“Tras la ardua tarea de conciliar lo inconciliable, el éxito profesional con la maternidad, llegas a casa descompuesta, deslizándote, y lo que menos deseas es hacer el amor, ¡sexo!, después de duchar a l@s niñ@s, darles de cenar y acostarles… tu único pensamiento se envuelve con la almohada para dormir sin despertares hasta que suene el sempiterno móvil”, dice en un artículo de opinión la doctora Manuela Gómez Pérez, miembro de la Sociedad Española de Medicina y Cirugía Cosmética (SEMCC).
“Un día cualquiera en la vida de una mujer es un constante desafío -continúa-. Quizás seas afortunada de tener una familia feliz con hijos y pareja excelente, y abordes con gran resolución todas las vicisitudes que se plantean en el día a día… sí, sin duda, eres mi heroína.
Quizás seas madre soltera o una mujer felizmente divorciada que inicias de nuevo ese camino en la vida apenas titubeando y con miedo de no saber cómo criar con un solo sueldo a tus hijos o con la incertidumbre de si pasarán el mes próximo la pensión a los niños.
Porque el padre de tus hijos, ¡sí, ese hombre que creías maravilloso!, que ya no existe como tal, se quedó en un vestigio esquelético y sin fundamento que te recuerda lo humana que eres y que fuiste al elegirlo; errando hasta que perdiste la venda que te cegó.
Ese hombre, que se siente tan dolido por la honestidad que tuviste al decirle ‘después de tantos años’ que ya no lo querías, que olvida lo valiente que fuiste al hacerlo sin herirlo, se niega en su interior a considerar que le hiciste un gran favor al dejarlo libre al darle una nueva oportunidad de recomenzar para que otr@s puedan amarlo de nuevo y se aferra con fuerza a su ego y dolor.
Ese hombre se olvidó de amar al dañar aquello que tú más quieres, ‘vuestr@s hij@s’… sí, sin duda, eres mi guerrera.
Quizás vivas sola por decisión propia, porque piensas que nadie va a quererte tan incondicionalmente como tú y no te equivocas. Nada mejor que la soledad elegida y disfrutada a cada segundo recordándole al universo que solo tú y tus deseos gobiernan la nave de tu vida y que haces lo que te da ‘la real gana’… sí, sin duda, eres mi valiente.
Quizás no hayas tenido suerte en el amor o tal vez sopesaras en tu interior, tras varios intentos, y te decantaste por aquello de ‘mejor sola que mal acompañada’ … sí, sin duda, eres tenaz.
Finalmente, quizás te encuentres como ‘yo’, con los llamados ‘hombres mochila’, aquellos hombres-papás que piensas que el universo te ha brindado con ellos esa oportunidad que por elección o falta de voluntarios satisfactorios te negó la naturaleza.
Aquellos que te hacen pensar que con hijos todo es más fácil y maravilloso. Que los hijos que no tuviste y que ahora otra mujer comparte contigo son seres angelicales, ‘sin alas claro’, caídos del cielo… sí, sí… del cielo y de la madre que los parió.
Y sí, son increíbles y me han dado la oportunidad de conocer un nuevo concepto de amor, ‘el amor de madrastra’.
Pero también son motivo de celos cruzados de la madre biológica, como si tú compitieras por ser aquello que no eres: ser madre. Papel que admiro, aunque me parece tan genuino como injusto a la vez.
Y encima suponen un reto constante para la vida de pareja y un armario de paciencia que no pensabas ni que existía… sí, sin duda, eres y soy ingenua-generosa.
No quiero agotaros, pero… ¿Quién de nosotras no se halla en uno de estos papeles?
Pues bien, tras la dura batalla diaria, la ardua tarea de conciliar lo inconciliable, éxito profesional y maternidad, la demostración constante casi a diario de nuestra valía profesional, las mil y una triquiñuelas legales para negarte permisos, incluso la rivalidad entre compañer@s, son las noches maternales sin pegar ojo, que yo equiparo a mis noches de guardia en el hospital, por aquello de que cuidamos de un ser al que amamos o respetamos como semejante.
Con situaciones como estas, y alguna que seguro se me escapa, llegas a casa medio descomponiéndote a cada paso que das, deslizándote para meterte en la ducha sin que te vean los niños, buscando ese rato de tranquilidad, esa cena con ellos, esa cena en pareja o tal vez ese rato en el sofá.
Y de repente, alguien que te busca y añora tu olor, al que le gustan hasta tus manías, te pregunta mientras ‘tu mente intenta colarse por la rendija del inconsciente’… ¿Cariño, no tienes ganas de sexo?… No mi amor, tengo sueño… sí, sin duda, eres sincera.
Ese gran ordenador que es nuestra mente se nutre de momentos de desconexión (sofás, pelis, arrumacos…), confidencias, conversaciones inteligentes o situaciones de desafío y provocadoras, pero sobre todo se nutre de amor y humor.
Y es que no hay nada mejor que dejar que el cerebro de una mujer desconecte, se evada, se olvide de ese día a día, de las obligaciones, de los problemas y de ese análisis de situaciones de riesgo-beneficio que hacemos de forma constante.
Todo ello aderezado con una dosis suficiente de sueño reparador, sentido del humor y una cena en calma con una conversación interesante, a la vez que despreocupada, pero con muchas risas y humor… para que la clavija cerebro-sexo-corazón vuelva a conectarse y de repente le mires y no haya nada más en el mundo que tú y él.
Chic@s, ¿algun@ tiene dudas de dónde está nuestro sexo?… sí, sin duda, está en nuestro seso“, concluye el artículo.
La doctora Manuela Gómez Pérez, médica estética especializada en técnicas novedosas de volumetría facial, plasma, tratamientos con grasa autóloga, así como en el manejo de la tecnología láser y otras técnicas de cirugía menor, tanto en el hombre como en la mujer, reflexiona sobre las relaciones de pareja metiendo su dedo intelectual en las llagas visibles e invisibles del ser humano.
Fuente: EFE