por desconocimiento, por inacción o por acción inadecuada por parte de alguno de sus propietarios.
Rotundamente se puede afirmar que no existen razas peligrosas ni potencialmente peligrosas porque el peligro de un perro nunca radica en su condición racial si no que se basa únicamente en la potencia de su mordida, en su tamaño y sobre todo en su actitud frente al ambiente, lo que depende de su crianza, fundamentalmente.
La ley del 70-30
Un perro no es otra cosa que un lobo disfrazado de perro con careta de la raza a la cual pertenece. Es cierto que las razas tienen características diferenciales en sus pautas físicas, estructurales y en una parte de su comportamiento. Pero también es cierto que solamente como máximo el 30 % de la conducta final de un individuo está representada por lo que trae en su genética.
El otro 70 % se lo transmite el ambiente y vaya casualidad el ambiente del perro es el hombre. El perro es una especie gregaria y por lo tanto tiene un 30% como máximo de componente genético de su conducta adulta final.
El 70% restante, lo forja según su relación con el entorno, o sea cómo se sociabilizó en el período sensible que va desde los 60 días a como mucho los 120 días de vida. Entonces 30% es lo que trae, 70% es lo que el ambiente le da.
La legislación que deba regular la tenencia de perros potencialmente peligrosos no debería contemplar razas, sino perros, simplemente perros cuya potencia de mordida sea importante y el tamaño del animal como así también las condiciones del propietario; porque después de determinado tamaño y de determinada potencia de mordida un animal cuyo dueño no esté preparado para tenerlo puede generar serios y graves problemas en la comunidad.
Las reglas de oro
Ningún perro de estas características debe salir a la calle si no es con collar, correa y con bozal. No se debería permitir que el perro deambule solo por el vecindario, (costumbre muy arraigada en algunos lugares), no tener cercos perimetrales en las viviendas, o que el animal camine suelto ya que puede ocasionar, sin duda, desagradables, indeseables y sobre todo evitables accidentes.