Samuel Little, que estaba considerado el asesino en serie más sanguinario de la historia de Estados Unidos, ha muerto esta madrugada a los 80 años, según informó el Departamento de Correcciones y Rehabilitación de California.
El criminal confesó al FBI, en una larga sesión grabada en vídeo, que había matado a 93 mujeres durante cuatro décadas, y ofreció escabrosos detalles de cómo perpetró los asesinatos e incluso retratos robot de sus víctimas. Pero los investigadores solo lograron probar 50 de esos crímenes, lo que lo convertía ya de hecho en el mayor asesino serial del país, al superar a Gary Ridgway, quien fue condenado por matar a 49 personas. Y, en realidad, fue detenido por casualidad, por un asunto de drogas que no tenía nada que ver con cualquiera de sus homicidios.
Little, que cumplía tres cadenas perpetuas sin posibilidad de libertad condicional, empezó a contar sus crímenes por primera vez en 2018. Recordaba con tanto detalle como frialdad asesinatos que cometió hace más de cuatro décadas. Tenía además, una memoria fotográfica que le permitió hacer retratos de sus víctimas. En su mayoría eran mujeres jóvenes afroamericanas, solas, que vivían en la marginalidad. Todos los asesinatos de este exboxeador fueron cometidos entre 1970 y 2005, pero su ola crímenes pasó desapercibida durante décadas.
Little nunca huyó especialmente de la justicia. Simplemente, el sistema no lo detectó. Nació en 1940 en Georgia. Su primer arresto consta en 1956. A lo largo de los años fue detenido decenas de veces. Era un borracho y un vagabundo.
Muchas veces las autoridades locales se conformaban con echarlo del pueblo. Mataba y se iba a otro lugar. Llegó a ser detenido por violación y por un asesinato, pero se libró de ambos cargos. Finalmente, en 2012, fue detenido en un albergue de indigentes de Kentucky por un asunto de drogas pendiente en Los Ángeles.
El ADN de Little resolvió de golpe tres crímenes de los archivos de la policía de Los Ángeles. Carol Alford, de 41 años, cuyo cuerpo fue hallado en un callejón en 1987. Audrey Nelson, de 35, hallada en un contenedor en 1989. Guadalupe Apodaca, de 46, cuyo cadáver fue abandonado en un garaje ese mismo año.
Little negó las acusaciones hasta el final. Dos pruebas físicas tenían restos de su ADN. Las probabilidades de que no fuera él eran de 1 entre 450 quintillones, según dijo al tribunal el fiscal Beth Silverman. El 25 de septiembre fue condenado a tres cadenas perpetuas. “¡Yo no lo hice!”, gritó durante la vista.
También conocido como Samuel McDowell, Little medía 1,9 metros de altura y normalmente noqueaba a sus víctimas a puñetazos antes de estrangularlas, sin dejar signos evidentes de homicidio, como puñaladas o heridas de bala. Ese factor, combinado con los antecedentes de las víctimas, llevó a que muchas de las muertes fueran atribuidas a sobredosis de drogas o a accidentes, así como a causas naturales.
Las confesiones de Little abarcan 45 años y 37 ciudades en 14 Estados. Tres mujeres en Phoenix, 10 en Miami, 18 en Los Ángeles, una sola en muchos sitios. El crimen más antiguo que recuerda fue en 1970 y el último, en 2005.
En un reportaje de 60 Minutes de CBS emitido en 2019, las cámaras muestran un encuentro de 2018 entre James Holland –un agente de los Rangers de Texas especialista en obtener confesiones de asesinos– y Little en el que el preso dice: “Me he salido con la mía en numerosos asesinatos de mujeres durante 50 años”. “¿Dónde has matado más?”, le pregunta Holland. “Ah, fácil, en Miami y en Los Ángeles”. Hay al menos 43 casos más sin resolver.
Fuente: El País