Piensa en las últimas veces que has comido a lo largo del día: ¿realmente tenías hambre? ¿Escogiste, deliberadamente, los alimentos más adecuados para ingerir? La mayoría de las personas no está acostumbrada a escuchar las sensaciones del cuerpo, y esta desconexión puede conducir a lo que se conoce como hambre emocional.
En algún momento, todo ser humano ha comido de forma impulsiva y excesiva, bien sea a solas o en un ambiente social. Estos atracones que duran pocos minutos llevan después a un sentimiento de arrepentimiento por no haber sabido controlar esa necesidad. Para algunas personas, esto se convierte en una dinámica habitual que genera serios problemas.
Características del hambre emocional
El hambre emocional se produce cuando desligas los alimentos de su función de nutrición y comienzas a utilizarlos como un regulador de tus emociones. Pierdes de vista que aquello que ingieres ha de ser una fuente de energía del cuerpo y le atribuyes a la alimentación otras funciones poco adecuadas. Así, el hambre emocional se caracteriza, principalmente, por dos aspectos que se analizarán a continuación.
Necesidad de comer, incluso sin sentir hambre fisiológica
¿Cuántas veces has comido de más, sabiendo que ya estabas saciado o que habías ingerido alimentos hacía poco tiempo? La tentación de acudir a la nevera cuando se está aburrido, triste o ansioso se convierte en una necesidad imperiosa en quienes padecen hambre emocional. Del mismo modo, cualquier festejo o celebración se acompaña de una ingesta excesiva que poco tiene que ver con el hambre real.
Sentimiento de culpa
Indefectiblemente, tras estos atracones, viene el arrepentimiento. Y es que, a corto plazo, comer emocionalmente puede aliviar los estados de ánimo negativos. No obstante, a la larga, puede generar obesidad y otros problemas de salud. Por eso, cuando tomas conciencia de lo que has hecho, puedes llegar a sentirte realmente culpable.
¿Cómo diferenciar el hambre emocional del hambre fisiológico?
Diferenciar el hambre emocional del hambre real (o fisiológico) no siempre es sencillo. Sin embargo, existen algunas pautas en las que puedes fijarte para aprender a distinguir ambos estados.
El hambre real va surgiendo de forma progresiva y se incrementa a medida que pasa el tiempo desde tu última comida. Es una sensación fisiológica que se inicia en el estómago y te permite decidir, de forma consciente y deliberada, qué alimentos ingerir. Así, cuando comes por hambre real, optas por opciones nutritivas y saludables.
Por el contrario, el hambre emocional aparece de forma súbita y repentina. Se manifiesta como una imperiosa necesidad de comer que surge en la mente, a partir de las representaciones mentales de los alimentos. El impulso es tan fuerte que no eres capaz de controlar qué comes y en qué cantidad. Acudes, automáticamente, a los alimentos ultraprocesados con escaso valor nutricional.
¿Qué factores desencadenan el hambre emocional?
El hambre emocional se desencadena, principalmente, por la incapacidad para escuchar al propio cuerpo. Por lo general, aparece al no saber distinguir las sensaciones fisiológicas de hambre de otras manifestaciones emocionales de ansiedad, tristeza o ira. Así, esta confusión puede llevar a creer que uno está hambriento cuando realmente no es así.
Por otro lado, la falta de recursos de gestión emocional también es un factor importante. Tal vez, seas consciente de que lo que estás sintiendo es ansiedad y no hambre. Sin embargo, si no sabes cómo manejar esa emoción, los atracones aparecen como la única estrategia para sentirte mejor.
¿Cómo evitar comer de manera emocional?
Por todo lo anterior, si deseas dejar de comer de manera emocional, has de solucionar las principales causas. Sería sencillo recomendarte que comas menos o escojas alimentos más saludables, pero si no se aborda el origen, esto no te resultará posible.
Entonces, comienza por aprender a conectarte con tus sensaciones interoceptivas. Escucha a tu cuerpo y haz un esfuerzo por entender el mensaje que quiere transmitirte en cada momento.
Por otro lado, es necesario que adquieras recursos personales más adecuados para gestionar tus emociones. Las técnicas de relajación, el ejercicio físico o la escritura terapéutica pueden serte de utilidad.
Otros hábitos que pueden ayudarte a controlar el hambre emocional
Tomar agua
En ocasiones, es posible confundir la sed con el hambre y, por ello, comes en exceso sin necesitarlo. Así, cuando creas estar hambriento, prueba a tomar un vaso de agua. Comprobarás que muchas veces se calma la sensación interna.
Comer tranquilo y sentado
Comer de manera consciente ayuda a desarrollar una relación más sana con la comida. Y, sobre todo, te permite identificar cuándo estás saciado. Así, antes de ingerir ningún alimento, siéntate en un lugar tranquilo y sin distracciones que te permita enfocar tus cinco sentidos en la comida y en tu cuerpo.
Identificar si realmente tenemos hambre
Ante todo, aprende a identificar tus sensaciones. Antes de comer algo pregúntate cómo te sientes, cuánto hace que has comido y si es posible que lo que estás experimentando no sea hambre real.
Dile adiós al hambre emocional
El hambre emocional no solo te daña físicamente sino también a nivel psicológico, ya que afecta a tu autoestima y a tu autoconfianza. Mejorar la relación que mantienes con la comida y devolverle su función de nutrición te acerca a un mejor estado de salud y de bienestar emocional. Es un esfuerzo necesario que te traerá grandes recompensas.
Fuente: Mejor con salud