Las mascarillas en la piel, sobre todo las faciales, han ganado importancia en las rutinas diarias de skincare. La gran cantidad de usos y variantes las hacen una opción muy atractiva a la hora de comenzar un plan de cuidado.
En el mercado se pueden encontrar mascarillas de arcilla, de carbón, de ácido hialurónico, con enzimas o tan solo hidratantes. Por ende, la elección se hace acorde a las necesidades de la piel. A continuación te contamos como actúan, así que tenlo en cuenta.
¿Cómo se absorben los nutrientes en la piel?
Las mascarillas faciales son de gran utilidad cuando se las incorpora a una rutina de cuidados de la piel. Por sí solas no generan grandes cambios que puedan ser mantenidos en el tiempo.
Los pilares básicos de cuidados dermatológicos son la limpieza, la protección solar y la hidratación. Las mascarillas para la piel cumplen su funcionalidad en base a sus ingredientes, así como deben combinarse con la limpieza previa del cutis y la humectación posterior.
Al aplicarlas se acentúa el contacto directo de los ingredientes con la superficie cutánea. Se limpian los poros y permite que la piel absorba más producto. Pueden generar un efecto inmediato expresado en luminosidad y brillo en el cutis. Sin embargo, no deja de ser temporal y debe ser continuado.
Este tipo de práctica cosmética ofrece ingredientes terapéuticos y nutritivos para el cuidado de la piel en un formato concentrado. Es decir, se acumulan los beneficios en una sustancia particular.
¿Cuándo se pueden aplicar las mascarillas en la piel?
Antes de colocar una mascarilla en la piel se recomienda realizar una limpieza del rostro de manera suave para eliminar cualquier resto de maquillaje, suciedad o residuos. El agua micelar es un buen aliado para realizar este paso previo a la aplicación.
Luego de la limpieza con agua micelar se debe enjuagar el rostro con agua tibia, lo que permitirá que los poros permanezcan más permeables y que los ingredientes puedan absorberse con facilidad.
En la mayoría de los casos, los productos se mantienen en contacto con la piel por un período de 20 a 30 minutos. Es esto mismo lo que le brinda a los ingredientes más tiempo para penetrar la superficie dérmica y lograr su efecto.
Mascarillas según el tipo de piel
En la elección de la mascarilla se deben tener en cuenta los resultados que se plantean obtener. De acuerdo al tipo de piel son los ingredientes que se seleccionarán, los que deben adaptarse de manera que se aborde una preocupación específica del usuario.
Piel deshidratada
La piel seca requiere de una hidratación importante, por lo que este tipo de tratamientos cosméticos son de gran utilidad y recomendables cada 15 días. Los ingredientes como el ácido hialurónico, el aguacate o la manteca de karité contribuyen en la hidratación y retención de agua.
Acné o inflamación
Las máscaras para la piel del rostro no son un tratamiento a largo plazo para el acné. Sin embargo, pueden contribuir a disminuir la inflamación y evitar sus posibles brotes agudos.
El ácido salicílico, el peróxido de benzoilo y los alfa hidroxiácidos (AHA) eliminan las células muertas superficiales y los residuos que obstruyen los poros. Respecto a estos últimos, las investigaciones dan cuenta de un efecto positivo sobre las cicatrices del acné.
Piel grasa
En este tipo de pieles son útiles todos aquellos productos que eliminen el exceso de grasa y, por ende, aumenten la permeabilidad de los poros. Algunos de los productos que brindan beneficios para la grasitud son el ácido salicílico, el ácido glicólico, el azufre y el carbón.
Arrugas finas
Las mascarillas no eliminan por completo las arrugas leves del rostro, sin embargo, pueden ayudar a minimizar la apariencia de aquellas que son finas. La vitamina C es recomendable para este tipo de pieles por su gran potencial antioxidante. A su vez, genera un estímulo constante en la producción de colágeno.
La vitamina E también es una opción eficaz contra el envejecimiento, junto con el resveratrol y el ácido ferúlico. Ambos trabajan para proteger la piel de los agentes externos que causan arrugas finas, como la contaminación y el daño solar.
Rosácea
La niacinamida posee propiedades antioxidantes, reduce el eritema y mejora el tono de la piel. De hecho, de acuerdo a estudios realizados por The British Journal of Dermatology, se concluye que contribuye en la inhibición de los procesos oxidativos.
Manchas e hiperpigmentación
Los resultados en este tipo de patologías no se observan de inmediato, por lo tanto, las mascarillas para la piel se utilizan como complementos de tratamientos de despigmentación. Los ingredientes útiles son el ácido kójico, el ácido tranexámico y el ácido azelaico.
Precaución con los ingredientes de las mascarillas para la piel
Existen muchas máscaras de fantasía que son atractivas en su aspecto estético y sensorial, pero no logran cumplir las funciones que ofrecen o que el consumidor busca. Hay que estar atentos para no caer en bulos comerciales.
Aquellas que contengan fragancias, tintes o parabenos pueden ser dañinas para la piel, en especial para aquellas más sensibles. Lo ideal es leer las etiquetas y analizar su composición, evitar estos productos y optar por los hipoalergénicos.
Limón: al igual que el vinagre, son productos ácidos que generan pigmentación residual e irritación.
Clara de huevo: puede causar infecciones en la piel, aún más si se tienen heridas activas.
Bicarbonato de sodio: tiene niveles altos de alcalinidad que destruyen la barrera cutánea, perdiendo la propia humedad.
Mascarillas en la piel como complemento de una rutina
Las mascarillas en la piel son el complemento de una buena rutina de cuidado dermatológico. Junto con la limpieza, la hidratación y la protección solar son los grandes aliados que uno debe tener para mejorar la textura y apariencia del cutis.
El precio no siempre indica la calidad o efectividad del producto y eso hay que tenerlo en cuenta como consumidores. No obstante, lo ideal es conocernos para entender las necesidades del tipo de composición de tejidos y tegumentos que tengamos. Eso nos acercará a la mayor efectividad del tratamiento.
Fuente: Mejor con Salud