Nueva York, 30 sep (EFE).- El Guggenheim se convirtió este miércoles en el último gran museo de Nueva York en reabrir sus puertas al público, después de que las otras dos emblemáticas pinacotecas de la Gran Manzana, el Met y el MoMA, se animaron el pasado agosto a romper con el barbecho cultural impuesto por la COVID-19.
Un gran tractor custodia el exterior y da la bienvenida a los visitantes, que acceden al gran patio del museo pisando fotografías pegadas en el suelo de animales, verduras, avances técnicos y estatuas de la época clásica que forman parte de la exposición “Countryside, The Future” (Campo, el futuro), que el pasado marzo se vio bruscamente interrumpida, igual que toda la ciudad, por el cierre de las actividades no esenciales decretado por las autoridades.
En el “hall”, un letrero sobre la obligatoriedad de llevar mascarilla es uno de los pocos elementos que dentro de este templo del arte recuerdan que vivimos en la era de la pandemia, junto a la recomendación de subir de planta por las rampas y bajar por las escaleras, o las visibles mamparas de plástico frente a los mostradores de los empleados.
Quizá sea el escaso público enmascarado, sólo un 25 % del aforo habitual para garantizar el distanciamiento social, el elemento que más llama la atención sobre la nueva normalidad de las exposiciones, donde la amplitud de espacios permite también contemplarlas con una mayor intimidad.
El REGRESO DE LA VIDA CULTURAL A LA GRAN MANZANA
Para Trevor Tryell, Director de Operaciones, la apertura del Guggenheim va a contribuir sin duda a revitalizar uno de los sellos de identidad de Nueva York, su vida cultural, a lo que está contribuyendo la vuelta paulatina de otras instituciones del sector que habían mantenido a oscuras los tesoros que custodian y cuyos cierres les han causado pérdidas millonarias.
“Creo que constituimos gran parte de todo eso, consideramos que nuestra audiencia serán principalmente los neoyorquinos cuando abramos (al público general el próximo 3 de octubre) y creo que dada la experiencia que todo el mundo ha tenido en los últimos seis meses, este es un gran lugar para venir y quizá sentir un poco como que la vida ha regresado”, cuenta a Efe.
La pinacoteca, diseñada por Frank Lloyd Wright (1867-1959) y declarada junto a varias obras de este arquitecto estadounidense como Patrimonio Mundial de la Unesco, reabre con la gran exposición “Countryside, The Future”, que ofrece una visión sobre los problemas ambientales, políticos y socioeconómicos urgentes a través de los ojos de los arquitectos y urbanistas Rem Koolhas y Samir Bantal.
La evolución de la dicotomía campo y ciudad, el ocio, el cambio climático y las utopías y realidades en torno a la vida rural ocupan las galerías que ascienden en espiral hacia la gran cúpula transparente del edificio, con espacios dedicados a la música “country”, al reflejo del campo en los juguetes o a cómo distintos países han abordado a lo largo de la historia su política rural, desde Francia hasta Estados Unidos pasando por Catar o la Unión Soviética.
Impresa sobre el techo de la última galería se puede leer una declaración de intenciones: “Si vives en las ciudades no vives en la parte más bonita del mundo; el mundo se vuelve remoto y experimentas el sufrimiento de la naturaleza de segunda o tercera mano. El turismo no ayuda”.
“MURAL”, EL GRAN LIENZO DE POLLOCK
Si la exposición de Koolhas, premio Pritzker en el año 2000 y premio Mies van der Rohe en 2005, ha estado esperando el regreso de los visitantes, como la fotografía de la estatua clásica de “Ariadna durmiente” con la que uno se tropieza al entrar, la obra de mayores dimensiones del renombrado artista estadounidense Jackson Pollock, “Mural” (1943), cuya inauguración fue suspendida por la clausura, por fin ve la luz del público seis meses después.
“Esta es una gran oportunidad para estar en la intimidad con una pintura que fue realmente transformativa para Jackson Pollock. 1943 fue realmente un momento en el que su estilo estaba cambiando, evolucionando y este es su primer trabajo en esta escala realmente monumental”, asegura a Efe la comisaria de la exposición, Megan Fontanella.
Para sumergirse en el trabajo de Pollock y sus reverberaciones, el museo expone otras tres obras de menores dimensiones del pintor y, en una sala conjunta, muestra trabajos de distintos artistas de los 60 y los 70 inspirados en el estilo del pintor estadounidense.
Entre ellas se encuentra “Belts” (Cinturones) realizada por Richard Serra entre 1966 y 1967 y, como la curadora Lauren Hinkson explica, permite ver “cómo Serra miraba la obra ‘Mural’ de Jackson Pollock”.
Hasta el próximo 2 de octubre el placer de recorrer las exposiciones dispuestas en torno a su característico patio estará solo reservado a los amigos y mecenas del Guggenheim, y no será hasta el día siguiente cuando el público general pueda acceder, pisar y contemplar el museo y todos sus secretos desempolvados.